Soplan vientos de guerra en Sudamérica», ha dicho Hugo Chávez. El los está soplando. Su problema es Colombia, la gran nación que resiste y está venciendo al narcoterrorismo de las FARC, el monstruo criminal protegido por Chávez y todos los regímenes comunistas que se han implantado en la zona. Ecuador ofrece cobijo a los terroristas de las FARC, como Venezuela, por donde deambulan no sólo admitidos, sino agasajados.
Colombia ha anunciado la instalación de siete bases norteamericanas en su territorio. Es una decisión legítima y legal.
Colombia, que es una nación admirable y plenamente democrática, necesita con urgencia terminar con sus dos grandes tragedias. El narcotráfico y el terrorismo. Y esa ayuda se la pueden proporcionar los Estados Unidos. Ellos, la droga y la sangre, son los enemigos de Colombia, no Venezuela. Pero cuando un Estado abraza con amistad a la droga y la sangre, todo lo que se mueve en su entorno se interpreta como una amenaza.
Mucho agradecerían los colombianos que Hugo Chávez, con independencia de su rumbo e ideología, se ofreciera a colaborar en la lucha contra el narcoterrorismo colombiano. Pero lo apoya. Como lo apoyó Cuba, que ahora no puede ayudar a nadie porque el régimen comunista, que nunca fue una revolución, asiste a la ruina y descomposición de su sistema.
Lo que antaño venía de la URSS y se posaba en la Habana, ahora viene de Venezuela, pero no es lo mismo.
Venezuela también se está destruyendo. Su población, la mitad de ella chavista, vive en los umbrales de la miseria. Los dólares se los reparten los dirigentes, como siempre ha sucedido en aquella nación prodigiosa.
Nada ha cambiado en Venezuela, excepto su temor hacia un Estado vecino que nunca ha agredido a nadie. Colombia desea terminar con sus dramas, no extenderlos, ni aumentarlos, ni exportarlos. Y con la ayuda, al fin abierta, de los Estados Unidos, a las FARC se le reducen sus pocas esperanzas.
Soplan vientos de guerra en Sudamérica porque Chávez ha puesto en marcha el ventilador y el molinillo.
Venezuela tiene un pacto con Rusia y en Colombia se ha respetado.
El riesgo de los sistemas tardo-comunistas que Chávez ha creado en su entorno con el dinero que niega a los venezolanos es la derrota del terrorismo de las FARC, al que todavía en Europa algunos imbéciles visten con la romántica voz de «guerrilla».
Brasil no parece entrar en los planes de Chávez, y el populismo barato peronista de los Kirchner argentinos, tampoco. No sobra el dinero, y el que sobra se establece donde siempre. Desde que Cristina Fernández es la presidenta de Argentina, su patrimonio personal se ha incrementado en un 158% pasando de tres millones de euros a ocho millones. Calculo y es más que el 158%, pero no soy matemático, y paso. La corrupción es el gran enemigo de Sudamérica, y nunca han soplado vientos de guerra contra la mangancia, el abuso, la avaricia y la inmoralidad de una buena parte de sus dirigentes.
Colombia es una excepción, como lo son Chile, Costa Rica y un Perú que, poco a poco, va reencontrando su camino. Colombia es una nación que ha luchado en soledad contra un terrorismo cruel. Colombia tiene un gran Presidente y un Gobierno decidido. En Colombia el poder está en los votos, no en las oquedades populistas.
Si soplan vientos de guerra, que nadie mire a Colombia como origen de ellos. Nacen de Venezuela, de un títere golpista y tramposo que puede sangrar a toda Sudamérica para imponer sus delirios de grandeza.
Colombia ha anunciado la instalación de siete bases norteamericanas en su territorio. Es una decisión legítima y legal.
Colombia, que es una nación admirable y plenamente democrática, necesita con urgencia terminar con sus dos grandes tragedias. El narcotráfico y el terrorismo. Y esa ayuda se la pueden proporcionar los Estados Unidos. Ellos, la droga y la sangre, son los enemigos de Colombia, no Venezuela. Pero cuando un Estado abraza con amistad a la droga y la sangre, todo lo que se mueve en su entorno se interpreta como una amenaza.
Mucho agradecerían los colombianos que Hugo Chávez, con independencia de su rumbo e ideología, se ofreciera a colaborar en la lucha contra el narcoterrorismo colombiano. Pero lo apoya. Como lo apoyó Cuba, que ahora no puede ayudar a nadie porque el régimen comunista, que nunca fue una revolución, asiste a la ruina y descomposición de su sistema.
Lo que antaño venía de la URSS y se posaba en la Habana, ahora viene de Venezuela, pero no es lo mismo.
Venezuela también se está destruyendo. Su población, la mitad de ella chavista, vive en los umbrales de la miseria. Los dólares se los reparten los dirigentes, como siempre ha sucedido en aquella nación prodigiosa.
Nada ha cambiado en Venezuela, excepto su temor hacia un Estado vecino que nunca ha agredido a nadie. Colombia desea terminar con sus dramas, no extenderlos, ni aumentarlos, ni exportarlos. Y con la ayuda, al fin abierta, de los Estados Unidos, a las FARC se le reducen sus pocas esperanzas.
Soplan vientos de guerra en Sudamérica porque Chávez ha puesto en marcha el ventilador y el molinillo.
Venezuela tiene un pacto con Rusia y en Colombia se ha respetado.
El riesgo de los sistemas tardo-comunistas que Chávez ha creado en su entorno con el dinero que niega a los venezolanos es la derrota del terrorismo de las FARC, al que todavía en Europa algunos imbéciles visten con la romántica voz de «guerrilla».
Brasil no parece entrar en los planes de Chávez, y el populismo barato peronista de los Kirchner argentinos, tampoco. No sobra el dinero, y el que sobra se establece donde siempre. Desde que Cristina Fernández es la presidenta de Argentina, su patrimonio personal se ha incrementado en un 158% pasando de tres millones de euros a ocho millones. Calculo y es más que el 158%, pero no soy matemático, y paso. La corrupción es el gran enemigo de Sudamérica, y nunca han soplado vientos de guerra contra la mangancia, el abuso, la avaricia y la inmoralidad de una buena parte de sus dirigentes.
Colombia es una excepción, como lo son Chile, Costa Rica y un Perú que, poco a poco, va reencontrando su camino. Colombia es una nación que ha luchado en soledad contra un terrorismo cruel. Colombia tiene un gran Presidente y un Gobierno decidido. En Colombia el poder está en los votos, no en las oquedades populistas.
Si soplan vientos de guerra, que nadie mire a Colombia como origen de ellos. Nacen de Venezuela, de un títere golpista y tramposo que puede sangrar a toda Sudamérica para imponer sus delirios de grandeza.
ALFONSO USSIA
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