Mi comandante en jefe ¿aquella guerra de los seis días, será que podría durar seis minutos?
En abril de 2001, con motivo del enlace matrimonial de mi hijo con una
bella quiteña, visitamos la ciudad de Quito, capital del Ecuador, justo en la
mitad del mundo en donde una línea imaginaria divide el hemisferio norte del
sur. Era esta nuestra primera visita a esa tierra de volcanes cubiertos de
nieve, en donde la presencia del gran Mariscal de Ayacucho, el compatriota
Antonio José de Sucre, se nota en todas partes y su figura es admirada con
reverencia como su gran libertador, a la altura de Bolívar. Vimos en esa
oportunidad a un Quito apacible, un
pueblo grande mitad colonial mitad moderno, de clima agradable. Bastante
distante de nuestra ciudad capital, Caracas. En estas navidades pasadas,
tuvimos la fortuna de regresar nuevamente a Quito para visitar a nuestro hijo,
nuera y nietos, ventados a Ecuador gracias a las “muy buenas políticas de
empleo” de la revolución bolivariana y socialista. Ellos, como muchos otros
profesionales han tenido que buscar futuro en otras latitudes, ya que aquí el
futuro pinta oscuro.
En esta oportunidad vimos a un Quito diferente. Claro que sigue (obvio
como gusta decir a nuestra nieta menor) situada a más de 2.800 metros sobre el
nivel del mar, con su mismo agradable clima. Pero notamos inmensas diferencias
del Quito de hace casi once años. Realmente nos impactó los cambios observados,
probablemente porque lo comparamos con nuestra actual Caracas revolucionaria.
En la primera visita estaba fresco el golpe de Estado dado por el coronel Lucio
Gutiérrez que derrocó al presidente Jamil Mahuad y gobernaba de facto Gustavo
Noboa. En esta oportunidad encontramos de inquilino del palacio de Carondelet a
Rafael Correa quien con su Alianza País lidera una coalición política
denominada “revolución ciudadana” que trata de imponer el socialismo del siglo
XXI, siguiendo el ejemplo de su mentor, el comandante Chávez. Pero
indiferentemente o a pesar de ese discurso demagógico y lleno de lugares
comunes de la izquierda trasnochada y obsoleta, Quito y buena parte del resto
del Ecuador vive y respira progreso. Allí esta presente el “imperio” desde que
uno aterriza en el aeropuerto Gran Mariscal de Ayacucho, mucha información y
anuncios en el idioma de Shakespeare y sobre todo muchos dólares, la moneda
oficial del país. Un aeropuerto modesto, pero ordenado, ubicado dentro de la
propia ciudad, funcionarios, incluidos policías, muy atentos, dispuesto a
ayudar al pasajero. Pero los venezolanos lamentablemente debemos pasar por una
taquilla de inmigración diferente a por donde pasan los bolivianos, colombianos
y peruanos ya que nuestro “comandante en jefe” nos sacó de la CAN. Manejo de
equipaje aceptable y buen servicio de maleteros. Taxis ordenados y con tarifa
normada, todos de color amarillo, que por cierto no es el color de la
revolución ciudadana.
Observamos que todos los conductores y acompañantes o pasajeros usan el
cinturón de seguridad. Se respetan lo semáforos. Los autobuses se paran solo en
las paradas. La ciudad se ve limpia. Igual que los parques, que son muchos y
bien cuidados. Muchas avenidas nuevas. Se nota una buena infraestructura,
edificios modernos de buena arquitectura. Oficinas de muchas empresas
transnacionales. El sur de Quito es un emporio de negocios y soluciones
habitacionales. En la vía hacia el valle de Cumbayá se notan muchos complejos
habitacionales modernos. Un moderno túnel lo une con Quito. La Ronda y la nueva
plaza 24 de mayo es todo un centro turístico que no tiene nada que envidiarle a
las capitales europeas. Centros comerciales modernos, con tiendas de todas la
marcan importantes del mundo. Cafés, restaurantes, ferias de comida. Ah y los
supermercados, allí si se nos arrugó el corazón, se nos hizo agua la boca. Nos
remontamos a la época de la llamada IV república. Full de todo. Muchas marcas
de café, de todas las calidades. Leche en polvo como sorgo. Aceite de todos los
tipos y calidades. Productos nacionales e importados. Carne en todos los
cortes, pollos, pescados y mariscos en abundancia. Frutas, muchas frutas,
hortalizas, verduras. Harina Pan, que tal. Y dólares, muchos dólares. En las
ferreterías materiales de construcción. Cemento y cabillas. Y en las farmacias
muchos remedios. Para la tensión arterial, para la tiroides, la diabetes,
epilepsia. Por cierto las medicinas las venden por pastillas. El centro de
Quito, una joya colonial, bien cuidada, bella, iluminada, llena de iglesias y
monumentos. En esta oportunidad por cierto, no vimos los grafitis de apoyo a
Chávez, que observamos en el 2001. Y el palacio de gobierno, Carondelet, ni un
policía, se puede visitar. No tiene rollos de alambres de púas ni tanquetas.
Tránsito libre.
Claro que tienen problemas, la prensa esta perseguida, el gobierno abusa
de la propaganda. El presidente, que llaman el llorón, con el mismo discurso y
abuso de poder que el de aquí. Pero el país avanza. La revolución socialista
del siglo XXI no ha podido, al menos hasta ahora, retrocederlo. La revolución
ciudadana trata por todos los medios de hacer lo que esta haciendo la
revolución bolivariana, pero parece que los amerindios, quitos, jíbaros,
cofanes y tavaleños, impregnados por el espíritu libertario de manuelita y toñito
Sucre no lo permitirán. La verdad que sentimos vergüenza, pero pa’lante que a
cada cochino le llega su sábado. El 7/10 te damos lo tuyo.
Iolaizola@hotmail.com
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