*LA METEDURA DE PATA DEL "PIJO" OBAMA DA UNA ÚLTIMA ESPERANZA A HILLARY
13.04.08 14:16. Archivado en EEUU
PERIODISTA DIGITAL
(PD).- Si hay algo que no se puede permitir un candidato es criticar a sus votantes, pero el senador por Illinois lo ha hecho además para acrecentar una fama de elitista que no le conviene nada.
Lo tiene muy difícil Hillary Clinton cara a la convención demócrata para designar candidato a la Casa Blanca. Apenas tiene margen para recuperar delegados electos, y puede acabar fiándolo todo a los superdelegados no electos del partido, lo cual sería una forma poco democrática de lograr su objetivo.
Así que cualquier ayudita le viene bien, y si se la ofrece su rival, mejor. Conque en el cuartel general de la ex primera dama dieron palmas de alegría al escuchar a Barack Obama, en un error imperdonable en un político, criticar a los electores. El viernes el senador por Illinois se despachó a gusto contra los trabajadores norteamericanos de las pequeñas ciudades, quienes, "cabreados y amargados" por las desigualdades económicas, han perdido la fe en Washington y en consecuencia basan su voto en asuntos como el derecho a llevar armas o el matrimonio homosexual.
Tratando a los electores como niños pequeños, Obama proclamó que "se refugian en su fe, en su comunidad y en su familia y en aquellas cosas con las que pueden contar". El aspirante pretendía explicar por qué en plena crisis las razones económicas pesan menos que otras a la hora de decidir el voto, pero tal como lo dijo, sirvió para acrecentar su fama de elitista y de esta apoyado por las clases intelectualoides y estiradas, que le admiran casi con mesianismo.
Desde entonces Hillary no ha dejado de reprocharle la coladura, hasta forzarle a disculparse: "Si empleé términos que ofendieron a alguien, lo lamento profundamente", dijo en una entrevista. Pero no sólo Clinton le criticó considerando "elitista y poco delicado" referirse a los trabajadores como "amargados", sino que en los mítines proliferan ahora las pancartas de seguidores de la candidata proclamando: "No soy un amargado".
Todo vale cuando en las próximas primarias en Pennsylvania Obama estaba recortando diferencias a pasos agigantados: que dé motivos para considerarle un "arrogante abogado formado en Harvard" es la peor carta de presentación en la América profunda, donde también se juega la Presidencia
13.04.08 14:16. Archivado en EEUU
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(PD).- Si hay algo que no se puede permitir un candidato es criticar a sus votantes, pero el senador por Illinois lo ha hecho además para acrecentar una fama de elitista que no le conviene nada.
Lo tiene muy difícil Hillary Clinton cara a la convención demócrata para designar candidato a la Casa Blanca. Apenas tiene margen para recuperar delegados electos, y puede acabar fiándolo todo a los superdelegados no electos del partido, lo cual sería una forma poco democrática de lograr su objetivo.
Así que cualquier ayudita le viene bien, y si se la ofrece su rival, mejor. Conque en el cuartel general de la ex primera dama dieron palmas de alegría al escuchar a Barack Obama, en un error imperdonable en un político, criticar a los electores. El viernes el senador por Illinois se despachó a gusto contra los trabajadores norteamericanos de las pequeñas ciudades, quienes, "cabreados y amargados" por las desigualdades económicas, han perdido la fe en Washington y en consecuencia basan su voto en asuntos como el derecho a llevar armas o el matrimonio homosexual.
Tratando a los electores como niños pequeños, Obama proclamó que "se refugian en su fe, en su comunidad y en su familia y en aquellas cosas con las que pueden contar". El aspirante pretendía explicar por qué en plena crisis las razones económicas pesan menos que otras a la hora de decidir el voto, pero tal como lo dijo, sirvió para acrecentar su fama de elitista y de esta apoyado por las clases intelectualoides y estiradas, que le admiran casi con mesianismo.
Desde entonces Hillary no ha dejado de reprocharle la coladura, hasta forzarle a disculparse: "Si empleé términos que ofendieron a alguien, lo lamento profundamente", dijo en una entrevista. Pero no sólo Clinton le criticó considerando "elitista y poco delicado" referirse a los trabajadores como "amargados", sino que en los mítines proliferan ahora las pancartas de seguidores de la candidata proclamando: "No soy un amargado".
Todo vale cuando en las próximas primarias en Pennsylvania Obama estaba recortando diferencias a pasos agigantados: que dé motivos para considerarle un "arrogante abogado formado en Harvard" es la peor carta de presentación en la América profunda, donde también se juega la Presidencia
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