No,
lo que está planteado no es la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Una
jornada electoral como el que ella requeriría, resultaría muy azaroso.
Pese a
que los resultados del 7-O le sonrieron al oficialismo, su alto mando reconoce
que el país ya no se encuentra en condiciones de asistir a un experimento de
esa naturaleza: la receptividad entre el pueblo chavista no está garantizada.
La “constituyente” que el oficialismo manosea es un proceso que busca recrear
una atmósfera artificial, necesaria para reciclar las expectativas de los
auditorios del “proceso” y generar un clima que beneficie la reoxigenación del
marketing alrededor del “empoderamiento popular”.
De lo que se trata es de
estimular a las bases simpatizantes a la discusión del plan socialista
2013-2019, a modo de atenuar la esperanza de concreciones tangibles que ellas
poseen en torno al sexenio que está por iniciarse y, desde luego, de revivir
las pasiones que el tiempo ha decolorado.
Desgastadas
como herramienta política, las misiones ya no pueden seguir siendo el eje
simbólico del proyecto: el Estado comunal representa un intento -entre otros
muchos que veremos- por sustituir esa apolillada iconografía, para tratar de
restablecer aquella vieja efervescencia popular que, poco a poco, ha ido
desapareciendo hasta llegar al actual cuadro de desmovilización de las filas
bolivarianas.
Es cierto que las comunas se enmarcan dentro del permanente
objetivo hegemónico del “proceso”: sin embargo, también es verdad que ya no
estamos en un genuino “moméntum constituyente revolucionario”, y que los
esfuerzos por instaurarlas se están produciendo a pesar de lo que el país
valoró al concederle al comandante una nueva oportunidad.
El planteamiento que
ahora se le está formulando al país -y que otra vez prioriza los temas del
poder y de la híper-política- colisiona de frente con su oferta de trabajar con
eficiencia y amplifica, también, las dificultades que enfrenta el gobierno para
mejorar radicalmente la gestión, de la cual depende la sobrevivencia de la
revolución en un largo plazo sin el Chávez a la cabeza.
No
hay sorpresas: las revoluciones siempre necesitan pueblos enfervorizados con
falsos y permanentes “procesos constituyentes”.
La venezolana no es distinta:
también ella ha visto extinguirse los entusiasmos que una vez generó y que la
nomenclatura roja pretende hoy alentar, con unas comunas llamadas a sustituir a
las misiones como el nuevo símbolo de sus contenidos propagandísticos…
Ni el
propio chavismo sabe con qué se comen las comunas: dejemos que se enreden ellos
en ese debate, para el cual no está disponible, por cierto, la voz potente y
pedagógica de un presidente cada vez más ausente.
argelia.rios@gmail.com
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