Lo que pretendió hacer el Ejecutivo Nacional este sábado pasado, 4 de
Febrero, con la excusa de exaltar la grotesca 'revolución bolivariana', no
constituye otra cosa distinta que aclamar el colapso de gobernabilidad que vive
el país al no poder ni querer controlar el descalabro que ha incitado a través
de la ruptura a la norma haciéndose imposible la socialización considerada en
su mejor condición y requerimiento. /
Cuando se entiende la política como el arte de tomar decisiones con
escaso sentido de las razones que comprometen un hecho político, se equivoca no
sólo la perspectiva de la situación en cuestión. También, el sentido de la
historia tanto como su visión en prospectiva. Es cuando la obstinación del
gobernante o dirigente político afrentoso, lo induce a cometer cualquier
disparate. Aunque por pretexto, manifieste lo contrario lo cual representa una
vulgar patraña. Es precisamente lo que explica el móvil que lleva al alto
gobierno a enaltecer la ignominiosa fecha del 4 de Febrero cuando, hace veinte
años, un grupo de militares de mediano y bajo rango se subvierten contra la
institucionalidad democrática y los principios de subordinación, lealtad,
respeto y obediencia jurados por todo militar ante Dios y la Patria.
Tan bochornoso evento, representa para la sociología política una
situación que deriva de la precariedad de normas sociales, significación ética
y patrones de moralidad y de educación cívico-democrática. O de su degradación.
Tan grave problema, denominado anomia, denota una ausencia de ley. Peor aún, la
incapacidad de la estructura política para alcanzar un estado de la sociedad
acorde con objetivos de probidad, entereza y compostura lo que bien es
característico del apesadumbrado momento que vive el país por causa de una
gestión gubernamental que exalta la violencia política, y por tanto la fractura
social, como criterio y razón de poder.
Lo que pretendió hacer el Ejecutivo Nacional este sábado pasado, 4 de
Febrero, con la excusa de exaltar la grotesca “revolución bolivariana”, no
constituye otra cosa distinta que aclamar el colapso de gobernabilidad que vive
el país al no poder ni querer controlar el descalabro que ha incitado a través
de la ruptura a la norma haciéndose imposible la socialización considerada en
su mejor condición y requerimiento.
Es decir, esta fecha ha servido como excusa para promover el caos que interesa
desatar el régimen para entonces terminar de subvertir toda praxis social y
política en la que se exalten los valores morales que definen la democracia.
Así le resulta cómodo imponer el autoritarismo mediante mecanismos fascistas
disfrazados de populares, por lo cual tiene cabida la impunidad y la violencia
política avivada aunque de manera solapada por el mismo sistema gubernamental.
Así, puede arrogarse la condición de “gobierno democrático” para lo cual
utiliza desvergonzadamente la coartada de “celebrar elecciones” a cada rato.
En medio de este barullo, encabezado por los mismos golpistas que
socavaron el terreno de la democracia en 1992, que además ha significado el
derroche de cuantiosos recursos del Estado venezolano para poner al descubierto
su desparpajo y cinismo, esta fecha del 4-F constituye otro propósito
abiertamente descarado para rendirle culto a la anarquía establecida a través
de la desorganización impulsada desde Miraflores. Es decir, lo que el régimen
exaltó este 4 de Febrero fue un acto de insurrección, de conspiración y de
insubordinación. Un insulto al luto de familias que lloran a sus deudos caídos
y que a decir del presidente Chávez aquello fue una “una quijotada, una locura
de amor” cuando lejos de todo eso constituyó una afrenta contra las libertades.
Una burla a la historia política contemporánea. Un torpe y fallido golpe de
Estado que aparte de demostrar la incapacidad militar de quienes lo dirigieron,
fue expresión de irrespeto a la civilidad, a los principios democráticos y a
los valores humanos. ¡Otra aberración más!
VENTANA DE PAPEL
Los oficiantes del actual régimen, creen que al pronunciar el término
“revolución” se acaban los problemas que afectan a Venezuela. Por el contrario,
las dificultades se exacerban. Los conflictos se acentúan pues el venezolano
tiene acendrado en su sangre histórica sentimientos de libertad que nunca van a
alinearse con pretensiones autoritarias planteadas con enfundadas mentiras y
ocultos engaños. De cuál revolución hablan si al interior de las instituciones
públicas los enredos y las contradicciones siguen enarbolando las realidades
que ahora son pintadas de “rojo”. Detrás de la mal llamada “revolución
penitenciaria” las diatribas son iguales o peores.
De esta manera resulta imposible redimir y resarcir situaciones que
escasamente pretenden evitarse con la magia de un discurso que únicamente ha
conducido a exacerbar los ánimos y disposiciones de quien anhela un país mejor.
Sin embargo, las cosas caminan hacia atrás por cuanto en el mundo carcelario o
penitenciario, poco o nada puede rehacerse con un personal de seguridad,
militar o civil, mal remunerado, mal considerado, mal comprendido y de ñapa,
maltratado. O porque a la ministro Iris Varela se le ocurra manipular con
ofertas demagógicas utilizando el perdón extrajudicial al margen de todo
criterio o precepto penal incurriendo de esta manera en graves faltas
constitucionales. Entonces, ¿qué sentido tiene hablar o intentar convencer de
lo imposible con frases huecas que sólo conducen a engorronar los problemas ya
acumulados? ¿De cuál revolución penitenciaria se habla?
¿POR QUÉ HAY CORRUPCIÓN EN EL PAÍS?
Contrario a los valores morales que han alcanzado países cultural y
éticamente desarrollados, Venezuela se ha mantenido al amparo de un maniqueísmo
histórico ampliamente superado en otras latitudes. Aquello de “pónganme donde
halla”, sigue marcando una realidad social desde donde la corrupción es
considerada como un mecanismo administrativo que facilita el ascenso económico
toda vez que pueda ocultarse o solaparse la manera de obtener recursos sin
mayores complicaciones y de forma inmediata. A ello ha contribuido una
legislación débil asociada a administradores de justicia y operadores
financieros igualmente corruptos. Sin embargo sumado a dichas precariedades, la
corrupción criolla se da por cuanto no se tiene un desarrollo cultural
fortalecido anclado a través de un comportamiento social consciente de la
moralidad que soporta su praxis.
En otras palabras, la corrupción en Venezuela existe y persiste a todo
nivel, condición y profundidad. Sobre todo en estos tiempos de revolución
bolivariana, cuando las bases del presente régimen militarista requieren
mantenerse apegada a cualquier circunstancia. A desdén de las consecuencias que
por ello puedan generarse. Y precisamente las circunstancias que resultan más efectiva
a los intereses torcidos del autoritarismo imperante, es la corrupción. Su
incidencia facilita el ocultamiento de problemas de todo orden en aras de una
imagen de país construida sobre infundadas alusiones del concepto de
democracia. De manera que mientras este flagelo no se combata desde la familia,
la escuela, los medios de comunicación e instituciones de recia moralidad, la
corrupción seguirá haciendo estragos en la sociedad y en el devenir de una
Venezuela decente.
¡ARRIBA EL OPTIMISMO!
Ya comenzaron a correr los días cuyo destino estará solamente en las
manos de cada uno de los venezolanos. Puede decirse que la transición entre
tiempos de oscurantismo y de luz política y social, está iniciándose. El país
de talante democrático ha entrado en una etapa en la que se verán desplazados
los esquemas del autoritarismo caracterizado por una avalancha de abusos
alentados desde el vetusto proyecto ideológico que el régimen ha venido
utilizando como bandera. En el decurso de este nuevo tiempo, saldrán a la luz
hechos de corrupción de grave envergadura. Corrupción ésta que ha favorecido la
permanencia de los actuales gobernantes razón por la cual son siempre los
mismos quienes están a la cabeza de las pervertidas instituciones públicas.
Aunque en medio de estos avances, igualmente habrán de vivirse momentos
de cruda dificultad. Momentos en los cuales el régimen seguirá aprovechándose
del poder para arremeter contra el esfuerzo de venezolanos decididos a
transformar un país revuelto por la acción de “carroñeros de la política”, por
un país primado por valores de tolerancia, pluralidad y participación. Una
Venezuela donde la conciliación juegue un papel de suma preponderancia. Es así
que debe insistirse en actuar con denodado optimismo pues es la única posibilidad
de reencontrar la democracia que fuera demolida por los excesos del obtuso
militarismo que nunca ha sabido de libertades y de derechos. Por eso hay que
decir a los cuatro vientos: ¡Arriba el optimismo!
amonagas@cantv.net
@ajmonagas
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