Se acaban los atornillados a las sillas de gobierno. La libertad está de moda.
Sociedades que durante décadas han aceptado los desmanes de gobiernos autoritarios, montados sobre ideologías que dicen defender al pueblo y nacer desde el pueblo. Pueblo como expresión abstracta que todo lo justifica. Por más que lo intento, jamás podré entender ninguna razón que le de valor a la insana practica de gobernar indefinidamente. Aquí –en este mundo- parece haberse acabado ese derecho. Al otro lado del océano, la energía de los pueblos vibra al unísono para acabar con esa histórica práctica.
Príncipes bañados en oro, militares llenos de insignias y dictadores que disfrutan la buena vida al tiempo que sus pueblos trabajan para sostener sus lujos. Milicias armadas que dicen estar preparadas para defenderse de conspiraciones extranjeras, y que al menor signo de protestas la emprenden con el pueblo que dicen amar. La careta se les viene abajo y en un efecto de tipo dominó, pareciere que uno por uno, tendrán que abandonar sus privilegios bajo la presión de pueblos hastiados de mentiras, de promesas de futuro y de restricciones. No estoy hablando de Venezuela; estoy hablándoles de Libia, Yemen, Argelia, Bahréin, Jordania, Irán y Marruecos.
Un poquito más cerca, en una isla –que tampoco es Venezuela- un virus libertario está dando vueltas por todos los rincones. Los Castro no son pendejos y huelen de lejos y con tiempo, la necesaria transformación de las funcionalidades estatales para poder seguir en pie. No hay forma de seguir engañando a los cubanos acerca de lo malo que es el capitalismo. Todavía hay seguidores de Chávez que argumentan que Venezuela está ayudando a los cubanos a liberarse de un cerco imperialista, con el regalito del cable submarino, que permitirá comunicaciones libres a ese pueblo oprimido por los gringos. Los únicos cubanos que usarán ese cable son los opresores comunistas, porque el pueblo no tendrá acceso a esa libertad comunicacional.
Así las cosas, la resistencia pacífica, masiva, contundente y sostenida es la única solución para hacerle saber al mundo y a los gobiernos, que los pueblos no estamos dispuestos a permitir que se lleven a nuestros países por otros rumbos. Este país se lo debo a mis hijos, me refiero a un país progresista, unido y armonioso, donde no tengamos que bajar la voz para hablar del gobierno y donde no tengamos que odiar a nadie, menos por nuestras diferencias políticas. Este país pide resistencia y la tendrá, téngalo usted por seguro.
Se acaban los días. Se los llevan a cuestas como un fardo de fantasmas que intentan nublar la vista de un país. Se levantará este pueblo para acabar con la infamia, de la misma forma que lo hicieron nuestros gloriosos antepasados. Algo me recuerda aquel enero del cincuenta y ocho. Encuentro un paralelo entre aquellos pueblos buscando libertad y los que aquí se levantaron en contra de la dictadura perejimenista. Está por amanecer para los pueblos que reclaman sus libertades. Está por amanecer para que se abran los ojos de muchas personas obnubiladas por las siempre inconclusas promesas de quienes engañan a sus pueblos. No estoy hablando de Venezuela.
Enrique Pereira @pereiralibre
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