La muertamentazón que ocurre en Venezuela es un fenómeno reciente; nosotros no éramos así. Siempre hubo el lance sangriento por asuntos de faldas, la venganza por una cuita, la estupidez cometida por un borracho. Pero en ellas no aparecía la sevicia. Ese ingrediente es nuevo por estos lados. Dos, creo yo, son los causantes. Y ninguno de ellos es la pobreza, como sugieren por ahí. Estudios muy serios de criminólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos en todo el mundo se encargan de desmontar esa opinión. En nuestro país abundaban —y todavía abundan— los “PPH”, pobres pero honrados.
Uno de los causantes es la televisión. Los de cierta edad crecimos con John Wayne, Errol Flynn y Gary Cooper dirimiendo sus problemas con los villanos, a mediodía en punto, en el medio de la calle principal del pueblo. Y el asunto terminaba con un único tiro disparado certeramente por el revólver del “muchacho”. Mejor dicho, dos, porque el “bandido” también disparaba pero la bala pegaba en tierra. Hoy, lo que uno ve es a los protagonistas de “Duro de matar”, “24” y otros thrillers parecidos descargar el cargador entero de su pistola al malo. ¡Ojo!, reconozco que esa forma de actuar es la debida, tácticamente hablando. Pero de que condiciona más a los “landros” gatillo-alegre, los condiciona.
El otro es la ideología de un régimen cuyo objetivo es mantenerse en el poder a toda costa, sin importar cuán inmoral, o simplemente criminal, es lo que hace o preconiza. La bendición descarada de Tiburón Uno, a inicios de su desgobierno, a quienes robasen con el alegato del hambre ya daba a conocer por dónde vendrían las cosas. El insano discurso que transpira odio que viene de lo más alto —agravado por el silencio cómplice (cuando no la decisión artera) desde la Fiscalía, el Tribunal de la Suprema Injusticia y la Defensoría del Jefe— ha enfermado mortalmente a la nación. Descarados delitos de acción pública son cometidos sin que siquiera un reproche sea emitido. Por el contrario, son objeto de comentarios o decisiones laudatorias. Resulta que ahora no es delito decirle HDP a alguien desde un programa de televisión “animado” por un reputado drogómano que a su vez se “anima” con polvos blancos antes de la emisión de su bazofia ¡desde una emisora pagada por todos nosotros! Eso es “libertad de expresión”. Resulta que ahora, porque hay que seguir metiendo la cizaña divisiva, la invasión de propiedades privadas ya no será considerada un delito, sin importar que aparezca tipificada en el Código Penal, sin importar que junto con esta vengan, concomitantemente, otros delitos como el robo, la perturbación del orden, la destrucción de bienes e incendios. Resulta que, por decisión judicial “offside”, un individuo que por años y años ha venido perturbando la paz en una universidad, al que se le ha levantado varios expedientes por eso, no puede ser expulsado. Y, para “más piol”, es abrazado y declarado héroe nacional por el Gran Patán, quien creía que con eso le iba a conseguir el triunfo en las elecciones estudiantiles. El “héroe”, envalentonado, al ver que no llegó ni al 10% de los votos, y que el esfuerzo del Enfermito fue nulo, manteniéndose fiel a la ideología violenta del PUS no tuvo otra ocurrencia que aplicar la de Jalisco —que cuando pierde, arrebata, según el corrido— tratar de acabar con los escrutinios, Fallidamente, a Dios gracias.
¡Qué contradicción tan grande eso de que personas que fueron formadas en esas universidades, en las cuales tuvieron la oportunidad de estudiar todas las doctrinas políticas, inclusive la que profesan, sean quienes estén empeñados en que haya un solo libro, un solo pensamiento, una sola idea; que sean ministros al servicio de la barbarie! Que un ágrafo como Soto Rojas crea que eso de regimentar el pensamiento es lo correcto, pase. Sería pedir peras al olmo. Pero que Rodríguez Araque, la Hanson, Giordani, Navarro y otros cavilen así y contribuyan a ese despropósito es preocupante. Porque piensan solo en el mantenimiento del poder, sin importarles el daño que le hacen al futuro del país. Pareciera que no saben (o no les interesa) que hay intereses nacionales que obligatoriamente tienen estar por encima de las pasiones partidistas; que los grandes objetivos nacionales deben preponderar sobre las mezquinas apetencias de poder.
Los tubazos a Diego Arria en la Cátedra "Pío Tamayo", los disparos a María Corina en el 23 de enero, los golpes a Julio Borges solo difieren de la avilantez criminal cometida contra el niño de Guanare en el tamaño de la vileza. Pero el origen es idéntico: un régimen que tiene como objetivo final el logro de la hegemonía, que no contempla la alternancia; uno que se disfraza de demócrata para que puertas afuera no se enteren de la tiranía; uno que para el logro de esos fines no tiene el menor empacho en pisotear legalidad, rectitud y virtudes.
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