La mejor descripción de lo sucedido en el demorado "VI Congreso del Partido Comunista de Cuba" la hizo probablemente una notable cubana. Me refiero a la bloguera Yoani Sánchez, cuando, comentando acerca de sus resultados, señaló que los representantes del partido comunista "no lograron atravesar los límites de su inmovilismo, la línea roja del miedo". Y fue efectivamente así.
Marino Murillo |
Todo comenzó y culminó -en una Cuba que bajo Raúl Castro está cada vez más regida por los militares, los únicos en los que el nuevo líder parece confiar- con el amenazador desfile militar y el rugir de los "Migs" surcando el cielo caribeño. Ocurre que, como también apuntara Yoani Sánchez, el "mensaje militar" estaba dirigido al pueblo de Cuba, para que, más allá del ambiente de pretendida reforma, no olvide que el gobierno "todavía ostenta la pistola al cinto y no va a permitir el creciente coro de los inconformes".
¿Qué deparó el Congreso del Partido Comunista de Cuba, que no se reunía desde hacía 14 años?
Poco y nada. Fundamentalmente, los rituales litúrgicos propios de la realidad comunista. Raúl Castro asumió formalmente el poder, de la mano de su esposa, vestida de blanco y eufórica. Junto a él -visiblemente debilitado- Fidel, con 84 años en sus espaldas, dificultades serias para caminar y sin pronunciar palabra alguna, legitimando con su presencia la transferencia de poder al "nuevo líder", de 79 años de edad: su hermano Raúl, quien al ser proclamado Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista Cubano prometió solemnemente a su pueblo no quedarse en el poder más allá del año 2018. Esto es, más allá de sus 86 años.
Una auténtica oligarquía, conformada por "gerontes", se negó a dar un paso al costado. A dejar pasar a la juventud. Tan es así, que designó por primera vez como vicepresidente a un "no-Castro". Este es, apenas, el "milagro" del Congreso: el nombramiento de José Ramón Machado, de 80 años, fuera del clásico nepotismo. Cuando venza su mandato, Machado tendrá 87 años.
Para controlar mejor las cosas, el Partido "decidió" asimismo reducir el número de miembros del "Buró Político" del Comité Central, de veinticuatro a sólo quince, donde prevalece ampliamente la "guardia vieja" -la generación histórica de la "revolución"- ahora acompañada por los militares. Seis de los quince miembros del Buró son generales. Hay una sola mujer. Y un promedio de edad de 67 años. Increíble. Pero entre los nuevos miembros habrá que seguir al economista Marino Murillo, de 50 años -un "joven" entonces- que tendrá a su cargo la "reestructuración económica" decidida para "salvar" al comunismo de sus propios errores, sin admitirlos.
El discurso oficial sostiene que la culpa del fracaso de medio siglo de comunismo la tiene la "burocracia", que no supo interpretar las órdenes de Fidel las cuales, de haberse cumplido, habrían pretendidamente llevado al pueblo de Cuba al éxito hasta hoy extraviado. Esa misma "burocracia" recibió también la dura acusación de no haber sabido preparar el recambio de dirigentes, razón por la cual la generación histórica, pese a su disposición, "no pudo ser reemplazada".
Por aquello de "después de mí el diluvio", ahora los hermanos Castro admiten que la alternancia en el poder es una buena práctica y aceptaron limitar los mandatos de los más altos funcionarios públicos a diez años. Para mañana, naturalmente. Comparando esto con el medio siglo de control de todos los resortes del poder por parte de los Castro, parece un avance. Sobre todo, porque por la zona se oyen las expresiones de Hugo Chávez que predica la necesidad de eternizarse en su cargo para concretar su hasta ahora también fracasada "revolución". Para él no hay propuestas de límites temporales.
El nuevo plan económico cubano supone cortar un millón de empleos públicos. Además, descentralizar a un agro, donde todo pertenece al Estado, que en medio siglo ha sido incapaz de dar de comer a su pueblo; permitir la compraventa de las casas; y el acceso al crédito, aunque restringido en montos y plazos. Cerca del 90% de los cubanos es dueño de sus casas, por las que no pagan impuestos de ningún tipo, lo que en más cambiará. Hasta ahora sólo podían permutarlas, alternativa que alimentaba la corrupción. Podrán, además, comprar y vender sus autos, sobre todo los llamados "almendrones" o sea los autos norteamericanos de la década de los 50, que todavía circulan pero con anticuados motores soviéticos. Nada será demasiado fácil, si recordamos que el salario promedio de los cubanos es de apenas 20 dólares al mes.
Mi amigo, el periodista y ex embajador cubano ante las Naciones Unidas, Alcibíades Hidalgo, por años secretario personal de Raúl Castro y uno de los hombres que mejor lo conocen, hoy exiliado en Miami, preguntado que fuera acerca de si estamos en presencia de una "transición real", contestó: "Pienso que no. Creo que el Congreso ha significado la consolidación de una cúpula cada vez más pequeña, cada vez más militar, cada vez más alejada del conjunto del país. Se ha impuesto la desconfianza de los militares sobre los intelectuales". Una síntesis apretada e impecable de lo poco y nada ocurrido.
¿Qué deparó el Congreso del Partido Comunista de Cuba, que no se reunía desde hacía 14 años?
Poco y nada. Fundamentalmente, los rituales litúrgicos propios de la realidad comunista. Raúl Castro asumió formalmente el poder, de la mano de su esposa, vestida de blanco y eufórica. Junto a él -visiblemente debilitado- Fidel, con 84 años en sus espaldas, dificultades serias para caminar y sin pronunciar palabra alguna, legitimando con su presencia la transferencia de poder al "nuevo líder", de 79 años de edad: su hermano Raúl, quien al ser proclamado Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista Cubano prometió solemnemente a su pueblo no quedarse en el poder más allá del año 2018. Esto es, más allá de sus 86 años.
Una auténtica oligarquía, conformada por "gerontes", se negó a dar un paso al costado. A dejar pasar a la juventud. Tan es así, que designó por primera vez como vicepresidente a un "no-Castro". Este es, apenas, el "milagro" del Congreso: el nombramiento de José Ramón Machado, de 80 años, fuera del clásico nepotismo. Cuando venza su mandato, Machado tendrá 87 años.
Para controlar mejor las cosas, el Partido "decidió" asimismo reducir el número de miembros del "Buró Político" del Comité Central, de veinticuatro a sólo quince, donde prevalece ampliamente la "guardia vieja" -la generación histórica de la "revolución"- ahora acompañada por los militares. Seis de los quince miembros del Buró son generales. Hay una sola mujer. Y un promedio de edad de 67 años. Increíble. Pero entre los nuevos miembros habrá que seguir al economista Marino Murillo, de 50 años -un "joven" entonces- que tendrá a su cargo la "reestructuración económica" decidida para "salvar" al comunismo de sus propios errores, sin admitirlos.
El discurso oficial sostiene que la culpa del fracaso de medio siglo de comunismo la tiene la "burocracia", que no supo interpretar las órdenes de Fidel las cuales, de haberse cumplido, habrían pretendidamente llevado al pueblo de Cuba al éxito hasta hoy extraviado. Esa misma "burocracia" recibió también la dura acusación de no haber sabido preparar el recambio de dirigentes, razón por la cual la generación histórica, pese a su disposición, "no pudo ser reemplazada".
Por aquello de "después de mí el diluvio", ahora los hermanos Castro admiten que la alternancia en el poder es una buena práctica y aceptaron limitar los mandatos de los más altos funcionarios públicos a diez años. Para mañana, naturalmente. Comparando esto con el medio siglo de control de todos los resortes del poder por parte de los Castro, parece un avance. Sobre todo, porque por la zona se oyen las expresiones de Hugo Chávez que predica la necesidad de eternizarse en su cargo para concretar su hasta ahora también fracasada "revolución". Para él no hay propuestas de límites temporales.
El nuevo plan económico cubano supone cortar un millón de empleos públicos. Además, descentralizar a un agro, donde todo pertenece al Estado, que en medio siglo ha sido incapaz de dar de comer a su pueblo; permitir la compraventa de las casas; y el acceso al crédito, aunque restringido en montos y plazos. Cerca del 90% de los cubanos es dueño de sus casas, por las que no pagan impuestos de ningún tipo, lo que en más cambiará. Hasta ahora sólo podían permutarlas, alternativa que alimentaba la corrupción. Podrán, además, comprar y vender sus autos, sobre todo los llamados "almendrones" o sea los autos norteamericanos de la década de los 50, que todavía circulan pero con anticuados motores soviéticos. Nada será demasiado fácil, si recordamos que el salario promedio de los cubanos es de apenas 20 dólares al mes.
Mi amigo, el periodista y ex embajador cubano ante las Naciones Unidas, Alcibíades Hidalgo, por años secretario personal de Raúl Castro y uno de los hombres que mejor lo conocen, hoy exiliado en Miami, preguntado que fuera acerca de si estamos en presencia de una "transición real", contestó: "Pienso que no. Creo que el Congreso ha significado la consolidación de una cúpula cada vez más pequeña, cada vez más militar, cada vez más alejada del conjunto del país. Se ha impuesto la desconfianza de los militares sobre los intelectuales". Una síntesis apretada e impecable de lo poco y nada ocurrido.
(*) El autor es ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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