Hoy se plantean dos estrategias de lucha por la presidencia de la república: una es ignorar a Chávez y evitar confrontarlo, la otra es entrarle de frente resaltando su acumulación de errores y fallas.
Si algo ha ocurrido en nuestro país es la capitulación frente al discurso atorrante y excluyente de Chávez. Copa de tal manera todo el espacio auditivo y visual de los venezolanos que a los opositores les cuesta plantear un discurso en el que no esté metido el Jefe de Estado. Hoy se plantean dos estrategias de lucha por la presidencia de la republica: una es ignorar a Chávez y evitar confrontarlo, la otra es entrarle de frente resaltando la acumulación de errores y fallas que ha acumulado a lo largo de estos doce años de su mandato presidencial.
Al respecto de cuál de estas modalidades es la más eficaz, las opiniones están divididas e incluso no queda claro, analizando los focus groups realizados, cuál dará a la larga mayores beneficios.
Lo que a nuestro juicio se requiere de los candidatos opositores es coherencia, coraje y constancia. La lucha es difícil y desigual: por un lado está un presidente sin escrúpulos que dispone de todas las palancas del Estado y de ingentes cantidades de dinero para repartir a diestra y siniestra durante su interminable campaña electoral. Del lado opositor estamos en la fase pirandeliana en la que muchos actores buscan un autor que les dé coherencia y eficacia a su discurso electoral.
El tiempo estipulado para decantar las candidaturas y lograr que uno de los muchos se convierta en el personaje central de la lucha contra Chávez es necesario pero evidentemente reduce el lapso disponible para enfrentar al actual presidente. Eso puede darle ventaja a un Chávez que ya está en campaña. Tal vez lo que deberían empezar a presentar los pre-candidatos de la oposición es su voluntad inquebrantable de respaldar y luchar por el mismo objetivo de la mano de quienquiera que resulte electo en las primarias. O en otras palabras que el cambio que se le propone al país no depende solo del candidato sino de la unión de todas las fuerzas democráticas. Hay que evitar a toda costa que en Venezuela ocurra lo mismo que en el Perú.
No pretendemos tener una bola de cristal ni sustituir nosotros a los políticos de oficio que sabrán por qué se están tomando su tiempo para seleccionar al candidato. Sin embargo, no renunciamos a ejercer nuestro derecho como ciudadanos de expresar que no es haciendo guantes de sombra como se ganan los combates en el boxeo, sino que es necesario ir al cuadrilátero sin miedo y con conocimiento suficiente de las debilidades del adversario para poder si no ganarle por knockout al menos por suficientes puntos como para no dejar lugar a los árbitros para que amañen el resultado.
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