La libertad
adquirida por los rusos hace veinte años ya es apenas un recuerdo y la férula
de un régimen con eternización de Vladimir Putin en el poder, obliga a los
rusos a repetir la gesta emancipadora, anunciando convulsiones y dando la señal
de que el proceso de la caída de ese imperio no ha terminado.
Hace veinte
años, el 08 de diciembre, la perestroika ponía término a la Unión Soviética.
Mijaíl
Gorbachov
|
Boris Yeltsin |
Lo más
excepcional en el fin de la URSS fue que su caída no se debió a una agresión
exterior proveniente del imperio enemigo, sino de fuerzas que actuaron desde
adentro y desde la cima de la pirámide.
Fueron las propias élites políticas las que se encargaron de rematar un
poder que parecía inamovible, salvaguardado por un sistema represivo, feroz,
afincado sobre un poderío nuclear, y sobre el apoyo internacional de las
fuerzas que comulgaban con el comunismo y que actuaban a nivel planetario en
función de los intereses de la URSS.
Para Vladimir Putin, el presidente de Rusia que apunta a ser reelegido,
la caída de la URSS significó “una catástrofe geopolítica”.
Vladimir Putin |
Es cierto,
que en términos históricos no deja de ser excepcional que un poder como el
soviético se desintegrara como un castillo de naipes. Las diferentes secuencias que desembocaron en
el fin de la URSS comenzaron cuando la élite dirigente decidió emprender
reformas para ponerse a la altura del proceso de modernización de EE.UU y de
Europa.
Las reformas
de modernización del aparato del Estado emprendida por Gorbachov y su equipo,
impulsada desde arriba, y sin contar con una mayoría, actuaron como cuando se
tira de un tejido un hilo que se ha roto y de pronto, se deshace toda la trama. En una segunda fase, Gorbachov emprende la
era de la glasnost (transparencia) para obligar al aparato de poner en marcha
las reformas. Interviene la catástrofe
nuclear de Chernobil que obliga poner término a la política del secreto,
precipitando así el fin de la censura.
Hasta se admite la existencia del virus del sida hasta entonces
considerado por la propaganda oficial, como una prueba más de la decadencia de
los países capitalistas que no tenía incidencia en el reino de la pureza
comunista.
En realidad
el tiro de gracia de la URSS fue la recuperación de la libertad de
expresión. La misma prensa oficial,
Izvestia y Ogoniok, comienzan tímidamente a realizar reportajes sobre la
situación real del país y sobre el resto del mundo, impulsada, es cierto, por
una prensa no oficial, hecha de pequeños panfletos que circulaban informando
sobre hechos que el poder mantenía en secreto: los movimientos sociales cada
vez más frecuentes como las huelgas de
obreros. En la televisión comienzan a
transmitirse emisiones en muchas direcciones, sin control de la censura.
Viendo el
desarrollo de esos acontecimientos desde la distancia de los veinte años, se
percibe que el sentimiento democrático logró imponerse como algo irreversible
en el ámbito de ciertas élites, que fueron escuchadas por una población
sedienta de libertad que respondió abriendo el espacio público, expresando su
aspiración de independencia. Se derriban
las fronteras del silencio, así es como se escucha la palabra de miles de
jóvenes, ex soldados de la invasión soviética a Afganistán, lisiados, en sillas
de ruedas, denunciando las aventuras bélicas de Moscú.
El proceso
de independencia aún no ha terminado. Es
cierto que los rusos pueden viajar hoy sin limitaciones y adquirir lo que
deseen, por supuesto si tienen los medios, pero la libertad de palabra en la
televisión ya no existe como en la primera época de la democracia y los rusos
que deseen expresarse libremente, tienen que recurrir a Internet y a las redes
sociales. Tras la reciente reelección
por “mayoría absoluta” de la candidatura de Vladimir Putin, la población
comienza de nuevo a expresar su exasperación ante la corrupción y la dinámica
autocrática del régimen, en particular, del presidente y su primer ministro,
quienes deciden desde la pirámide el destino del país.
El talante y
la presencia mediática del ex oficial de la KGB, Vladimir Putin, dispuesto a
ejercer la presidencia vitalicia, secundado por una oligarquía corrupta que
ejerce un nivel de corrupción, tal vez mayor que el de la boliburguesía
venezolana, están creando una atmósfera de exasperación que puede convertir a
Rusia en un foco de conflictos a corto plazo.
Elizabeth Burgos |
eburgos@orange.fr
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA