Así como tenemos políticos del pasado, tenemos también “comunicadores estrellas” del pasado. Así como tenemos gente practicando estalinismo y convocando tribunales disciplinarios partidistas, podemos encontrar vedettes disfuncionales en materia de información.
Leer periódicos ante el micrófono es a lo máximo que arriban y, sin embargo, la sociedad los mantiene en una estima que asombra. Si uno se detiene a mirarlos los percibe ubicados en otro tiempo, en uno del pasado, en uno que no tiene nada que ver con la realidad venezolana de hoy. Si uno los toca un poco no encuentra nada, a no ser en la pantalla donde es más fácil percibir la vacuidad.
Así como la política anda en restos de eslabones perdidos la asunción del “estrellato informativo” se asemeja al telón raído de un viejo teatro donde la obra a presentar no refleja otra cosa que las intimidades publicitarias de los patrocinantes.
Se trata de “vivir de eso” y de algo todos tenemos que vivir, por supuesto, pero en el campo de la información hay un terreno delicado y el que oteamos es el del producto anunciado como protagonista y esencia de la tarea que se cumple. Desde el estilo de la voz aterciopelada o de la voz histérica la información se ejerce como una disfunción, no como la tarea primordial.
En el ejercicio informativo se percibe claramente un desarreglo en el funcionamiento, una alteración cualitativa de su función, un desacomodo espacio-temporal. Se sigue ejerciendo de manera tal que uno oye o ve y siente la ruptura, la separación entre lo que se emite y los tiempos que corren.
La voz unidireccional está allí procurando audiencia y consiguiéndola en un público amorfo que a falta de otros íconos la asume como una especie de representación de un sueño acabado. Es una voz del pasado, en contenido y forma, lo que esta sociedad diferida asume como lo que podríamos denominar “comunication pop”.
Hace tiempo que no aparece un ídolo de la canción. Hace tiempo que no surge una estrella televisiva. La disfunción comunicacional ha ido tomando su lugar, ahora la imagen a la que se presta atención es a esta imagen alterada, a este nuevo “animador” que hace el show de la mañana u ocupa el tiempo de los ancianos por la tarde. Una suave observación es tomada como el camino a seguir. O la rudeza aparente de una frase repetitiva, pero de simulada contundencia, se asume como mensaje subliminal con que llenar las cabezas de una sociedad en desbandada.
Todo es apariencia. La información un producto con que rellenar el formato. El medio sigue lanzándolos a un “estrellato” sustitutivo. Navegan sobre las ondas con placidez y distensión. Los consumidores creen encontrar respuestas, los hacen Lady Gagá o Beyoncé criollos, las nuevas luminarias pop de un entramado sin contenido, sin fondo, sin creación de conciencia.
Los “invitados predilectos” (analistas, encuestadores, políticos partidistas, gente que repite lo que de ellos se quiere oír) integran el formato, cumplen con su cuota de política de micrófono, se exhiben y se adaptan. Siempre son los mismos porque tienen el libreto introyectado.
No hay una pluralidad de criterios en un país donde somos prisioneros de dos minorías. La inmensa mayoría del país no accede allí porque no se ajusta a las necesidades del productor de la expresión lineal anticuada. El país mayoritario no cuadra con la disfunción comunicacional. La expresión múltiple rompería este proceso unidireccional estático, impediría “vivir” de lo que el amo del poder dispara en sus cadenas y discursos cotidianos. Procurar el rompimiento de esa palabra detestable llamada “polarización” conduciría a encontrarse frente a un desafío innovador que dejaría al libreto hecho añicos.
teódulopezm@yahoo.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL, UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Leer periódicos ante el micrófono es a lo máximo que arriban y, sin embargo, la sociedad los mantiene en una estima que asombra. Si uno se detiene a mirarlos los percibe ubicados en otro tiempo, en uno del pasado, en uno que no tiene nada que ver con la realidad venezolana de hoy. Si uno los toca un poco no encuentra nada, a no ser en la pantalla donde es más fácil percibir la vacuidad.
Así como la política anda en restos de eslabones perdidos la asunción del “estrellato informativo” se asemeja al telón raído de un viejo teatro donde la obra a presentar no refleja otra cosa que las intimidades publicitarias de los patrocinantes.
Se trata de “vivir de eso” y de algo todos tenemos que vivir, por supuesto, pero en el campo de la información hay un terreno delicado y el que oteamos es el del producto anunciado como protagonista y esencia de la tarea que se cumple. Desde el estilo de la voz aterciopelada o de la voz histérica la información se ejerce como una disfunción, no como la tarea primordial.
En el ejercicio informativo se percibe claramente un desarreglo en el funcionamiento, una alteración cualitativa de su función, un desacomodo espacio-temporal. Se sigue ejerciendo de manera tal que uno oye o ve y siente la ruptura, la separación entre lo que se emite y los tiempos que corren.
La voz unidireccional está allí procurando audiencia y consiguiéndola en un público amorfo que a falta de otros íconos la asume como una especie de representación de un sueño acabado. Es una voz del pasado, en contenido y forma, lo que esta sociedad diferida asume como lo que podríamos denominar “comunication pop”.
Hace tiempo que no aparece un ídolo de la canción. Hace tiempo que no surge una estrella televisiva. La disfunción comunicacional ha ido tomando su lugar, ahora la imagen a la que se presta atención es a esta imagen alterada, a este nuevo “animador” que hace el show de la mañana u ocupa el tiempo de los ancianos por la tarde. Una suave observación es tomada como el camino a seguir. O la rudeza aparente de una frase repetitiva, pero de simulada contundencia, se asume como mensaje subliminal con que llenar las cabezas de una sociedad en desbandada.
Todo es apariencia. La información un producto con que rellenar el formato. El medio sigue lanzándolos a un “estrellato” sustitutivo. Navegan sobre las ondas con placidez y distensión. Los consumidores creen encontrar respuestas, los hacen Lady Gagá o Beyoncé criollos, las nuevas luminarias pop de un entramado sin contenido, sin fondo, sin creación de conciencia.
Los “invitados predilectos” (analistas, encuestadores, políticos partidistas, gente que repite lo que de ellos se quiere oír) integran el formato, cumplen con su cuota de política de micrófono, se exhiben y se adaptan. Siempre son los mismos porque tienen el libreto introyectado.
No hay una pluralidad de criterios en un país donde somos prisioneros de dos minorías. La inmensa mayoría del país no accede allí porque no se ajusta a las necesidades del productor de la expresión lineal anticuada. El país mayoritario no cuadra con la disfunción comunicacional. La expresión múltiple rompería este proceso unidireccional estático, impediría “vivir” de lo que el amo del poder dispara en sus cadenas y discursos cotidianos. Procurar el rompimiento de esa palabra detestable llamada “polarización” conduciría a encontrarse frente a un desafío innovador que dejaría al libreto hecho añicos.
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