Para
constituir una gran fuerza es imperioso un discurso que se identifique con los
sentimientos y aspiraciones del 85% de la gente que necesita vivir en paz.
La
realidad totalitaria se evidencia sistemáticamente a pesar de la hegemonía
comunicacional y la desinformación, basta con analizar cualquier suceso para
verla. Tomemos como ejemplo el enfrentamiento de María Machado contra la
jefatura. En una democracia lo usual es que los representantes de la gente en
el parlamento no sólo controlen al presidente sino que con toda libertad
cuestionen lo que está mal en su gestión, pero como desde 1999 no estamos en
democracia, la cohabitación entre el régimen y la dirigencia democrática más
preocupada por su supervivencia que por el restablecimiento de la democracia,
ha acostumbrado a la gente al silencio cómplice de quienes se supone
representan a la oposición, al punto de qué decirle las verdades a la jefatura
en eso que llaman Asamblea Nacional se ha convertido en un acto de heroísmo.
La
sumisión es tal que cualquier resistencia de la gente ha sido anulada por unos
y otros, lo cual incluye hasta el artículo 350 de la “Bicha” que ha sido
transformado en un artículo “golpista”, de manera tal, que el derecho a desconocer
cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores,
principios y garantías democráticas o que menoscabe los derechos humanos es
visto como antidemocrático, por lo que la gente debe aceptar pacíficamente la
violación sistemática de todos sus derechos humanos.
Aquí
se perdió la noción del papel que corresponde a quien es “elegido” para
representar a la gente, como es la defensa de la dignidad de la persona humana
en todo momento y en cualquier escenario en el que se esté.
Un
representante de la gente que ejerza su rol con ética no negocia derechos, ni
acepta que en aras de una supuesta igualdad se sacrifique la justicia, la
libertad y la paz. Responsabiliza a quien tiene que responsabilizar, denuncia
lo que tiene que denunciar, informa en vez de desinformar, no legitima leyes
totalitarias ni elecciones fraudulentas, en fin, como viene diciendo Constanza
Espinel desde el 2002 “es la voz de los que no tienen voz”.
La
dirigencia democrática toda tiene que asumir su rol histórico de anteponer el
interés de la gente a su interés particular, de luchar por el respeto de los
derechos humanos conculcados por el régimen, de guiar a su ejército a la
victoria en esta batalla por el restablecimiento de la República, la justicia,
la igualdad y con ello la liberación de nuestra patria.
Para
constituir una gran fuerza, lograr el indispensable cambio estratégico y
motivar al 85% de la gente a tomar las armas de la verdad y la justicia es
imperioso un discurso que se identifique con sus sentimientos y aspiraciones de
vivir en paz.
Esperamos
de ustedes coraje, resteo con la gente y sabiduría.
elmon35@gmail.com
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