Al iniciarse la gira del presidente Obama a Latinoamérica, la atención de los medios se concentrará --además de en la intervención aliada en la guerra civil de Libia-- en su visita a Brasil, el país más grande de la región. Pero el sitio en el que causará el mayor impacto probablemente será en América Central.
Quince años después del fin de las guerras civiles en Centroamérica, esta región se está convirtiendo nuevamente en uno de los lugares más violentos del mundo. Según cifras de las Naciones Unidas, más de 15,000 personas mueren anualmente en Centroamérica a causa de la violencia causada por los carteles del narcotráfico y el tráfico de personas.
Honduras ya es el país más violento del mundo, con un índice de homicidios anuales de 67 cada 100,000 personas, cuatro veces superior al de México, según informó recientemente el semanario The Economist. Comparativamente, el índice de homicidios de Estados Unidos es de cinco cada 100,000 personas.
Durante una visita de cinco días a Honduras, Nicaragua y una escala en El Salvador, me sorprendió ver el enorme incremento de guardas privados en las calles. Están en todos lados, y se ven mucho más que policías uniformados o efectivos del ejército. Según las cifras de las Naciones Unidas, en Honduras y Guatemala hay más de cinco veces más guardias privados que agentes de policía.
¿Qué esta ocurriendo?, le pregunté al presidente hondureño Porfirio Lobo en una extensa entrevista. Lobo, que fue electo en elecciones libres tras la crisis constitucional desencadenada por el golpe cívico-militar del 2009, me dijo que cada vez más carteles de narcotráfico de México se trasladan hacia Centroamérica, como resultado de la acción militar del ejército mexicano contra los carteles de la droga.
"Los carteles se están viniendo para acá", me dijo Lobo. "La delincuencia nos está afectando bastante, y de muchas formas, entre otras frenando la inversión".
Lobo me recordó que en los últimos dos años, miembros de la banda de Los Zetas --originalmente miembros del cartel mexicano de Sinaloa-- han incendiado autobuses con docenas de personas a bordo en varios países centroamericanos, dispararon contra una zapatería en Honduras, matando a varios clientes del comercio, y asesinaron a 72 inmigrantes centroamericanos en México cuando las víctimas no pudieron pagar lo que les exigían para ser ingresados clandestinamente en Estados Unidos.
"Es una delincuencia mucho más sanguinaria de lo que habíamos visto hasta ahora", dijo Lobo. "Comparativamente, los narcos tradicionales son niños de escuela".
Juan Orlando Hernández, el presidente del congreso hondureño, me dijo que los países centroamericanos no pueden luchar solos contra esas organizaciones criminales, porque los gobiernos carecen de los recursos y los conocimientos necesarios para derrotarlas.
"Estamos en una situación muy difícil", me dijo Hernández. "La única manera de salir es mediante una plataforma transnacional de lucha contra la delincuencia, en la que participen EEUU, México, Colombia y todos los países centroamericanos".
Se espera que Obama, cuya llegada a El Salvador está programada el martes, después de su visita a Brasil y Chile, anuncie un paquete adicional de fondos destinado a ayudar a Centroamerica a combatir las organizaciones criminales, según me informan funcionarios estadounidenses. Pero no quisieron detallar la cifra ni el alcance del paquete de ayuda.
Mi opinión: Está bien que Obama anuncie más fondos para ayudar a Centroamérica a combatir a las organizaciones criminales. Eso va a ayudar a corto plazo, pero no resolverá el problema. Hace falta reexaminar la base de la guerra de Estados Unidos contra las drogas.
De la misma manera en que otros presidentes estadounidenses admitieron --después de muchos años de negación--, que el masivo consumo de drogas en Estados Unidos es una parte clave del problema del narcotráfico, y de la misma forma en que la administración Obama acaba de aceptar que el contrabando de armas estadounidenses a México es una parte importante del problema de la violencia en México, Obama debería ir un paso más allá y admitir que ha llegado el momento de revisar la guerra de Estados Unidos contra los carteles de la droga.
Evidentemente, no está funcionando. Lo único que está logrando Washington es empujar los carteles de un país a otro: primero desde Colombia hacia México, y ahora --cada vez más-- desde México a Centroamérica. Si se expulsa a los carteles de Centroamérica, se irán al Caribe, y así sucesivamente. Es un juego sin fin, que está costando miles de millones de dólares, y decenas de miles de vidas por año.
Obama debería prestar atención a los consejos de los ex presidentes mexicanos Vicente Fox y Ernesto Zedillo, el ex presidente brasilero Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente colombiano César Gaviria y de muchos otros, que dicen que es hora de pensar en descriminalizar la marihuana, y usar los ahorros de esa lucha para financiar la educación y prevención contra el consumo de drogas en Estados Unidos. Eso, más que ninguna otra cosa, debilitaría el negocio de la droga, y frenaría el crecimiento de la violencia en Centroamérica.
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