Como estamos en el ocaso de un año iniciador de una
nueva década, en la historia de Venezuela,
preñada de esperanzas, y de oportunidades para sacar a nuestra patria de las penumbras en
que ha estado sometida por los sátrapas que la gobiernan desde
1999. Y dándose la circunstancia también
de estar a la vez también, en la época más alegre del año por la natividad del
señor como decimos los cristianos; y aunque esa alegría tenemos que compartirla
a medias por los sinsabores de muchos de nuestros paisanos que no han podido
superar sus problemas y en muchos casos, no podrán disfrutar de las hallacas
con el pan de jamos y el vino, como lo hacemos otros, quiero recordar a través
de la prosa enriquecedora de ese eximio
poeta venezolano, Andrés Eloy Blanco, la
importancia de ser protagonistas de este tiempo y de forjadores del cambio tan
necesario para que nuestros hijos puedan vivir y disfrutar de una patria sin
discriminaciones y estrecheces.
En ese sentido quiero transcribirles a todos los
jóvenes y amigos aquella poesía dedicada a la juventud que dice así:
“Lo que hay es que ser mejor y no decir que se es
bueno ni que se es malo, lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser
humano, lo que hay que hacer es saber, alumbrarse ojos y manos y corazón
y cabeza y después, ir alumbrando.
Lo que hay
que dar es un modo sin decir que se ha
dado, lo que hay que dar es un modo de
no tener demasiado y un modo de que otros tengan su modo tener algo,
Trabajo es lo que hay que dar y su valor al trabajo
y al que trabaja en la fábrica y al que trabaja en el campo, y al que trabaja
en la mina y al que trabaja en el barco,
Lo que hay que darles es todo, luz y sangre, voz y
manos, y la paz y la alegría
que han de tener aquí abajo, que para las de allá
arriba, no hay porque apurarse tanto, si ha de ser disposición de dios para el
hombre honrado darle tierra al darlo a
luz, darle luz al enterrarlo.
Por ese quiero hijo mío que te des a tus hermanos,
que para sus bienes pelees
Y nunca te estés asilado; bruto y amado del mundo te prefiero a solo y sabio.
A dios que me dé tormentos, a dios que me dé
quebrantos, pero que no me dé un hijo de
corazón solitario”.
Dado a que
estos años has sido difíciles, debido a que nunca antes en la historia
de Venezuela se había producido una migración tan grande hacia el
exterior, producto de la opresión del
déspota, por despreciar el talento de los nuestros, quiero transcribir una estrofa de otro poema que nos recuerda la
gesta libertaria de nuestros antepasados
y nos exhorta a luchar en contra del
despotismo en nuestro puesto, desde
nuestro terruño:
“Los cuatro que aquí estamos nacimos en la pura
tierra de Venezuela,
La del signo del éxodo, la madre de Bolívar y de
Sucre y de Bello y de Urdaneta Y de Gual y de Vargas y del millón de grandes,
más poblada en la gloria que en la Tierra, la que algo tiene y nadie sabe
dónde, si en la leche, en la sangre o en la Placenta, que el hijo vil se le
eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”.
La fuerza de la expresión en Andrés Eloy se
manifestó siempre por encima de los problemas y sinsabores y se yergue con su
filosofía imperecedera por hacer bien y por desterrar los odios, porque una
patria no se construye con rencores, sino con amor, razón por la cual considero
importante recordar esta estrofa:
“por mí, ni un odio, hijo mío, ni un solo rencor por
mí,
No derramar ni la sangre que cabe en un colibrí, ni
andar cobrándole al hijo
La cuenta del padre ruin ni olvidar que las hijas
del que me hiciera sufrir
Para ti han de ser sagradas como las hijas del cid”.
Dado que nuestra acción diaria se realiza en la
tierra procera e histórica del Estado Vargas, impregnada de ejemplos por los
antecedentes de hechos forjados en la tierra guayreña, también quiero recordar
algunos fragmentos del discurso del Poeta aquí en La Plaza Vargas, cuando vino
a hablarnos en 1937 de la Hora de Vargas, la cual nos recuerda que también es
hora de sacudirnos del mal que nos aqueja por esta peste militar posesionada en
el poder y es hora de darle un cambio a la situación:
“La hora de Vargas está esperándose a sí misma en un
viejo reloj, entre un minutero de angustia y un horario de esperanza. Hoy
asistimos al comienzo de un proceso semejante al de 1834. Fenece un ciclo
militar atropellante; comienza una etapa
de transición que históricamente, debe conducir en el próximo período
constitucional a la hora de Vargas, a la
consagración del poder civil. (…) … Aquí en la ciudad de Vargas, bajo el sol de
fuego que le vio nacer, sepa a promesa el voto que hagamos de caminar hacia su
hora. No importa lo dulce o amargo de la historia pasada y presente, si frente
al bronce del apóstol se afirma la voluntad. Recordemos que estamos hablando
para nuestros hijos. La arepa es de los hombres, pero el maizal es de los
niños. Este mar y esa montaña se saben de memoria a los grandes tercos y a los
grandes inquietos. ¡Cuántos rumbos, cuantos destierros, cuántos regresos ha
visto esta costa! El mar sabe más que el continente de la angustia de los libertadores.
No quiero desmeritar a los libertadores que nos
hicieron y dieron una patria en la cual
cabemos todos, pero la acción política de
los hombres de estos tiempos, a la igual que la los libertadores exige
darse íntegramente en sus ideales y luchas
para lograr el cometido que nos
propuso Andrés ese día soleado en la costa guayreña. Que ese mensaje sea una
advertencia para que cuando el clarín de la patria suene, estemos entonces en
el albor de un tiempo diferente que nos sepa a amor y reconciliación en una
verdadera democracia.
Feliz navidad y un prospero años nuevo a todos.
rubencontrerasg@gmail.com
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