ELIDES J. ROJAS L: EL DEBATE QUE NO VEREMOS JAMÁS

No es el de ayer. El de ayer es apenas el segundo de muchos grandes debates que se producirán de aquí hasta febrero del 2012. Y no es que haya sido malo. Al contrario. Resultó otra demostración de pluralismo y especialmente de diferenciación con respecto al negro y viejo período chavista. Estas ofertas son frescas, nuevas y sí permiten abrigar esperanzas sobre un futuro mejor. Más allá de las opiniones que cada quien pueda tener, incluso hasta con la salida electoral como solución al problema, lo que está ocurriendo con la oposición es inédito y sus mensajes también.

Sin buscar ganadores. Sin tratar de confrontar, sin poner la lupa en uno u otro, la clave aquí es que todos los mensajes son de reconstrucción y unidad. Ninguno habla de destruir al capitalismo o al socialismo, de acabar con la empresa privada o con los militares. Se trata, insistimos, es de reconstruir, devolver la confianza en un país que en este momento está muy bien ubicado en indicadores raros como estos: es percibido como uno de los países más corruptos del mundo, está catalogado como uno país sin transparencia en sus procesos, un país de muy poca libertad empresarial, no colabora con la lucha antiterrorista, hay claros indicios de que varios de sus próceres están enredados en negocios peligrosos, tiene fama de maula y de no pagar ni siquiera cuando se trata de inversiones conjuntas.

MONOLOGO

Cada vez que Chávez se para frente a un micrófono, lo cual a pesar del cáncer y la quimio, sigue siendo frecuente, lo que suelta es una metralla de mensajes negativos. Todo es guerra, lucha, batalla. Todo es amenazas y persecución. Todo es de un tono militar que lleva al país directo a los años 30 del siglo pasado. Todo es confiscación, nacionalización, ven a mi que tengo flor, vulgaridades, insultos. Esa no es la Venezuela que quiere la mayoría, a pesar de las decisiones del sistema judicial que autorizan al insulto público solo por no sancionar a uno de sus más dignos representantes. Ese es el punto. Ese nivel de dirigencia hundido, tercermundista, parroquial y ridículamente cursi no lo quiere más al país. Y los debates de la oposición, aunque no se trate ciertamente de debates, dejan en claro que lo que viene, no importa la individualidad, es otra cosa muy diferente a este machorreo retrógrado que significa Chávez y el chavismo. Esa es la clave.

¿Será Chávez capaz de aceptar un debate contra el candidato de la unidad, cuando efectivamente las primarias hablen? No. 

Ese uno contra uno no lo veremos jamás. Nada indica que el invicto militar vaya a meterse en el lío de ponerse frente a frente con el candidato que resulte ganador en las primarias.

¿Por qué?

Simple. Tiene miedo, no será capaz de defender su gestión porque simplemente no tiene obra, es demasiado vulnerable en lo económico, en materia de corrupción es indefendible. Y si se habla de acuerdos y tratados con otras naciones mejor que saque la bandera blanca y ponga rodilla en tierra como lo ha hecho otras veces. No. No enfrentará cara a cara a nadie. Y, además de tener miedo al punto de inhabilitar a uno de los aspirantes, quedará en evidencia que su discurso caducó. Chávez se quedó en la guerra fría y su mensaje belicoso y de choque ya no genera pasiones. Al contrario, si tanta bulla gritona e insultante tuviera algún resultado en la calidad de vida de los venezolanos, todavía. Pero nada. Esto es quiebra tras quiebra. Hambre, desempleo y desesperanza.

Chávez huirá valientemente. Es un debate que no veremos nunca.

erojas@eluniversal.com 

Twitter: @ejrl

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