Hace algunos meses el mundo entero se sacudió con la famosa película "2012", la cual, basada en una interpretación del calendario maya, más algunas hipótesis científicas sobre posibles catástrofes atmosféricas, plantea una interesante trama sobre el fin del planeta para ese año. Casualmente, aquí en Venezuela se avizora otro final para esa misma fecha que no tiene que ver con el Apocalipsis, gracias a Dios, sino con el acabose de un régimen que se creyó eterno e inderrotable, pero que acaba de perder un importantísimo round y todo indica que puede caer knock out en 2012.
Quede claro de entrada que estas líneas no son para apuntalar el triunfalismo de quienes ya cantan victoria o aseguran que tal o cual líder sería un seguro presidente. En lo absoluto. De hecho, tenemos plena conciencia que en las recientes elecciones parlamentarias el resultado fue un empate en términos de votos, y que la derrota del Gobierno ha sido básicamente política.
Por esto, alejados de cualquier triunfalismo y poniendo los pies sobre la tierra, el potencial de la posibilidad de que el 2012 marque el fin de la robolución neocomunista que gobierna el país, se basa más en lo que creemos que pasará de aquí en adelante, que en el hecho de que pensemos que tenemos desde ya la victoria asegurada por los resultados del 26-S, sin dejar de decir que los mismos constituyen un golpe al hígado del régimen y un excelente capítulo en la lucha por la democracia en Venezuela.
En efecto, nuestro optimismo racional se basa más bien en cómo creemos que se comportarán Gobierno y alternativa democrática de aquí en adelante, y los efectos que cada una de esas posturas tendrá sobre la elección presidencial de 2010.
Es así como pensamos que el Gobierno, tal y como lo viene haciendo desde el 2007, lejos de rectificar el rumbo ante la evidencia y los sondeos que indican claramente que al grueso de la población no le gusta muchas cosas que hace, seguirá limitando la propiedad privada, expropiará más empresas, regalará más dinero al exterior, mantendrá el control institucional que tiene, buscará cómo saltarse las 2/3 partes del Parlamento para aprobar leyes orgánicas, y en fin, profundizará la línea de confrontación que ha seguido en estos años. Todo ello, lejos de ganarle voluntades, le seguirá restando apoyos.
Ello será así por razones distintas: primero, porque las revoluciones no retroceden y no reconocen errores; segundo, porque el líder y su camarilla están profundamente ideologizados y creen en lo que hacen. Para ellos, por ejemplo, los males de la economía se deben a que no han podido terminar de controlarla, y no a que por esa política se ha desatado la inflación y mermado la productividad; y tercero, porque la naturaleza pugnaz del líder máximo y su inagotable soberbia, le impiden plantearse siquiera la posibilidad de un diálogo nacional o rectificación de rumbo.
Por el contrario, la oposición viene en un sentido diferente: la unidad es cada vez más fuerte y exitosa; los partidos han recuperado la conducción de la actividad política; quedó atrás el debate participación-abstención; ha surgido un liderazgo alternativo con prestigio y pegada; se ha retomado el trabajo de base; y en general, hay una visión compartida de país.
Claro está, se pone ahora a prueba la capacidad para enfrentar las terribles amenazas que el Gobierno plantea para el corto plazo. Estamos obligados a no perder el rumbo y estar a la altura de cara a lo que viene. Pero hay esperanza. Se ve un futuro mejor.
Chávez y su camarilla empiezan a oler a pasado.
cipriano.heredia@gmail.com
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