Ganarle al Gobierno unas elecciones no sólo es una labor muy cuesta arriba sino que resulta una tarea titánica y gigantesca que va más allá de hacer campaña, llevar la gente a votar, cuidar los votos y vigilar las actas de escrutinio hasta el último momento. También hay que luchar contra todas las infinitas marrullerías, trácalas y vicios que los actuales dueños del poder han inventado para no sólo permanecer en el Gobierno sino para sobarle el ego al comandante y hacerle sentir popular y respaldado por una holgada mayoría de venezolanos.
Pero no hay tal, porque cuando se revisa el entramado electoral montado por los bolivarianos en los últimos años se nota a leguas una voluntad de trampear los resultados finales de los comicios en los cuales confía el venezolano para cambiar su destino. De manera que cuando la oposición gana, lo logra porque le da una verdadera paliza al Gobierno y este último no puede modificar las cifras chimbas del oficialismo sino hasta un cierto punto.
Por fortuna, existen en la sociedad venezolana organizaciones no gubernamentales que, año tras año, han venido estudiando con seriedad y detenimiento los procesos electorales organizados por el CNE y ya, a estas alturas, tienen muy bien definidos no sólo los problemas puntuales sino la manera más eficaz de solucionarlos. Ahora lo importante radica en generar un movimiento decisivo y constante que permita que los cambios requeridos se lleven a cabo en términos reales y en lapsos apropiados que se puedan alcanzar sin generar pesimismo.
Hoy presentamos en Siete Días un profundo estudio sobre la realidad electoral y la manera cómo, desde ciertas instancias del Gobierno, se han construido procedimientos que pueden ser caracterizados como mafiosos para no sólo torcer la voluntad popular, sino también para favorecer al oficialismo en el recuento final de los votos. Estado tras estado, distrito tras distrito, va surgiendo en el reportaje de investigación la magnitud de un delito civil y militar reiterado y de consecuencias incalculables para la democracia venezolana.
Quienes en un momento llegaron al poder, como los bolivarianos, enarbolando la pasión por la probidad en los comicios y cantando el himno del rescate del voto popular, han resultado ser un verdaderos hampones a la hora no sólo de robar votos sino de inventarlos de la mil y una maneras. Los lectores del trabajo de investigación de Siete Días que hoy publicamos verán con asombro como en el estado Delta Amacuro “están inscritos para votar 120% de la población. Es decir, hay 20% más electores que habitantes. El oficialismo ganó en esta entidad las 4 curules que estaban en juego el 26-S.” Ahora bien ¿qué se puede hacer? La opción, aupada por las ONG, “es rehacer el Registro Electoral, como ocurrió en México.
(…) La entrada en vigencia en marzo de este año de la nueva Ley Orgánica de Registro Civil, allana el camino en ese sentido”. Sin duda alguna.
Por: Redacción - Política | Opinión - EL NACIONAL
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