El ex ministro de finanzas de Chile, Andrés Velasco, es el mejor preparado para liderar la Oposición al gobierno de Sebastián Piñera
Andrés Velasco |
En el programa Tolerancia Cero de la semana pasada, el vocero de gobierno nos dice que han entrado en contacto con varios personeros de la Oposición, pero que ninguno tiene el peso suficiente para lograr acuerdos. Este vacío es una de las muchísimas taras institucionales que exhibe la chapucería constitucional ideada por Jaime Guzmán, y que de algún modo debemos remediar. Un país democrático requiere de una Oposición fuerte y constructiva, que sea una alternativa al gobierno y que, cuando sea necesario, llegue a acuerdos.
El sistema chileno es, como sabemos, un ultrapresidencialismo con anfetaminas en que la Oposición es una pantomima, es como un espantapájaros que está ahí para que los pajaritos crean que hay alguien, pero en el fondo no hay nadie. La idea es que el gobierno proceda sin contrapeso. Lo dramático es que, efectivamente, en la Oposición sólo hay liliputienses políticos. Aún exangüe, sumida en un interminable búsqueda interior, la coalición que debiese servir de dique al Gobierno no da pie con bola, y la ciudadanía se encuentra en ascuas, aturdida y enrabiada ante un Gobierno debilitado y una Oposición inexistente.
A Chile Liberal le gusta el sistema parlamentario, y cuando comience de verdad el debate sobre una nueva Constitución, nuestra propuesta será a favor de recuperar la república parlamentaria —que alguna vez fuimos—, inspirada en el parlamentarismo británico. En el parlamento es donde deben contender ambos, Gobierno y Oposición. En vez de montar un patético show cada cierto tiempo con las famosas interpelaciones parlamentarias, debiésemos institucionalizar el choque entre las autoridades de gobierno y la Oposición tal como ocurre cada miércoles en Westminister con las famosas "Preguntas al Primer Ministro", una feroz contienda en que cada miembro del gobierno debe replicar a las críticas que le formula el "gabinete en las sombras", o el gabinete opositor. Es decir, el bloque opositor debe formar un gabinete alternativo cuya función es poner a raya al Gobierno y estar preparado para asumir el poder. El peso de liderar la Oposición recae en un líder que, como los ministros su "gabinete en las sombras", recibe un sueldo especial para cumplir su labor. Si no convencen que su alternativa es mejor que la del gobierno, ele electorado entonces no votará por ellos, sino que continuará apoyando al gobierno. Es evidente que un sistema presidencial exhibe demasiadas falencias en comparación a uno parlamentario.
Hemos visto últimamente un interesante intercambio entre el precandidato presidencial Andrés Velasco —hasta ahora, nuestro favorito para ganar la próxima elección— y el ministro Cristián Larroulet —un ultraconservador que encarna los desaciertos ministeriales de Piñera—. Pero esto ha ocurrido en el epistolario de El Mercurio, donde Velasco incluso se saca la chaqueta y le ofrece un duelo en otro lugar (la versión intelectual de "te espero a la salida"). Preferiríamos que el ex ministro, un tipo bien formado, ilustrado, sereno y astuto, cada semana hiciera añicos con agudas preguntas a Sebastián Piñera, y que éste último, a su vez, increpara de vuelta a Velasco por lo hecho (y no hecho) en el gobierno anterior, y que esto ocurriese institucionalizadamente en el Parlamento, semanalmente, con la ciudadanía como espectadora, transmitido todo por TV e Internet para discusión abierta. Pero esto no ocurre, sino que hay que andarse inventando instancias de debate.
Nuestro sitio ya solicitó anteriormente a Andrés Velasco que se lanzase como candidato. No ocurrió así, y la Concertación, en un triste burdel electoral, recauchó a Eduardo Frei pensando que el ex presidente ofrecía el cambio que tanto se añoraba. Al final votamos por Piñera con gusto. ¿Que iba a quedar la grande? Pues que quede, es hora de ejercitar todos nuestros músculos democráticos, y abrazar las crisis: es necesario dar uno o dos pasos atrás para avanzar tres o cuatro. Nunca hay oportunidades si no hay crisis.
Por su parte, Velasco avanza a paso firme, y los perros ya ladran. ¡Qué buena señal! Es una incongruencia culparlo por la derrota de la Concertación. El gobierno de Bachelet terminó con una altísima aprobación ciudadana, malamente se puede culpar al hombre de las finanzas por la derrota de la Concertación, que en realidad fue por el error de postular a Eduardo Frei haciéndole un mariconeo sin precedentes a Marco Enríquez-Ominami.
Velasco tampoco fue el autor de la "traición" a los pingüinos. Los estudiantes lograron lo que pedían, abolir la LOCE, y el dinero de los excedentes del cobre fue puesto en el chanchito, lejos de las manos de los populacheros que de otro modo nos habrían dejado en pelotas ante la enorme crisis que estalló el 2008 y que aún no culmina. Es cierto que hemos retomado el crecimiento y el empleo ha bajado, todo esto es mérito del gobierno de Piñera y nos alegra que su gestión cumpla con las expectativas, pero reconozcamos que fue posible entrar rápidamente a la fase expansiva del ciclo porque el gobierno anterior entregó las finanzas del país con un modelo contracíclico que funcionó bien gracias a Velasco.
El ex ministro debe trajar sus debilidades. La más evidente, es que no tiene calle. Nunca ha ganado un puesto por escrutinio popular, pero esto es mejorable. En una democracia sana, la presidencia es la coronación de una carrera política que incluiría concejalías, alcaldías, luego puestos en el parlamento, nominaciones ministeriales y una senaduría, todo esto antes de pensar en gozar del honor de presentarse como candidato a la más alta magistratura. En Chile, Bachelet fue presidenta siendo ¡apenas concejal! Su gran mérito fue ser nominada ministra, no lograr terminar las filas en el sistema de salud y posar sobre un tanque. El currículum de Velasco en este aspecto es tan breve como el de Bachelet, pero al menos cuenta con un plus extraordinario que es saber al dedillo el tejemaneje de las finanzas del país. La cuestión s como sacarlo del tecnicismo académico al liderazgo político, pero puede ponerse a sus espaldas la bien engrasada maquinaria política de la Concertación, que si se pone a su servicio, lograría volver a La Moneda. Pero aparte de sus debilidades, Velasco exuda modales presidenciables, ofrece cierto aire distante que la ciudadanía agradecerá luego de las payasadas de Piñera.
En fin, Velasco es, como dicen los gringos, "un seguro par de manos". Si es capaz de explicarle o no a la señora Juanita lo nefasto de la inflación, eso da lo mismo, porque la señora Juanita confía en que el tipo sabe. Ha planteado buenas críticas y sus instintos sociales están en las coordenadas correctas. Velasco goza de impecables credenciales en el mundo académico y de la economía política. La Concertación no puede ser tan idiota como para nuevamente recauchar a un ex presidente, esta vez Bachelet, y hacernos pasar gato por liebre. Velasco es el experto tras bambalinas, y ahora, ser él mismo quien lidere desde el frente de batalla, y no cuchicheando al lado del trono, es el desafío que enfrenta. Pero creemos que tiene la capacidad de lograrlo e imponerse a otros precandidatos de la Concertación en una primaria que esté a la altura de nuestra cultura política.
Hace años pedimos darle una oportunidad a Piñera, cuando recién se perfilaban las elecciones pasadas. Luego pedimos nominar a Velasco, y se nos desoyó. Ahora que, más que nunca en las últimas décadas, se necesita un líder opositor potente, Chile Liberal quiere ver a Andrés Velasco tomando las riendas de la Oposición. Y si lo hace bien, habrá que empezar a pensar cuál serían nuestros encargos para su futura presidencia.
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