“A quien tiene
el poder para formar parte de una administración deliberante y judicial de
cualquier Estado, lo llamamos ciudadano de un Estado; y, hablando en general,
un Estado es un cuerpo de ciudadanos sirviendo para alcanzar los propósitos de
la vida.” Aristóteles
Lo “diferente” del socialismo de Sartre es que estaba
basado en la libertad, cosa que para los comunistas siempre es un problema, tal
como incuestionablemente lo evidencia el chavismo. Los comunistas eran hostiles
con Sartre, y él retribuía de igual manera. Sartre constituyó un partido propio
en 1949 para adelantar la causa del socialismo independiente; fracasó y se hizo
“compañero de viaje” del Partido Comunista francés, aunque no militante. En su
libro Critique de la raison dialectique trata el tema del hombre en la masa,
como opuesto al hombre como individuo; relaciones colectivas en vez de
relaciones personales.
Buscar oxigeno y revivir algún nuevo tipo de marxismo
es algo común para los comunistas, que reconocen siempre la necesidad de
“revitalizar” lo que la realidad acostumbra a dejar atrás, guardado en las
experiencias fallidas. Sartre intentó darle prioridad al marxismo por encima
del existencialismo. La fórmula fue: marxismo es “filosofía”, existencialismo
es “ideología”. Y explicaba la distinción: las “filosofías” son grandes
sistemas creativos que no pueden trascenderse hasta que la historia haya
avanzado; los grandes momentos filosóficos del mundo moderno están representados por Descartes y Locke, luego
por Kant y Hegel, y Marx. Al llamar al existencialismo “ideología”, Sartre lo
define como “sistema parasitario que vive en los márgenes del conocimiento al
cual en un principio se oponía, pero al cual ahora intenta integrarse”; integrarse
al marxismo, tras lo cual el existencialismo no tendría razón de ser.
De tal manera veía Sartre la modernización que tanto
necesitaba (y necesita) el marxismo, que ya había perdido su base teórica,
porque sus conceptos eran “diktats”; sus voceros muy abstractos, rígidos, fuera
de contacto con la experiencia real; empantanados en filosofía y metafísica
separadas, inconsciente de su propia teleología. Sartre quería que el marxismo
se purgara del concepto materialista del determinismo y aceptara del existencialismo
el concepto racional de la libertad humana. Sartre toma como texto propio la
afirmación de Engels: “Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero en un
ambiente dado que los condiciona”. Sartre acentúa las palabras “los hombres
hacen su historia”: son ellos quienes la hacen, no es la Historia –ni el
Pasado- que la hacen. Ahí es que Sartre quiere que creamos que busca la
purificación del marxismo, en vez de su disolución, por la asimilación de
interioridades existencialistas.
Las relaciones de masa sartreana presentan un
contraste no sólo entre lo que Sartre dice y lo que generalmente dicen los
escritores marxistas, también entre lo que Sartre dice aquí y sobre lo que dice
sobre las relaciones personales en L’Etre et le néant. El conflicto ya no es
una condición fundamental de las relaciones humanas; aún es visto como factor
básico en la historia humana. De acuerdo a la antropología sartreana, las
sociedades pasan de ser “colectivas” a ser “grupos”, de ser individualistas
(“pluralidades de soledades” atomísticas) a ser enterizas unidades orgánicas.
El proceso de fusión es dialéctico, y el grupo de mantiene junto no sólo por el
juramento del contrato social sino por el Terror. Es la violencia, dice Sartre,
lo que une al grupo hasta que se integra y adquiere instituciones. “La libertad
comunal se crea a sí misma como Terror.”
Sin
embargo, el conflicto es ahora visto como una condición secundaria y curable.
Sartre da una nueva razón para ello: la escasez. Es la falta de comida y otros
materiales en el mundo lo que produce la lucha entre los hombres. Esto hace a
la violencia comprensible y –por así decirlo- racional. Sartre ahora opone la
visión de que el conflicto entre los hombres surge como fuerzas agresivas en la
naturaleza humana misma, como piensan Hobbes, Freud y otros. Sartre reclama que
no hay necesidad de guerra entre los hombres; y que tales guerras han sido sólo
porque ha habido escasez.
“Toda aventura
humana, al menos hasta ahora, es una lucha desesperada contra la escasez”,
escribe Sartre. La escasez hace sospechar a los hombres, ya que cada cual
teme que el otro traicionará el contrato
social. Las relaciones entre ellos son inestables, aun cuando no estén en
guerra. Además, las estructuras que los hombres imponen para escapar de la escasez
a menudo se ponen en contra de sus inventores y empeoran el predicamento;
situación que Sartre califica como “el Infierno de lo práctico-inerte”.
Esta teoría es claramente muy diferente a la del
marxismo ortodoxo, donde los hombres son vistos como criaturas de
circunstancia, o de la Historia. Para Sartre los factores materiales o
económicos siguen siendo cruciales, como son para todos los marxistas, pero él
ve la historia como la creación de los hombres, eso es: la historia es el
resultado de decisiones conscientes, y a veces de corto alcance, hechas por los
hombres frente a los problemas de escasez y frente a los problemas que surgen
de los intentos de nuestros ancestros por solucionar la escasez.
La “crítica
de la razón dialéctica” promete que hay una historia humana con una verdad
inteligible. Es un libro excesivamente largo, tortuoso e intrincado; lleno de
jerga desconcertante; carente de la elegancia de las obras anteriores de
Sartre; perspicaz y espléndidamente racionalista.
Sin embargo, el marxismo no fue mejorado, mucho menos
purificado; y las esperanzas que el chavismo ofrece en este sentido, alientan
su desaparición.
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