El viernes antepasado el
Presidente le sonrió al país, el lunes siguiente volvió a su política de
amedrentar. En esa oscilación entre ser amable o abiertamente amenazante Chávez
lleva 13 años; todavía algunos se asustan cuando saca el pecho y marcha rodeado
de generales. ¿Alguien oyó completo el discurso? Este cronista lo intentó, pero
no pudo.
Dice que la seguridad es
problema de todos, pide a sus ministros reunirse con los presidentes de las
cámaras empresariales. Lo primero le sirve para distribuir culpas, no ser el
gran responsable de la matanza semanal. Con lo segundo quiere ocultar la
escasez de aceite, café, azúcar... Los dólares no alcanzan, o importan tan
chapuceramente los boliburgueses que quiere reanimar la producción endógena y
el empleo; algo semejante, salvando las enormes distancias, a la NEP de Lenin,
cuando los soviéticos permitieron un poco de capitalismo.
María Corina desbarató el
discurso, acabó con las sonrisitas y mostró el lado flaco de Chávez que no
soporta que lo critiquen, dictó una pauta para la próxima campaña. A pesar de
lo que diga, el Presidente no acepta ningún debate público, sus seguidores
lloran cuando le llevan la contraria.
Chávez nos convenció de que
no se encontraba al borde de la muerte. Recientemente, una reina de belleza
venezolana que parecía curada, falleció.
Con una enfermedad como el
cáncer no hay pronósticos exactos, pero de que vuelan, vuelan.
Chávez utilizó textos de
Jorge Olavarría y Tarre Murzi para criticar los gobiernos de la democracia,
ambos describían la corrupción del pasado. Se sentía sobrado, suponía que
frente a cualquier pregunta aprovecharía su inmensa ventaja de tomar todo el
tiempo que quisiera para responder. Todo le salió bien hasta que todo le salió
mal, por culpa de María Corina. Había dicho frases bien fuertes contra el
gobernador del Zulia, nunca hubiera permitido que lo tratasen igual.
Esta semana calificó a la
oposición de antipatria, ¿cómo entregarles el poder, aunque ganen las
elecciones, a los enemigos de Venezuela? El viernes del discurso Chávez
insistió en que reconocería su derrota electoral.
Una nueva oposición saldrá
de las primarias, más de los dos tercios de los que botarán el 12 de febrero,
según una encuesta de Datanálisis, pertenecen a las clases D y E, donde están
los votantes de Chávez.
Lo que afecta, emociona,
exalta, preocupa, al electorado ABC, lo que le quita el sueño a la plaza
Altamira, no es el tema de la campaña, a pesar de que a algunos les moleste
recordar con insistencia esta verdad como un templo, el futuro está en el
oeste, no en el este.
Chávez ha lanzado una
ofensiva para opacar las primarias, la oposición no ha roto su unidad, como lo
anunciaba el Gobierno. Algo está claro: el chavismo perderá numerosas
gobernaciones y alcaldías.
En unos días se comprobará
la capacidad, o la incapacidad, de algunos partidos para mover a su militancia
a favor de un candidato que no sea de sus filas, se verá si todavía hay
maquinarias en el país y si ciertos apoyos restan más que suman en una elección
presidencial.
Los precandidatos han
ensayado varios temas de campaña, al votar los electores demostrarán cuál es el
camino a seguir frente a Chávez, si quieren un cambio radical o progresar.
Chávez asusta a los
venezolanos con una vuelta al pasado, un nuevo gobierno que le quitase a la
gente las misiones, las supuestas dádivas.
Los intelectuales y los
políticos se burlaban del lenguaje estrafalario de Rómulo Betancourt dirigido
al pueblo, a ese 67%. Por ahí va la cosa.
Fausto.maso@gmail.com
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