A mediados de la semana pasada, allá,
en el lejano este, se celebró el año nuevo. Para los chinos a quienes ahora
les debemos todo es el año del dragón; animal mitológico con pinta de violento
y lengua de fuego que no perdona una. Aquí, en el cercano oeste, la llegada del
año la habíamos celebrado con el final de diciembre. Para nosotros, los
venezolanos, el 2012 llegó endeudados a más no poder pero bajo el signo de la
unidad; ningunas quimeras como algunos tratan de mostrar. Esa Unidad a punto de
consolidarse el 12 de febrero venidero, ha sido un difícil proceso; un camino empedrado
de escollos.
El que resulte vencedor ese día, tomará
para sí las banderas de quienes quieren cambiarle el rumbo al país en la
contienda del 7 de octubre. De todos, los que votaron por él y quienes hubieran
preferido a otro para representarlos.
Entre
las dos fechas se llevará a cabo la más trascendental de todas las épicas
venezolanas. Como sociedad nos estamos jugando el destino por última vez.
Tendremos que escoger entre un modelo político autoritario que en 13 años nos
ha retrotraído a lo medioeval, y otro basado en el conocimiento gestor de
sociedades emprendedoras, globalizantes y profundamente democráticas.
Mientras
que países como el nuestro tuvieron bananas y oro negro para vender, lo
industrial le permitió oportunidades para corregir rumbos extraviados. Empero,
en el futuro que se avizora, ello no será posible. Sólo aquellas sociedades que
sean capaces de producir conocimiento tendrán viabilidad. En el porvenir no se
vislumbran segundas oportunidades para rectificar. Ante esa realidad y con un
gobierno cuyo máximo éxito ha sido dividir al país en dos bandos, algunos
reclaman la placidez del discurrir de la vida de las bondadosas mariposas,
mientras que otros invoquen al concurso del Arcángel Miguel para decapitar a
dragones del mal. Como fábula social, el paralelismo está más en el terreno de
lo emocional que en el de lo racional.
Cualquier sociedad, desde su célula o
unidad fundamental la pareja hasta el conglomerado de gentes reunidas en
nación, necesita tanto del perdón como del castigo para controlar excesos. Los
extremos los comeflores o los cazadores de brujas no nos van a sacar del
atolladero. Por el contrario, alimentarán la lamentable confrontación en que
estamos sumidos.
Cara al futuro, da la impresión de que
ninguno de esos extremos está en el ánimo de la mayoría de los venezolanos.
Siendo eso así, creo que la tarea más difícil que va a enfrentar el próximo
Presidente será, precisamente, encontrar un justo balance y evitar posiciones
antagónicas: pasar factura a diestro y siniestro o hacerse la vista gorda. Como
no creo que Hugo Chávez y sus pretorianos sean quienes puedan gestionar ese
equilibrio, mi apuesta va por el candidato de la MUD que triunfe el 12 de
febrero.
conciencia.talcual@gmail.com
@jaimerequena
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