El 10 de enero es una fecha emblemática para Nicaragua. Además de ser el día en el que cada sexenio se renueva el gobierno, se conmemora también la fatídica jornada en la que fue asesinado, en 1978, el periodista Pedro Joaquín Chamorro.
Uno de los 10 de enero que hay que resaltar es el de 1990 cuando tomó posesión doña Violeta Barrios viuda de Chamorro. El que nos refiramos a este acontecimiento en específico se debe a que la señora Violeta de Chamorro logró imponerse en unos comicios en los que tenía todo en contra. Gobernaba Daniel Ortega con toda la estructura militar a su servicio, el apoyo de varios países, el respaldo de varios intelectuales y la memoria aún fresca por los desmanes cometidos por la dictadura de Somoza. A ello hay que añadirle el control político del Frente Sandinista de prácticamente todo el Estado.
Pese a ello la señora Barrios de Chamorro logró lo que muchos veían como poco factible: el triunfo, obligando además a que Ortega le entregara el poder, hecho que muchas personas veían como impensable.
Estos dos diez de enero, el de 1978 y 1990, marcaron a Nicaragua y el mundo por varias razones: el de 1978 porque se demostró cuánto temor sienten los regímenes autoritarios por la prensa libre y democrática y que por más sanciones que se impongan y censuras que se ejecuten, la verdad termina emanando y surgiendo. En este caso el vil asesinato de Pedro Joaquín Chamorro provocó la reacción del pueblo nicaragüense en contra de una dictadura inmoral, corrupta y cruel.
El 10 de enero de 1990 representó la posibilidad de que los civiles, sin importar la fuerza a la que se enfrenten, pueden ganar las elecciones, forzando a que los que se consideren todopoderosos entreguen el gobierno. Lo importante es creer que se puede triunfar.
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