La volatilidad de la opinión pública niega por
completo cualquier lectura que beneficie la exposición de un Chávez
irreductible en las urnas electorales. Las "salas situacionales" se
revientan los sesos.
Lo que parecen desear es lo mejor de los dos mundos:
son ellos los que deciden y están a la espera.
El dato es útil para comprender lo que los números
sugieren. Nada en ellos insinúa que el chavismo tiene en la mano un triunfo
seguro. La volatilidad de la opinión pública niega por completo cualquier
lectura que beneficie la exposición de un Chávez irreductible en las urnas
electorales. Las "salas situacionales" se revientan los sesos. El
país no es una, ni dos, ni tres masas compactas alrededor del Presidente y su
gestión; o bien de la oposición y la MUD.
No son pocas las preguntas de las encuestas en las
cuales dominan contestaciones sugestivamente moderadas. Es curioso, por
contraste, que las sumas de las opiniones "positivas" y "muy
positivas" resulten en porcentajes tan magros como los que se observan
también en la suma de las ponderaciones "negativas" y "muy
negativas"... La interpretación de ese detallazo debería estar ocupando a
los estrategas de los polos que medirán sus fuerzas el año próximo: ... aquél
que atine, se llevará la victoria.
Vistos los números, solo cabe una conclusión: la
Venezuela que hoy tenemos enfrente no es una nación de juicios definitivamente
"malos" o "buenos" respecto del oficialismo y sus
contendores... Es asombroso que el bloque más amplio -ante muchas
interrogantes, algunas de ellas principalísimas- esté constituido por ciudadanos
para quienes todo marcha en forma "regular". Regular es la situación
del país, la imagen del Presidente, su desempeño y sus adversarios...
Dígase lo que se diga, "regular hacia bueno"
y "regular hacia malo" será siempre un "ahí-ahí", aunque
haya mil retoques técnicos, útiles para animar -o desanimar- a quienes, en
medio de la disputa, necesitan verse acogidos positivamente por el
electorado... Quedan a la vista unas cuantas verdades relativas: nada ni nadie
exhibe popularidades rutilantes. Nadie se encuentra arropado por el amor
incondicional del pueblo. Todos están siendo observados con ojo crítico y no
existen, ni de lejos, los antiguos radicalismos aguijoneados por la
polarización.
Lo que demuestra esa gruesa porción de venezolanos
cuyas opiniones se alzan sobre las ponderaciones "buenas" y
"malas", es que no hemos llegado todavía al momento de
"cualquier cosa es mejor que esto" y que tampoco estamos en las horas
del "con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo".
Los venezolanos que integran el amplio círculo del
"regular" se mueven en otras aguas: Gobierno y oposición reciben de
ellos un tratamiento equilibrado: cada cual es cuestionado o avalado conforme a
sus actuaciones. Se admite lo bueno, cuando lo hay, y se rechaza lo malo, cuando
deslumbra el desacierto. Lo que parecen desear es lo mejor de los dos mundos:
son ellos los que deciden y están a la espera... Un buen punto para los
estrategas.
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