Una
de las demostraciones más dramáticas sobre el alcance del aprendizaje ciudadano
que debería haber ocurrido en Venezuela después de estos 15 años de demolición
de la democracia y las instituciones del país, sería el que la gente tuviera la
convicción de que ciertamente es posible ganar las elecciones a la Asamblea
Nacional el próximo 6 de diciembre, y que es vital hacer todo lo necesario para
defender una eventual victoria, pero que al mismo tiempo estuviese preparada
para perder sin que se resquebrajara la unidad opositora.
El
asunto puede parecer un arranque de idealismo, o peor aún de pendejismo, pero
en verdad tiene un sentido práctico y político considerable. Frente a un
adversario inescrupuloso como la oligarquía chavista, decidida a hacer lo que
sea para mantenerse en el poder al tiempo que se protege internacionalmente
presentándose como defensora de los intereses del pueblo y guardián de la
democracia, es indispensable que la gente entienda que no hay espacio para el
triunfalismo, que éstas no son unas elecciones convencionales en una democracia
funcional sino una batalla épica ciudadana por la libertad y la democracia.
Sin
importar lo que digan las encuestas, la gente debe estar preparada para actuar
antes, durante y después del acto electoral. La mejor protección para el
liderazgo opositor es que la gente esté presente en los centros electorales
hasta que las actas hayan sido enviadas electrónicamente a la sala de
totalización y los testigos se puedan retirar protegidos con sus copias de las
actas.
Yo
soy un convencido, por muchas razones que resultaría muy largo de enumerar, que
el fraude electrónico del que mucha gente ha hablado y que permitiría cambiar
los resultados electorales “en vuelo” por así decir, durante la transmisión es
una ficción peligrosa que le hace mucho daño a la resistencia ciudadana. Por
otro lado, el abuso continuado, la modificación de las circunscripciones y la
usurpación de identidad el mismo día de las elecciones son riesgos reales. En
particular, la usurpación de identidad puede ocurrir durante cualquier momento
del proceso electoral , y especialmente al final del mismo, y es
particularmente nociva porque es virtualmente indetectable excepto a través de
una auditoría detallada de los cuadernos. Algo que no está contemplado en la
auditoría relativamente sencilla que impone la ley electoral.
Ya
es muy tarde para corregir el abuso de las autoridades electorales en prohibir
la inscripción de ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos como Carlos
Vecchio o María Corina Machado, o para intentar que se corrija el despropósito
de las modificaciones a las circunscripciones que no tiene otra motivación que
hacer costoso en votos al diputado de circuitos controlados por la oposición y
baratos a los diputados que el chavismo cree suyos. También es tarde para que
la oposición corrija el error importante de no haber organizado primarias
universales que hubiesen asegurado una buena dosis de entusiasmo y compromiso
de la gente con los candidatos.
Pero
no es tarde para que el liderazgo opositor le hable claro al país y lo
entusiasme para ganar y al mismo tiempo lo prepare para perder. Pero que en
cualquier caso todos den lo mejor de sí mismos, de modo que la gente entienda
que si se pierde no sea porque no hicimos todo lo que teníamos que hacer. Esta
actitud incluye de modo determinante convocar a la gente para que esté presente
en el cierre de las mesas y en las auditorías públicas y abiertas que la ley
contempla. La invitación debe ser muy simple: Nos vemos a la hora del cierre de
las mesas. Que la elección del domingo 6 de diciembre ocurra como nunca antes
en nuestra historia con un despliegue de gente en los centros que evidencie la
voluntad democrática y de apego a la Constitución y las leyes de nuestro
pueblo, y que, al mismo tiempo, impida cualquier marramucia de última hora.
Con
su presencia mas allá de votar, el pueblo estará integrado con el liderazgo del
movimiento de la resistencia ciudadana. Así quizás finalmente entendamos que
las elecciones son decisivas, fundamentales, pero que es imposible que el
chavismo acepte unos resultados eventualmente adversos a menos que el costo
político de ignorarlos sea imposiblemente alto. En Venezuela tenemos una penosa
tradición de liderazgos que no le hablan con la verdad al país porque temen que
la gente se descorazone y no acuda a una manifestación o a una elección. Pienso
que habiendo resistido a quince años de imposiciones y de destrucción del país,
el pueblo venezolano ciertamente se ha ganado el derecho a que sus líderes le
hablen con claridad y con la verdad por delante.
El triunfalismo puede ser uno
de nuestros peores enemigos porque nos hace perezosos cuando es necesario estar
en plena forma ciudadana.
Vladimiro
Mujica
@VladimiroMujica
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