El día de ayer, 23 de enero de 2012, presenciamos el tercer debate
televisado entre los precandidatos de la oposición, magistralmente organizado y
dirigido por Globovisión, como canal anfitrión. Participaron los 6
precandidatos inscritos, todos con costosas cuotas pagadas. Cada uno respondió
igual número de preguntas, en igualdad de condiciones por ser cada uno un
precandidato acreditado. Hasta ahí, muy bien. Pero dos de ellos nos tenían
preparada una traviesa sorpresa no develada sino al final, luego que habían
recibido preguntas y expuesto sus propósitos e intenciones a realizar de ser
electos presidentes, en paridad de condiciones, repetimos, con sus inocentes
competidores, como inocente fue el modelador y la planta de televisión.
Resulta
que al final del encuentro nos informaron que no eran 6 los precandidatos sino
5 porque uno, en combinación con otro, ya había tomado la decisión de no serlo.
Esto quizás parezca parte del juego y hasta se aplauda como una viveza criolla,
de esas a las que nos tiene acostumbrados Chávez con sus manipulaciones tipo
“chaz”, pero a mí me resultó de muy mal gusto, sobre todo viniendo de jóvenes
que han renegado agriamente y sin contemplaciones de lo que han llamado sin
piedad la “sucia” manera de hacer política de los políticos y partidos de la
era democrática, de la que, al igual que el chavismo, abjuran y prometen que
“no volverá”; que no se prestarían a componendas politiqueras porque su sangre
nueva garantizaba toda una renovación en la manera de hacer política, sin
esguinces ni trampas.
Me pregunto yo, en mi soledad de espectador y votante por fin animado a
concurrir, ¿no hubiera sido más leal del precandidato ya decidido a retirarse,
anunciar que no iba a concurrir al debate y ofrecer una rueda de prensa para el
día siguiente o anunciar su declinación y apoyo a otro de inmediato? ¿Para qué
presentarse ante nosotros como candidato y
responder preguntas ofreciendo lo que haría de ser presidente si ya
había pactado su retiro? Es evidente que el receptor del apoyo del renunciante
también conocía la decisión y participaba del juego, casi burla a los electores
y demás precandidatos ¿Estamos para estas travesuras? ¿Es que estos dos señores
se han contagiado de los chistes con los que nos tiene hartos Chávez?
En todas las actividades de los hombres debe existir un condicionante de
la conducta que se llama la ética, definida ésta como aquella “parte de la
filosofía que trata de la moral o las obligaciones del hombre” y “Conjunto de
normas morales que rigen la conducta humana” (DRAE). Esto puede sonar antiguo a
muchos y hasta poco útil, lo que no debería extrañarnos en estos tiempos de los
Arias Cárdenas y Chávez, 4 de febrero, etc., en los cuales valen mucho las
audacias de pájaros bravos y tíos tigres, de los “por ahora”, y las vidas
dedicadas a lograr a cualquier costo los objetivos políticos, comerciales,
financieros, sociales o de cualquier
calibre. Puede que para algunos tenga sentido eso de que “en la guerra y el
amor, todo se vale”, pero estoy seguro que la gran mayoría aspira a salir del
chavismo para ver juego limpio, con modales, con ética. No me gustó la jugada innecesaria
e inmadura.
Todo candidato tiene derecho, y hasta obligación de retirar su
candidatura si no le ve futuro ni utilidad, sobre todo si se está empeñado en
una causa común, como es liberar a Venezuela de la tiranía de Chávez, pero hay
que saber hacerlo, sin componendas ni trampitas como acudir a un debate de
candidatos sin ya serlo, y además en una condición ya pactada con otro actor de
la comedia y a dúo. No había necesidad de la burla a los demás compañeros de
competencia noble o a los electores.
El retiro de alguna, o todas las candidaturas, no es malo en sí; es
lógico cuando se enfrenta a un Tirano en su terreno y patio, como el que
cultiva con su CNE; ya lo habíamos advertido por la confusión de las
candidaturas muy similares en conductas y planteamientos, pero hay maneras que
los hombres deben saber manejar en la política, y esas maneras se conducen por
el cauce de la ética.
Hay una ética hasta para hacer la guerra y más para hacer la política.
Lástima por el espectáculo.
Luis Betancourt Oteyza
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