Comencé el año con una
inquietud acerca del lenguaje que usan los políticos para referir propuestas
electorales y que tan lejos llega al común de la gente. Lo he notado por varias
discusiones que he leído desde hace poco que indican o sugieren a ciertos
precandidatos que bajen el nivel de las propuestas y del lenguaje que utilizan
para que sean más “comprables” por el electorado.
Por ejemplo, cuando un
candidato dice: “Hay que recuperar las Instituciones” ¿qué es lo que en
realidad entiende la gente por eso? Es preocupante, porque al tener más del 80%
de nuestra población en un estado educativo deplorable por las innumerables
causas que todos sabemos y que se han agravado en estos últimos 13 años, he
advertido con mucha preocupación que las mejores ofertas electorales, o mejor
dicho pre-electorales de los precandidatos de la Unidad Democrática, se pierden
al no lograr ser entendidas por la gran masa de electores. ¿Hay que bajar el
nivel del lenguaje que se habla o más bien subir el nivel de entendimiento de
la gente? O mejor dibujado, buscar la mejor manera de expresarse para que ese
más del 80% de la gente pueda entender y comprar el mensaje de un precandidato
que ofrezca algo más que casitas y carreteras.
He visto como candidatos de
mucha talla política e intelectual han desistido en sus aspiraciones por
aquello de que los números de las encuestas no les daban. ¿Más bien no sería
que el mensaje que enviaban no era entendido a cabalidad y la gente prefería
oír el mensaje sencillo del candidato más populista? No es posible saber el
peso que esta variable tiene en esta ecuación, pero sin duda debemos pasearnos
por el hecho cierto de que a medida que pasan los años nos enfrentamos con
ofertas electorales de peor calidad, en lugar de ser todo lo contrario, habida
cuenta de contar con proponentes mejor educados, pero con ofertas electorales
que bien pudieran compararse con aquellas hechas hace mas de 50 años, siendo
estas últimas incluso mucho mejores para el nivel de la población de entonces.
Esa es quizá la razón por la
que históricamente han ganado elecciones aquellos candidatos que ofrecen más
casitas, o más seguridad en las calles, o mejores carreteras, o tal vez más
empleo. Eso es lo que entiende de verdad el común de la gente, porque ese es el
lenguaje que les llega, que comprenden, y que pueden procesar de una manera
sencilla. Compran el discurso de las ofertas sencillas porque eso es lo que se
entiende más rápido. Pero cuando alguien llega con construcciones intelectuales
más complejas y un lenguaje más elaborado, la cosa se pone cuesta arriba, y
teniendo en cuenta que para llegar a realizar lo que el común de la gente necesita-
casitas, empleos, carreteras, escuelas-, hay que pasar justamente por arreglar
lo que precisamente no es entendido a cabalidad por la gran mayoría. ¿Cómo le
explicas a ese 80% de la población, deliberadamente dejada en manos de la
ignorancia por la dirigencia política de turno, que primero hay que construir
intangibles, que son los que precisamente hacen que esos tangibles luego sean
perdurables en el tiempo? Es una tarea sumamente difícil.
Y en el caso de la
Institucionalidad, la cosa tiene ribetes de imposible. Para poder explicar en
términos sencillos la importancia de la Institucionalidad para que se hagan
posibles y perdurables las casitas, las carreteras, los servicios
hospitalarios, y pare usted de contar, echaré mano, con el permiso de ustedes,
de la definición de uno de los mejores clásicos del área, el modelo de
“Instituciones, Sectores y Sistemas” de Juan Ignacio Jimenez [1]: “Las
Instituciones constituyen las células primarias de la Administración. Su acción
es microadministrativa y gerencial. A su frente existe, por lo tanto, un
órgano, personal o corporativo, que ejerce las funciones de dirección y que es
responsable ante el poder público por los resultados de su gestión. La
organización institucional, se descompone a partir de la cabeza directiva, en
dos tipos de órganos: auxiliares y de línea. Los órganos de línea elaboran el
producto-bien o servicio- que constituye el fin de la entidad o razón por la
que fue creada por el poder político. Los auxiliares la proveen de recursos de
todo tipo, necesarios para que la línea produzca sus fines….La acción de
gobierno no es función administrativa, sino intrínsecamente política, en el
sentido más vulgar del arte de lo posible y en el más técnico de asignación
autoritaria de prioridades, de acuerdo a la captación por el gobernante de las
demandas del grupo gobernado. Se administran Instituciones y se gobiernan
sectores…”.
¿Que está tratando de decir
el texto clásico? Que hay una frontera bien definida entre administración y
gobierno. En otras palabras, que las Instituciones son las responsables de una
sana administración de los recursos, constituyendo las células primarias y por
tanto, la columna vertebral de la administración del Estado. Son ellas las que
realizan la acción del gobierno, es decir, son las que HACEN QUE LAS COSAS
PASEN. Con una institucionalidad carcomida por la corrupción y dominadas por
criterios políticos y no técnicos, es imposible, léase bien, imposible, dar
servicios o bienes de calidad en el largo plazo. Servicios como la Administración
de Justicia así como todo lo que tiene que ver con el Sistema Judicial,
Policial y Carcelario son imposibles de mejorar si su administración no obedece
a criterios técnicos en sus áreas respectivas. Consecuentemente tendremos mayor
criminalidad y nuestra seguridad personal se irá al cuerno. La acción del
gobierno, como dicen los clásicos, no es la función administrativa, es la
asignación de prioridades de acuerdo a las demandas del grupo que se gobierna.
Jamás se podrán construir las casitas y carreteras si la institucionalidad de
los órganos de la administración está carcomida por los manejos y negocios de
los administradores, dejando afuera los fines últimos de los gobernados.
¿Se dan cuenta que sin
Instituciones sanas, las casitas, las carreteras y cualquier otra cosa, bien o
servicio público, como por ejemplo la seguridad, que se plantee cualquier
precandidato es imposible en el largo plazo y estaremos siempre comenzando de
nuevo? Eso hay que explicárselo a la gente en los términos más sencillos
posibles para que puedan darse los pasos necesarios para el rescate de la
institucionalidad del país.
Cuando llegó al gobierno el
delincuente que está en Miraflores, ya la Institucionalidad del país estaba
boqueando. Más sin embargo aun eran posibles ciertos servicios del Estado. No
mataban a la cantidad de personas en las calles que se contabilizan ahora. Más
mal que bien los desposeídos podían ir a un hospital público y obtener mala
atención, porque ya estaban abarrotados y sin servicios. Y con todo y eso el
país medio funcionaba. Mal, pero funcionaba. Ese fue el cambio por el que la
gente votó en 1998. Luego de 13 años de desgobierno, la Institucionalidad está
muerta. Y hay que revivirla a como de lugar. Hay que darle un vuelco de 180
grados al aparato administrativo del Estado para que comiencen a funcionar las
cosas. Y todavía oigo a los precandidatos ofrecer casitas y carreteras. Incluso
los oigo ofrecer que habrá más seguridad! ¡¡¡Por Dios!!!! ¿Se dan cuenta ahora
de lo que digo? Es necesario reconstruir y hacerle reingeniería a la producción
de bienes y servicios del Estado como fase primaria a cualquier intento de
nada. Con el delincuente de Miraflores le cayó una bomba nuclear a la
Administración. Si antes la Administración se encontraba haciendo cola en un
hospital público y estaba grave, ahora yace en la calle moribunda y casi
muerta.
Al próximo gobierno
democrático no le quedará otro camino que ser profundamente institucionalista y
rehacer todo el marco institucional del país casi desde cero. Y lo mas difícil-
como si ya no fuera difícil esa tarea- será la creación de mecanismos que
eviten que las instituciones lleguen al estado de 1998 o peor aún, al actual
estado. Si la gente no logra entender que antes que se produzcan los bienes y
servicios que el país necesita es necesario realizar cambios profundos en la
Administración del Estado, estaremos en graves problemas y repetiremos en un
futuro previsible la presente pesadilla. Hagamos algo para que eso cambie…
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[1] Juan Ignacio Jimenez,
Política y Administración, Cap 2. Modelo Tridimensional: Instituciones,
Sectores y Sistemas, 1970.
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