¿Qué ha ocurrido? ¿No habían acaso afirmado estrategas del partido Demócrata que la elección de Obama inauguraba un período de hegemonía “liberal” (de izquierda) en EEUU, hegemonía que duraría décadas? ¿No anunció la prensa mundial la llegada de Obama a la presidencia como una especie de epifanía, el descenso de un Mesías a la tierra para sanar a los enfermos, dar pan a los hambrientos, resolver ancestrales conflictos y establecer la paz y la dicha universales?
En sólo pocos meses, y así lo advertimos en su momento los que no nos intimidamos frente a la patética adulación internacional hacia Obama (que tanto daño le ha hecho), empezaron a percibirse los síntomas de desencanto por parte del electorado norteamericano. La prensa mundial volteó la mirada a otra parte, pero ya no puede ocultarlo: Obama y los Demócratas han generado una intensa reacción de repudio y se les avecina una severa derrota.
Algunos comentaristas, perplejos ante la evidencia, destacan la relevancia de la crisis económica para interpretar lo ocurrido. No dudo acerca del peso relativo de este factor, pero como explicación del problema me parece unilateral y simplista.
La verdad es que el electorado norteamericano se apresta a castigar la “arrogancia del poder”, la soberbia de Obama, del partido Demócrata y en general de las élites “liberales” que dominan los medios de comunicación estadounidenses, las Universidades, y Hollywood, y que creyeron haber obtenido en 2008 un mandato para transformar a Estados Unidos en otra blanda y despistada socialdemocracia al estilo europeo.
La paradoja del asunto es que Obama emprendió su cruzada en momentos en que los “Estados de bienestar” europeos empezaban a naufragar en medio de gigantescas e impagables deudas, manifestando su incapacidad para sostenerse en el clima de complacencia y laxitud que les asfixia.
De paso, Obama prometió en su campaña electoral ejercer el poder sin los sectarismos del pasado, pero ha resultado un político polarizante, pugnaz e intolerante ante la crítica.
Por suerte para Estados Unidos, el electorado norteamericano no está compuesto por diputados noruegos, intelectuales parisinos y periodistas latinoamericanos. Se trata de un electorado firmemente anclado en la centro-derecha, que no desea que su país imite a Europa, que defiende la libertad individual y rechaza la excesiva injerencia de los gobiernos y todo tipo de colectivismo. Los estadounidenses, además, no admiten que su Presidente ande por el mundo pidiendo perdón y apaciguando a los enemigos declarados de su país.
La probable derrota de Obama y el partido Demócrata será un merecido castigo. Obama llegó a la Casa Blanca gastando inmensas sumas a pesar del temor del electorado al creciente déficit; impuso una reforma a la seguridad social que la mayoría detesta; y en numerosos casos, como el de las leyes que procuran controlar la inmigración ilegal, o el de la Mezquita a ser construida cerca del lugar donde yacen las cenizas de más de 3000 norteamericanos en Nueva York, el presidente estadounidense ha mostrado una fatal incomprensión de los sentimientos legítimos de sus conciudadanos, así como un desdén imperdonable hacia las opiniones de gran parte de la nación.
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