Para que la gente avance en el rescate de la democracia debe practicar la fe en Dios y concienciar que en el totalitarismo las instituciones del Poder Público son ilegítimas.
El totalitarismo crea una paradoja para la gente que desea vivir en libertad, es la política del ganar ganar para el régimen y del perder perder para la gente. Quienes se resisten son discriminados, acosados, perseguidos, torturados física y psicológicamente, asesinados o encarcelados mediante juicios fraudulentos. Los que se someten o pretenden ser neutrales quedan condenados a sobrevivir aceptando su negación como personas, pues el totalitarismo conculca todos los derechos humanos.
Cuando quienes, bajo el paradigma democrático, buscan la restitución de la libertad, la justicia, la igualdad y la paz mediante el diálogo, la negociación, la huelga, la interposición de recursos ante las instituciones del Estado, las elecciones, etc., en vez de conseguir su objetivo terminan legitimando al régimen ilegítimo, pues reconocen como autoridad a las instituciones del Estado que han sido secuestradas por éste para convertirlas en un instrumento para asegurar su permanencia en el poder por siempre y ejecutar el control total. Y si no se ejerce ninguna acción o recurso contra los actos arbitrarios del régimen, violatorios de las leyes que consagran los derechos humanos, estos quedan vigentes.
Ahora bien, en este escenario perverso lo más pernicioso es legitimar las instituciones del régimen mediante la aceptación de los usurpadores del poder como autoridades con capacidad para gobernar, legislar, administrar justicia o arbitrar elecciones, porque ello debilita el espíritu de lucha en la gente que tiene urgencia en poner fin a su crueldad, pues impera en ella el sentimiento de un deber moral de obediencia a quien la oprime, lo cual obstruye la lucha por la libertad, por ello es absurdo que quienes aspiren a liderar a los demócratas se empeñen en establecer una estrategia que sistemáticamente legitima al régimen – interposición de recursos y peticiones ante las instituciones del régimen, sometimiento de sus actos inmorales a consulta, aceptación de elecciones antidemocráticas, etc.
Para que la gente pueda avanzar en el rescate de la democracia requiere, entre otros, tener fe en Dios, practicar los valores cristianos, la oración, la penitencia y la caridad, y concienciar que en el totalitarismo las instituciones del Poder Público carecen de legitimidad.
En la causa contra el totalitarismo también es esencial la convicción moral de que uno tiene la razón, la justicia y la verdad de su lado, que la vida no vale la pena sin libertad y que el régimen, por carecer de legitimidad para gobernar, puede y debe ser desconocido.
Elinor Montes
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