Ante un panorama mundial tejido por conflictos étnicos, guerras y crisis financieras, una nueva realidad internacional está emergiendo. Los países desarrollados están abandonando sus ambiciones territoriales sin buscar ya el dominio político, ahora lo que ambicionan es una mayor participación en la riqueza mundial “que se está generando.”
En este proceso las naciones estarán encogiendo sus funciones. La nueva nación—estado se estará adelgazando, se estará transformando en una vigorosa y ágil unidad capaz de hacer frente a las presiones de un mundo cada vez más competitivo. Transitamos un nuevo siglo en el cual los recursos más importantes son menos tangibles, donde tierra será menos importante que gente educada y preparada, en el cual los intereses parroquiales serán menos importantes que la nueva economía internacional como un todo.
Es cierto que todavía hay naciones en lucha por territorios. La India y Pakistán luchan agresivamente para controlar el territorio de Kashmiri. Hay todavía enfrentamientos en África que, más que otra cosa, son de carácter étnico. Sin embargo, estos países tienen su vista hacia el pasado.
Las naciones subdesarrolladas que fincan sus economías en productos derivados de la tierra siguen codiciando grandes territorios, pero en donde los productos de la tierra ya no moldean los mercados, un nuevo estado está naciendo; “el estado virtual,” una nación que basa su estrategia en un capital sumamente móvil, trabajo inteligente e información. Al nuevo estado virtual le interesa más controlar los mercados mundiales que grandes territorios.
Cuando los conflictos militares y la ambición territorial determinaban las relaciones internacionales, el flujo entre países era de los ejércitos. Sin embargo, a futuro esos flujos serán capital, tecnología, mano de obra e información que saltarán con gran agilidad de un estado a otro. El acceso internacional a los factores de producción remplazará la necesidad de controlar más tierra. Ese es el gran cambio, en esta nueva economía virtual la tierra ha perdido su importancia para cederla a la habilidad de conjuntar esos factores de producción, aun sin tenerlos disponibles en sus territorios.
Un buen ejemplo de esta avanzada es Singapur. Ese país es el mejor ejemplo de cómo grandes espacios territoriales no son requeridos para la prosperidad económica. Singapur no produce nada más que “ideas.” No tiene petróleo, cobre, arroz, estaño, los productos típicos de sus vecinos. Su éxito económico ha consistido en crear ventajas competitivas en semiconductores, textiles e importantes industrias de servicios. ¿Cómo? Con un esquema de libertad económica.
Los países que están exitosamente debutando en el contexto internacional, son mucho más pequeños que los viejos imperios pero han sido capaces de lograr impresionantes avances económicos. Todos han basado su nueva economía virtual en los mercados libres regionalizados, para luego protegerlos con sistemas legales importados y probados que eliminan las “malas reglas” que los esclavizaron durante siglos. Son las Neuronaciones del siglo 21.
El estado virtual al estar transfiriendo su producción domestica a otros países y orientando su economía a servicios especializados, está esculpiendo un rostro diferente a las relaciones económicas internacionales. Este nuevo estado edifica un mundo basado en el arte fino del flujo de su producción y su enorme poder de compra, en lugar de los grandes inventarios de productos. Basa su estrategia en inversiones en educación y capital humano, en lugar de maquinas y capital representado en activos fijos.
Como las oficinas generales de modernas empresas automatizadas, el estado virtual determina la estrategia general e invierte en talento y tecnología, en lugar de agigantar su capacidad productora. Contrata funciones que él no quiere desarrollar, con otros estados que la requieren y las necesitan. La Gran Bretaña fue el modelo del Siglo XIX, los EU del siglo XX, ahora Hong Kong será el modelo del Siglo XXI.
El estado virtual es la evolución del estado comercializador. Bajo el liderazgo de Japón y Alemania, después de la segunda guerra mundial, las naciones avanzadas cambiaron sus estrategias de controlar territorios para controlar el comercio mundial. Cuando las mercancías eran más móviles que el capital y trabajo, el nombre del juego era exportar.
A medida que el capital se hizo más móvil, las naciones avanzadas se dieron cuenta que exportación ya no sería la única fórmula para crear riqueza. Podían producir en el extranjero para sus mercados domésticos e internacionales; contratar sus financiamientos en los grandes centros mundiales de capital—Nueva York, Londres, Ginebra—producir en naciones subdesarrolladas, comercializar, distribuir y cobrar desde su nuevo estado virtual, transportando por todo el mundo.
Este nuevo estado virtual ya no controla grandes recursos como lo hicieron los países mercantilistas del pasado; ahora negocia con capital y talento domestico e internacional para atraerlos a su esfera económica y estimular su cerebro central. Localiza su producción en el extranjero para concentrar sus esfuerzos domésticos en servicios muy especializados como investigación y desarrollo, diseño de producto, finanzas, comercialización y transporte. Su estrategia económica es ahora más importante que las estrategias militares del pasado.
El estado virtual es el futuro. Un estado que se ha convertido en la cabeza y el cuerpo se encuentra regado por todos los rincones del mundo. Solo así podemos entender el éxito de países como Suiza que, con un territorio que no llega al 5% del de México y una población que no llega al 10%, tiene un PIB superior al nuestro y un ingreso per cápita 15 veces mayor, es además el banquero del mundo. Un Hong Kong con 1000 Km. cuadrados portando un PIB similar al de México y convertido en un centro financiero mundial.
Este nuevo mundo virtual modificará de forma dramática la política del siglo XXI. El mundo occidental siempre ha creído que la extensión de la democracia y su oxidada reestructuración económica resolverían sus problemas. Ahora el panorama cambia porque los gobiernos ya no tendrán jurisdicción para lidiar con los problemas globales. Es decir, el control político del estado se está encogiendo lo mismo que su habilidad para regular, cobrar impuestos y establecer controles como los ejercidos por las autocracias de antaño.
Lo mismo que las nuevas, pequeñas, agiles y letales unidades de las fuerzas especiales del ejército de los EU están cambiando el rostro de la guerra, el desarrollo regional será la clave de este cambio.
Sin embargo, México entero continúa trabajando para sostener al DF. Seguimos mendigando nos consideren como sus líneas de producción y el petróleo es nuestro. No cabe duda que sobre ese camino seguiremos “arriba y adelante,” mientras los nuevos estados virtuales nos convierten en sus “talleres de sudor” y en el basurero del mundo.
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En este proceso las naciones estarán encogiendo sus funciones. La nueva nación—estado se estará adelgazando, se estará transformando en una vigorosa y ágil unidad capaz de hacer frente a las presiones de un mundo cada vez más competitivo. Transitamos un nuevo siglo en el cual los recursos más importantes son menos tangibles, donde tierra será menos importante que gente educada y preparada, en el cual los intereses parroquiales serán menos importantes que la nueva economía internacional como un todo.
Es cierto que todavía hay naciones en lucha por territorios. La India y Pakistán luchan agresivamente para controlar el territorio de Kashmiri. Hay todavía enfrentamientos en África que, más que otra cosa, son de carácter étnico. Sin embargo, estos países tienen su vista hacia el pasado.
Las naciones subdesarrolladas que fincan sus economías en productos derivados de la tierra siguen codiciando grandes territorios, pero en donde los productos de la tierra ya no moldean los mercados, un nuevo estado está naciendo; “el estado virtual,” una nación que basa su estrategia en un capital sumamente móvil, trabajo inteligente e información. Al nuevo estado virtual le interesa más controlar los mercados mundiales que grandes territorios.
Cuando los conflictos militares y la ambición territorial determinaban las relaciones internacionales, el flujo entre países era de los ejércitos. Sin embargo, a futuro esos flujos serán capital, tecnología, mano de obra e información que saltarán con gran agilidad de un estado a otro. El acceso internacional a los factores de producción remplazará la necesidad de controlar más tierra. Ese es el gran cambio, en esta nueva economía virtual la tierra ha perdido su importancia para cederla a la habilidad de conjuntar esos factores de producción, aun sin tenerlos disponibles en sus territorios.
Un buen ejemplo de esta avanzada es Singapur. Ese país es el mejor ejemplo de cómo grandes espacios territoriales no son requeridos para la prosperidad económica. Singapur no produce nada más que “ideas.” No tiene petróleo, cobre, arroz, estaño, los productos típicos de sus vecinos. Su éxito económico ha consistido en crear ventajas competitivas en semiconductores, textiles e importantes industrias de servicios. ¿Cómo? Con un esquema de libertad económica.
Los países que están exitosamente debutando en el contexto internacional, son mucho más pequeños que los viejos imperios pero han sido capaces de lograr impresionantes avances económicos. Todos han basado su nueva economía virtual en los mercados libres regionalizados, para luego protegerlos con sistemas legales importados y probados que eliminan las “malas reglas” que los esclavizaron durante siglos. Son las Neuronaciones del siglo 21.
El estado virtual al estar transfiriendo su producción domestica a otros países y orientando su economía a servicios especializados, está esculpiendo un rostro diferente a las relaciones económicas internacionales. Este nuevo estado edifica un mundo basado en el arte fino del flujo de su producción y su enorme poder de compra, en lugar de los grandes inventarios de productos. Basa su estrategia en inversiones en educación y capital humano, en lugar de maquinas y capital representado en activos fijos.
Como las oficinas generales de modernas empresas automatizadas, el estado virtual determina la estrategia general e invierte en talento y tecnología, en lugar de agigantar su capacidad productora. Contrata funciones que él no quiere desarrollar, con otros estados que la requieren y las necesitan. La Gran Bretaña fue el modelo del Siglo XIX, los EU del siglo XX, ahora Hong Kong será el modelo del Siglo XXI.
El estado virtual es la evolución del estado comercializador. Bajo el liderazgo de Japón y Alemania, después de la segunda guerra mundial, las naciones avanzadas cambiaron sus estrategias de controlar territorios para controlar el comercio mundial. Cuando las mercancías eran más móviles que el capital y trabajo, el nombre del juego era exportar.
A medida que el capital se hizo más móvil, las naciones avanzadas se dieron cuenta que exportación ya no sería la única fórmula para crear riqueza. Podían producir en el extranjero para sus mercados domésticos e internacionales; contratar sus financiamientos en los grandes centros mundiales de capital—Nueva York, Londres, Ginebra—producir en naciones subdesarrolladas, comercializar, distribuir y cobrar desde su nuevo estado virtual, transportando por todo el mundo.
Este nuevo estado virtual ya no controla grandes recursos como lo hicieron los países mercantilistas del pasado; ahora negocia con capital y talento domestico e internacional para atraerlos a su esfera económica y estimular su cerebro central. Localiza su producción en el extranjero para concentrar sus esfuerzos domésticos en servicios muy especializados como investigación y desarrollo, diseño de producto, finanzas, comercialización y transporte. Su estrategia económica es ahora más importante que las estrategias militares del pasado.
El estado virtual es el futuro. Un estado que se ha convertido en la cabeza y el cuerpo se encuentra regado por todos los rincones del mundo. Solo así podemos entender el éxito de países como Suiza que, con un territorio que no llega al 5% del de México y una población que no llega al 10%, tiene un PIB superior al nuestro y un ingreso per cápita 15 veces mayor, es además el banquero del mundo. Un Hong Kong con 1000 Km. cuadrados portando un PIB similar al de México y convertido en un centro financiero mundial.
Este nuevo mundo virtual modificará de forma dramática la política del siglo XXI. El mundo occidental siempre ha creído que la extensión de la democracia y su oxidada reestructuración económica resolverían sus problemas. Ahora el panorama cambia porque los gobiernos ya no tendrán jurisdicción para lidiar con los problemas globales. Es decir, el control político del estado se está encogiendo lo mismo que su habilidad para regular, cobrar impuestos y establecer controles como los ejercidos por las autocracias de antaño.
Lo mismo que las nuevas, pequeñas, agiles y letales unidades de las fuerzas especiales del ejército de los EU están cambiando el rostro de la guerra, el desarrollo regional será la clave de este cambio.
Sin embargo, México entero continúa trabajando para sostener al DF. Seguimos mendigando nos consideren como sus líneas de producción y el petróleo es nuestro. No cabe duda que sobre ese camino seguiremos “arriba y adelante,” mientras los nuevos estados virtuales nos convierten en sus “talleres de sudor” y en el basurero del mundo.
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