LA REVOLUCIÓN TIENE UN RANCHO EN LA CABEZA. DAVID MORÁN BOHÓRQUEZ
El que crea que Hugo Chávez habla “paja” se equivoca y mucho. Las expresiones del teniente coronel no pertenecen al mundo vegetal. Son frases saturadas, grasosas.
El que crea que Hugo Chávez habla “paja” se equivoca y mucho. Las expresiones del teniente coronel no pertenecen al mundo vegetal. Son frases saturadas, grasosas.
La verborrea de Hugo Chávez es colesterol retórico. Sujeto, verbo y predicado en monstruosas dosis diarias, mediáticas todas, taponando el sentido común y engordando su propia historia de mentiras.
La “revolución” es un talk show. Es un ejercicio de exculpación personal del líder único y una feria de señalamientos de odio y rencor hacia otros, siempre civiles.
El invento de la “IV República” no es más que el ajusticimiento de un militar a los años de gobiernos civiles y democráticos que ha tenido Venezuela. De 200 años de vida republicana fueron precisamente esos 40 años los de sometimiento y obediencia de las fuerzas armadas a gobiernos civiles, gobiernos electos por el pueblo. El propio Hugo Chávez atentó contra esa civilidad en 1992. Su intentona golpista significó en el mediano plazo la absurda salida de Carlos Andrés Pérez del poder y la incorporación del “chiripero” al gobierno de Rafael Caldera.
Chiripero que luego se transmutó en el movimiento electoral de apoyo a Hugo Chávez y su Movimiento V República. La demolición de la “IV República” no va en contra de un bipartidismo corrompido, va en contra de los gobiernos con jefatura civil.
Trancurridos 12 años exculparse por medio de la “IV” ya no surte efecto. Maneja una profunda crisis causada por su incompetencia con un gobierno de militares, con una Fuerza Armada que tiene 4 grados de generales. Por ello hacía falta otro chivo expiatorio. Otro pegoste retórico Y ahí aparece el comunismo, como la expresión perfecta para continuar en el poder alimentando a su claque militar y atacar desde el “colectivismo” al nuevo enemigo: el capitalismo. “Alpargatas y joropo” es el ofrecimiento para sus masas lúmpen, para sus “zamoranos” pobres como la manera de repolarizar el país, de elevarle la altura de la talanquera a sus seguidores indecisos.
De tanto hablar y oírse terminó creyendo sus fantasías. La pasada campaña electoral lo demuestra: Se constituyó en candidato único para 165 curules. Le habló a sus partidarios más radicales. Perdió la mayoría del país. “Para defender a Chávez” ha sido la peor oferta electoral posible para un pueblo que sufre las penurias causadas por su propio gobierno. Polarizar siendo mayoría tiene sentido, pero siendo minoría solo significa que su colesterol retórico también lo taponó.
Hugo Chávez promovió la invasión de tierras privadas en el campo como un botín al resentimiento que alimentó. Los resultados fueron desastrozos. Puso “orden” en esa anarquía invasora por medio de las “tomas forzosas gubernamentales” y de ese artilugio engañoso llamado “propiedad social y colectiva”. Los resultados es la devastación del medio rural venezolano. Pero piensa que a ello debe su rédito electoral pasado y que puede ahora reproducirlo en las ciudades, sobre todo en su temida Caracas, donde perdió electoralmente por primera vez.
Chávez declaró esta semana que “Los cerros llenos de ranchos en Caracas son el resultado de esos 100 años de capitalismo, en el que los ricos viven en quintas y los pobres allá en el rancho. En cambio, en el socialismo todos somos iguales” Esta expresión indica sus intenciones y desnuda ese rancho ideológico y moral es la “revolución”
Los cordones de miseria que rodean las ciudades venezolanas, que son como corales que se pegan a la modernidad capitalista, crecieron al amparo de la socialdemocracia venezolana y su socialismo económico que sólo posibilitó un capitalismo enano, limitado y atrasado. Los ranchos, chozas y bohíos siempre han existido en Venezuela. Fue precisamente ese capitalismo limitado el que permitió las inversiones en el desarrollo de urbanizaciones, con densidades apropiadas y servicios garantizados. Surgió la propiedad horizontal, se construyeron edificios, casas, quintas y mansiones, parques y campos deportivos en urbanizaciones. Y los controles estatales sobre las actividades agropecuarias facilitaron la migración de los venezolanos a las ciudades para alimentar las actividades económicas terciarias. Las únicas verdaderamente permitidas al sector privado y las que generaron los puestos de trabajo en la ciudad que el campo y las empresas estatales no generaban. La situación hoy ha empeorado y mucho.
“En el socialismo todos somos iguales” emula la lógica tramposa del vendedor de “elixir de culebra”, aquel que se vendía en los pueblos venezolanos a principios del siglo XX y que servía para curar “todos los males”. Significa fijar el rancho como la unidad de vivienda socialista en la mente de todos los venezolanos.
En Venezuela hay urbanizaciones, casas, edificios y quintas gracias al capitalismo. Los ranchos son la expresión de falta de inversiones en bienes de capital en toda la geografía nacional, pero que brotan por la migración interna en las grandes ciudades donde los gobiernos han acorralado al capital privado a unas parcelitas de participación en la economía nacional. Y éste gobierno en ello ha sido el peor de todos. Sólo en la Gran Caracas se construyen más de 50 ranchos diarios, hace doce años se construían 8 diarios.
Más ranchos para las ciudades es la consecuencia del pensamiento grasoso, pegostoso del líder único. Y no puede ser diferente. Lleva el rancho en la cabeza. Igual les pasará a los miles de graduandos universitarios “express” que como en Cuba se desviven por manejar un taxi mientras viven en ruinas del siglo XIX.
Ranchos, taxis y muerte. ¿Venceremos?
¿NIÑOS DELATORES?. VÍCTOR VIELMA MOLINA
Jorge Luis Borges solía escribir que: "La delación es la peor de todas las miserias". Este comentario viene a colación, respecto a que Chávez propuso en el Estado Lara: la creación de círculos bolivarianos infantiles en las escuelas del país, para que los alumnos puedan divertirse y hablar de los problemas de la familia.
En los países comunistas internalizan el adoctrinamiento marxista en niños y adolescentes. Le enseñan, con entereza, que la única vida válida es la revolucionaria, que el hombre más importante del mundo es el revolucionario y que la verdadera patria es la socialista. La doctrina marxista, el terror y la represión de la URSS duró 69 años. Causales que no lograron estandarizar al comunismo, ni permanece, en la esencia espiritual de los pueblos de las 15 repúblicas que la constituían.
Uno de los más emblemáticos casos que ejemplariza a este tipo de educación, es la del niño campesino soviético Pável Trofímovich Morozov, conocido como PavliK. Quien era pionero comunista en su escuela, apoyaba la colectivización de granjas de Stalin y del que se conoce que sólo vivió 13 años (1918-1932) en Gerasimovka. Su trágica historia comienza cuando denuncia a su padre Trofim Morozov, ante la Policía política (OGPU) "de acaparar grano". Causa por la cual lo fusilan con la "máxima medida de defensa social". Pavlik, de acuerdo a algunas crónicas, murió en manos de familiares que repudiaron su conducta. Pero, seguidamente, éstos fueron fusilados por la OGPU.
Los soviets utilizaron la delación de PavliK como un acto de heroísmo, hicieron de su corta vida una leyenda hasta mitificarlo como un "mártir glorioso". Para ello, erigieron, en varias ciudades de la URSS estatuas, que nunca llegaron a ser fieles a la complexión famélica del niño.
En los países comunistas, de Europa del Este, las escuelas tenían el famoso "Salón Rojo". Allí los niños eran interrogados, por el maestro, sobre la lealtad de los miembros de su familia al comunismo. Causa que llevaba a muchas personas a la cárcel o a ser ejecutadas.
Las frases del mandatario nacional, en torno a la creación de los círculos bolivarianos infantiles, traen estas reminiscencias de barbarie. Por ello, "ponemos las barbas en remojo".
ENSAYO SOBRE LA SORDERA. JUAN CARLOS APITZ
Sucede en una escena de la película "El último rey de Escocia": herido en una mano al embestir su vehículo contra la animalidad de una vaca en una carretera rural de Uganda, el presidente Idi Amín Dada envía en misión apremiante a sus milicianos en busca de un médico que lo asista. Éste es encontrado en las cercanías: un escocés en busca de aventuras que venía de presenciar un discurso del dictador en una población cercana.
Ya frente a Amín, rodeado de militares que vigilan la situación con sus fusiles cargados, el médico intenta proceder con la curación. Pero algo lo perturba y lo distrae, impidiéndole seguir: es el mugido continuo, ahogado y sufriente del animal atropellado, que agoniza a un costado del camino. Trastornado (y quizás también apiadado) el doctor toma -en un impetuoso arrebato de confianza- el arma que el tirano porta en su cintura y dispara sin vacilar sobre la cabeza de la res.
Sobreviene un momento de ligera conmoción (más por la osadía del arma usurpada que por el propio sacrificio), pero a la vez, voces y quejidos se callan y se impone la calma. Por unos segundos la escena es muda, el orden del mundo parece restituido y el escocés cura la mano que tenía que curar.
Cavilando sobre ese silencio forzado, y mientras el déspota ugandés, agradecido, intercambiaba camisetas con el galeno aventurero, me transporté desde Uganda hacia Venezuela donde vivimos a diario una historia parecida: la de Esteban que experimenta una fobia radical hacia todas y cada una de las voces disidentes y discordantes, percibidas como ruidos, a su novedoso proyecto político, mejor llamado "Autoritarismo del Siglo XXI".
A pesar de que este 26S la inmensa mayoría de los venezolanos votaron en contra de las pretensiones comunistas del gobierno nacional, éste insiste en profundizar y radicalizar su revolución, arrebatándole ilegalmente a los legítimos propietarios sus empresas productivas, como es el caso de Agroisleña y Gaisa; designando nuevos magistrados del TSJ y otros miembros del Poder Ciudadano; promulgando de prisa y corriendo leyes que concentran todo el poder en el Presidente; promocionando círculos bolivarianos infantiles en nuestras destartaladas escuelas; fomentando y financiando el terrorismo y la guerrilla internacional, etc.
Esteban sufre de "iletrismo", una especie de ceguera o sordera selectiva que limita el acceso al discurso del adulto o de la cultura letrada, que vendría a ser más o menos lo mismo. Sin lugar a dudas, irse a los extremos, radicalizarse, causa sordera y miopía.
Dicen que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Suele decirse también que no hay peor sordo que quien no quiere oír. Sobre todo cuando la sordera es selectiva. Quien padece -o practica- la sordera selectiva escoge, como es de suponer, sólo aquello que quiere escuchar, es decir, lo que le conviene. Asi, la vocación al despotismo totalitario, conduce a la sordera selectiva que sólo oye con deleite la lisonja y el aplauso, que encierra al político en la torre de marfil de la irrealidad. Por eso, el aplauso es el comienzo del despotismo, que la sordera a toda crítica adversa conduce irremisiblemente a la intolerancia totalitaria, que exige la disculpa ajena por la desvergüenza propia.
Menos mal que, al decir de José Saramago, la derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.
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¿NIÑOS DELATORES?. VÍCTOR VIELMA MOLINA
Jorge Luis Borges solía escribir que: "La delación es la peor de todas las miserias". Este comentario viene a colación, respecto a que Chávez propuso en el Estado Lara: la creación de círculos bolivarianos infantiles en las escuelas del país, para que los alumnos puedan divertirse y hablar de los problemas de la familia.
En los países comunistas internalizan el adoctrinamiento marxista en niños y adolescentes. Le enseñan, con entereza, que la única vida válida es la revolucionaria, que el hombre más importante del mundo es el revolucionario y que la verdadera patria es la socialista. La doctrina marxista, el terror y la represión de la URSS duró 69 años. Causales que no lograron estandarizar al comunismo, ni permanece, en la esencia espiritual de los pueblos de las 15 repúblicas que la constituían.
Uno de los más emblemáticos casos que ejemplariza a este tipo de educación, es la del niño campesino soviético Pável Trofímovich Morozov, conocido como PavliK. Quien era pionero comunista en su escuela, apoyaba la colectivización de granjas de Stalin y del que se conoce que sólo vivió 13 años (1918-1932) en Gerasimovka. Su trágica historia comienza cuando denuncia a su padre Trofim Morozov, ante la Policía política (OGPU) "de acaparar grano". Causa por la cual lo fusilan con la "máxima medida de defensa social". Pavlik, de acuerdo a algunas crónicas, murió en manos de familiares que repudiaron su conducta. Pero, seguidamente, éstos fueron fusilados por la OGPU.
Los soviets utilizaron la delación de PavliK como un acto de heroísmo, hicieron de su corta vida una leyenda hasta mitificarlo como un "mártir glorioso". Para ello, erigieron, en varias ciudades de la URSS estatuas, que nunca llegaron a ser fieles a la complexión famélica del niño.
En los países comunistas, de Europa del Este, las escuelas tenían el famoso "Salón Rojo". Allí los niños eran interrogados, por el maestro, sobre la lealtad de los miembros de su familia al comunismo. Causa que llevaba a muchas personas a la cárcel o a ser ejecutadas.
Las frases del mandatario nacional, en torno a la creación de los círculos bolivarianos infantiles, traen estas reminiscencias de barbarie. Por ello, "ponemos las barbas en remojo".
ENSAYO SOBRE LA SORDERA. JUAN CARLOS APITZ
Sucede en una escena de la película "El último rey de Escocia": herido en una mano al embestir su vehículo contra la animalidad de una vaca en una carretera rural de Uganda, el presidente Idi Amín Dada envía en misión apremiante a sus milicianos en busca de un médico que lo asista. Éste es encontrado en las cercanías: un escocés en busca de aventuras que venía de presenciar un discurso del dictador en una población cercana.
Ya frente a Amín, rodeado de militares que vigilan la situación con sus fusiles cargados, el médico intenta proceder con la curación. Pero algo lo perturba y lo distrae, impidiéndole seguir: es el mugido continuo, ahogado y sufriente del animal atropellado, que agoniza a un costado del camino. Trastornado (y quizás también apiadado) el doctor toma -en un impetuoso arrebato de confianza- el arma que el tirano porta en su cintura y dispara sin vacilar sobre la cabeza de la res.
Sobreviene un momento de ligera conmoción (más por la osadía del arma usurpada que por el propio sacrificio), pero a la vez, voces y quejidos se callan y se impone la calma. Por unos segundos la escena es muda, el orden del mundo parece restituido y el escocés cura la mano que tenía que curar.
Cavilando sobre ese silencio forzado, y mientras el déspota ugandés, agradecido, intercambiaba camisetas con el galeno aventurero, me transporté desde Uganda hacia Venezuela donde vivimos a diario una historia parecida: la de Esteban que experimenta una fobia radical hacia todas y cada una de las voces disidentes y discordantes, percibidas como ruidos, a su novedoso proyecto político, mejor llamado "Autoritarismo del Siglo XXI".
A pesar de que este 26S la inmensa mayoría de los venezolanos votaron en contra de las pretensiones comunistas del gobierno nacional, éste insiste en profundizar y radicalizar su revolución, arrebatándole ilegalmente a los legítimos propietarios sus empresas productivas, como es el caso de Agroisleña y Gaisa; designando nuevos magistrados del TSJ y otros miembros del Poder Ciudadano; promulgando de prisa y corriendo leyes que concentran todo el poder en el Presidente; promocionando círculos bolivarianos infantiles en nuestras destartaladas escuelas; fomentando y financiando el terrorismo y la guerrilla internacional, etc.
Esteban sufre de "iletrismo", una especie de ceguera o sordera selectiva que limita el acceso al discurso del adulto o de la cultura letrada, que vendría a ser más o menos lo mismo. Sin lugar a dudas, irse a los extremos, radicalizarse, causa sordera y miopía.
Dicen que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Suele decirse también que no hay peor sordo que quien no quiere oír. Sobre todo cuando la sordera es selectiva. Quien padece -o practica- la sordera selectiva escoge, como es de suponer, sólo aquello que quiere escuchar, es decir, lo que le conviene. Asi, la vocación al despotismo totalitario, conduce a la sordera selectiva que sólo oye con deleite la lisonja y el aplauso, que encierra al político en la torre de marfil de la irrealidad. Por eso, el aplauso es el comienzo del despotismo, que la sordera a toda crítica adversa conduce irremisiblemente a la intolerancia totalitaria, que exige la disculpa ajena por la desvergüenza propia.
Menos mal que, al decir de José Saramago, la derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.
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