“Sólo el que espera vive”, escribió alguna vez Miguel de Unamuno. Y agregó: “Teme el día en el que ya no encuentres motivo para seguir esperando”. Estas palabras, aunque pensadas y escritas en un contexto político e histórico muy particularizado, por el escritor, poeta y filosofo vasco son, absolutamente válidas para cualquier época y cualquier lugar en que haya hombres o pueblos inclinados a dejarse ganar por la desesperanza.
En momentos que los venezolanos nos preparamos junto a millones de personas en el mundo para celebrar la fiesta de la navidad, a dos mil y diez años de distancia del nacimiento de Jesucristo, adquiere una significación profunda cuanto se haga y se diga para estimular a los seres humanos a mirar el porvenir con esperanza.
Es una tradición vivir la navidad como un signo de esperanza, de confianza en el porvenir, de fe en lo que vendrá. En una etapa histórica cargada de dificultades, cuando nutridos contingentes humanos se sienten, en todas las regiones de nuestro país desprotegidos e inseguros- y, cuando miles de familias hoy, se encuentran tajantemente excluidas de los círculos de bienestar como consecuencia de la tragedia provocada por las lluvias que han azotado el territorio nacional- resulta más importante que nunca valorizar la esperanza, que por sí sola, como se ha dicho, puede llegar a ser una palanca moral, un instrumento revitalizador de las energías espirituales que se requieren para transformar la realidad presente; para seguir sumando esfuerzos, y con el aporte de todos, Venezuela encuentre lo antes posible el camino de la recuperación.
Gustave Flaubert, escribió en alguna parte: “Hay que esperar siempre, pero mucho más cuando se está desesperado”. Estas palabras del gran novelista francés encierran-como las de Unamuno- un mensaje de valor permanente, para toda mujer y para todo hombre, más allá de las circunstancias de tiempo y espacio. Es imprescindible que la sociedad venezolana mantenga la esperanza. Mientras ese valor esencial este presente, será más fácil remontar la cuesta de las dificultades y avanzar hacia los objetivos que la mayoría deseamos alcanzar, la posibilidad de que la actual crisis política, social y económica, sea superada.
Por todo lo esbozado anteriormente, podemos inferir que cuando en el horizonte del futuro prevalezca la luz y no las sombras, se puede asegurar que la primera batalla del hombre por su bienestar o su felicidad está ganada. La fe, como se sabe, mueve montañas. El ánimo con que se encara cualquier lucha política o empresa suele tener una influencia decisiva en el camino a su concreción. Cuando el desaliento es más fuerte que la confianza resulta doblemente difícil que el proyecto se vea coronado por el éxito.
En estos últimos días del año, que invitan a hacer una revisión de la vida de cada uno de nosotros, el sencillo gesto de buena voluntad hacia el otro, expresado en el saludo “¡Feliz Navidad”!, despojado, amigable, pacífico, está al alcance de todos como una buena manera de celebrar en los corazones la gran fiesta de la cristiandad.
sxmed@hotmail.com
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