Después de dos décadas de errores y aciertos, de grandes frustraciones en sus esfuerzos para llevar a cabo reformas que nos rescaten del subdesarrollo, países como México se han encontrado con dos grandes obstáculos para lograr una verdadera prosperidad; el primero es la reforma de su macroeconomía. Brasil y Chile nos han demostrado que eso se puede lograr cuando se tiene un liderazgo valiente. Sin embargo, el reformar la macroeconomía aunque vital, no es suficiente para lograr la ansiada prosperidad. El segundo, y tal vez la batalla más difícil de librar, es en contra de esos elementos culturales que nos han tenido atrapados; la corrupción y sus derivados que no han permitido que el espíritu empresarial y una saludable sociedad civil se desarrollen, y de esa forma alcanzar nuestro potencial.
Chile y Brasil, precisamente porque han sido exitosos en librar el primero, nos han demostrado la gran necesidad de librar el segundo para verdaderamente gozar los beneficios de la reforma integral, sin librar el segundo, la metamorfosis es incompleta.
Las reformas macroeconómicas como las que implementaron Cardoso y los Chicago Boys, han demostrado que pueden limpiar los escombros que han dejado los obsoletos sistemas económicos populistas, pero ellas no pueden por sí mismas crear las nuevas estructuras que deban generar la inversión y el empleo para substituir los viejos esquemas. Son el espíritu empresarial y una robusta sociedad civil los que deben ser responsables de la creación de nuevos y mejores empleos que substituyan los viejos que definitivamente tenderán a desaparecer como consecuencia de la cruda que se tiene que sufrir. Un país sin una clase empresarial libre de las ataduras gubernamentales y sin una robusta sociedad civil, por más que le construyan una hermosa macroeconomía, jamás podrá progresar.
Aun cuando los mexicanos tenemos como individuos un gran espíritu empresarial, nos encontramos atrapados en esa maraña de corrupción y con procedimientos burocráticos, leyes, y regulaciones que solo sirven para oficializar esa corrupción y establecer el entorno para ejecutar las mordidas y los sobornos que chupan la vida de los pocos negocios emergentes. Así como los vampiros chupan sangre de una res a diario y la mantienen viva pero flaca y enferma, esa red de complicidades, mordidas y sobornos evita que la actividad empresarial crezca sana, fuerte, competitiva, y la sociedad civil se desarrolle autónoma e independiente.
México ha limpiado los escombros de lo viejo pero no le han dado vida a lo nuevo. Las empresas paraestatales del pasado han sido privatizadas, reformadas, las economías han sido abiertas y miles de trabajadores han perdido sus trabajos. En una economía sana y con espíritu empresarial, esos trabajadores estarían ya empleados en nuevos negocios compitiendo en el mercado mundial. En Inglaterra, por ejemplo, las privatizaciones de la Thatcher destruyeron miles de empleos, ero hoy día Inglaterra es más rica y prospera que nunca, y los nuevos trabajos se han generado en números récord. Hace veinte y cinco años, en el viejo continente Inglaterra era “el enfermo de Europa,”; ahora su economía por mucho supera la creación de empleos a las que una vez fueron las estrellas, las de Alemania y Francia. Sin embargo en México, los trabajos demandados no han sido creados y la economía crece débilmente.
Con la elección de un verdadero líder visionario como presidente el año entrante, y con mayoría en el congreso, las reformas macroeconómicas pueden seguir avanzando hasta sus últimas consecuencias. Ello deberá iniciar la jornada de México hacia la prosperidad. Sin embargo, la segunda batalla tal vez lleve décadas el ganarla, y no es claro que fuerzas pueden lograr algo como eso.
Cuando el Estado se retira de su papel como el principal agente económico en la estructura de un país, la sociedad civil tiene que tomar esa responsabilidad, es por los mismo, que esa sociedad civil requiere de un entorno adecuado para florecer. Ya hemos analizado como históricamente en nuestro país no se ha permitido su desarrollo. Uno de los principales objetivos del pacto de Calles en 1929 y que aún permanece intacto, era ese, evitar el desarrollo de una sociedad civil. Es hora de reclamar nuestro poder.
Dada la importancia de esta segunda tarea, vale la pena el considerar experimentos radicales. Millones de mexicanos han logrado el que sus talentos empresariales florezcan creando riqueza y empleos---en los Estados Unidos. Esta es la misma gente, con los mismos talentos, la misma lengua que tenemos en México. El ingreso total de los veinte millones de mexicanos y descendientes de mexicanos viviendo en EU, es cuatro veces mayor que el de los ciento diez que viven en México. Lo que es diferente, por supuesto, es el entorno político y legal. Texas, Nuevo México, Arizona, y California tienen grandes concentraciones de población de origen mexicano, y la mayoría ha prosperado a niveles inimaginables hace solo unos años.
¿Sería posible el estudiar la experiencia de esos mexicanos, y el atrevernos a pensar en llevar a cabo algunos experimentos en México para ver qué elementos de su ambiente podrían ser duplicados en nuestro país para el beneficio de todos los mexicanos.?
Vale la pena examinar otra área del mundo que se ha levantado de la pobreza a la prosperidad—el este de Asia. Es importante el señalar que los países menos afectados y los que se recuperaron con más agilidad de los eventos tan críticos de los últimos dos años---Hong Kong y Singapur---fueron colonias británicas cuyos sistemas legales heredados de Inglaterra, sirvieron como líneas de protección contra el nepotismo y cronismo que abatió a las economías más débiles de la región. En lugar de neo confusionismo, el sistema de estos dos países se ha llamado anglo confusionismo, la mezcla de legislación inglesa con la ética de trabajo confuciana y el espíritu empresarial de una sociedad civil que ha florecido. Las demás economías de la región, lo más remoto que se alejan del modelo inglés, crecen sus posibilidades de caer de nuevo en los peligros históricos del capitalismo crony que tanto daño le ha hecho a la región.
Muchos mexicanos en nuestro país están familiarizados con “common law”----la ley importada originalmente de Inglaterra y que gradualmente se adaptó a las condiciones americanas. Gran parte de este sistema legal ha sido traducido al español durante los últimos ciento cincuenta años. La “ley común” pude ser una herramienta muy poderosa para combatir ese cáncer mexicano; la corrupción. Seria muy interesante el llevar a cabo un experimento a través del cual uno o varios estados fronterizos pudieran adoptar un sistema legal reformado creado a semejanza de las ley común anglo americana . Los mexicanos de alguna manera conocen algunos conceptos de esta ley como el juicio con jurado, la presunción de inocencia, el requerimiento a la policía de presentar causa válida para retener a un prisionero antes del juicio. Esta reforma promovería de una forma muy importante la inversión al reducir al incertidumbre que promueve un sistema legal corrupto, y borraría del mapa al empresario estatista que en EU no existe.
Los japoneses en el siglo XIX estudiaron cuidadosamente las instituciones del mundo occidental, después importaron aquellos rasgos que ellos encontraron les servirían para adaptarlo a su realidad. McArthur después de la segunda guerra mundial moldeó el sistema legal japonés a la imagen y semejanza del americano, le creó una constitución, e inclusive democratizó al país, los resultados están a la vista. La ley mexicana es heredada de las leyes civiles españolas---la ley que los conquistadores usaron para subyugar a la población indígena de México. La revolución mexicana debería de haber reemplazado esta ley con una más justa y más apropiada para el espíritu empresarial de los mexicanos, pero no lo hizo. En este sentido, la revolución quedó incompleta.
México es una república federal. Una de las grandes fortalezas del sistema federal es la habilidad que concede para experimentar estado por estado con alternativas y reformas. Tal vez los estados fronterizos con EU deberían de ser el campo experimental de una serie de reformas creativas, agresivas, y valientes, tal vez los estados fronterizos deberían ser nuestros Hong Kongs en donde se establecieran paraísos de libertad, legalidad y progreso. No hay motivo por el cual el sistema federal de México no deba experimentar con un sistema que millones de mexicanos al otro lado de la frontera han usado para su beneficio y prosperidad por más de un siglo y medio.
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