¿Qué tiene de satánico el comunismo de El Tirano? Primero su enfrentamiento con las iglesias cristianas, como también con la judía. ¿Hay otro motivo para considerar satánico el comunismo de El Tirano? Sí, la cultura del odio. El Tirano vive del odio. Es el sumo sacerdote del odio.
Fue el Cardenal Aloisius Stepinac, ahora beato, el que usó por primera vez el término “comunismo satánico” para calificar de este modo al régimen imperante entonces en su país, la antigua Yugoslavia, que persiguió a la Iglesia Católica y a él lo mantuvo en un calabozo injustamente. Me valgo de su expresión, dándole los dos significados que le atribuye el diccionario a la palabra, porque la considero adecuada al sistema político que El Tirano nos está imponiendo por la fuerza.
¿Qué tiene de satánico el comunismo de El Tirano? Primero su enfrentamiento con las iglesias cristianas, como también con la judía. Los comunistas no sólo han profanado sinagogas y templos evangélicos, sino que además ha sido constante su irrespeto a la jerarquía de la Iglesia Católica. Ha venido injuriando, desde hace años, al Arzobispo Porras. Ahora ofende al Cardenal Urosa y la emprende contra toda la Conferencia Episcopal. ¿No es acaso ostensiblemente satánica la frase dirigida contra el difunto Cardenal Velasco, cuando El Tirano dijo que en su momento se proponía darle una “patada voladora”? Evidentemente darle una “patada voladora” a un Cardenal sería un acto satánico en grado máximo. Confesar que era su propósito indica un estado de posesión diabólica. Y referirse así a un difunto, por añadidura, ya es algo que no se cura con exorcismos.
¿Hay otro motivo para considerar satánico el comunismo de El Tirano? Sí, la cultura del odio. El Tirano vive del odio. Es el sumo sacerdote del odio. El mismo siente aversión contra todo el que ha surgido. Contra todo el que ha mejorado de situación. Contra todo el que ha estudiado y ha hecho fortuna. A su gente sólo le enseña odio. Sus seguidores destilan odio. Sienten un odio inducido por El Tirano. Su lenguaje es de odio. No reconoce adversarios. Todos somos sus enemigos y la orden que da es barrernos. Para incitar a sus secuaces nos estigmatiza. No nos trata como seres humanos dignos de respeto. Somos “escuálidos”, que significa: sucio y asqueroso. Juntos formamos la “oligarquía”, a pesar de que no tenemos poder ni ejercemos gobierno. Contra nosotros organiza escuadrones, batallones y patrullas, que deben aniquilarnos. Constituyen las sectas satánicas de El Tirano que persiguen, como las de Boves, a todos los que usamos paltó y corbata y a todos los que sabemos leer y escribir.
El Tirano goza amargándonos la vida. Algo verdaderamente satánico. Nos somete a diario a la tortura mediática. Es el modo de demostrarnos a diario su odio. Disfruta molestándonos. Al levantarse se hace esta pregunta: ¿a quién voy a joder hoy? Escogida la víctima encadena radio y televisión para enviar su mensaje de odio. Todos los días habla. A toda hora habla. A cada momento habla. En verdad no habla, muerde. Muerde a todo el que le pase por el frente. Es un azote. Un azote insoportable que ha llevado a la gente al agotamiento psíquico. El país está estresado. Nada más satánico que este chinchín diario, que no parece tener fin. No tiene garganta, sino una vuvuzela puesta en la oreja de un pueblo que ya no aguanta más. El Tirano sopla y sopla la vuvuzela simplemente para disfrutar del tormento que nos produce. Igualito a Satanás como lo pintan en los libros sagrados.
El estado de ánimo general me lo describió un amigo cardiólogo contándome el caso de un paciente suyo que yacía infartado. Me dijo: ese señor que está acostado ahí estaba viendo televisión hasta que salió El Tirano y empezó a lo mismo de siempre, le vamos a quitar esto y aquello al que tiene, vamos a joder al que veamos viviendo bien, vamos a prohibir que hagan algo en su casa o en el terrenito que compraron, en fin, vamos a acabar con lo que está funcionando, vamos a robar expropiando esto de aquí y lo de más allá, que eso es lo que dice cada vez que habla. Entonces el estrés hizo crisis en ese señor y con fuerza agarró una silla y se la tiró al televisor, que era como tirársela a El Tirano con ganas de matarlo, y cayó infartado. Así está la gente, terminó diciéndome el cardiólogo.
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