Reflexionaba
sobre lo que en Venezuela estamos perdiendo, como individuos pertenecientes a
esta especie. La revolución bolivariana nos arrastró en una espiral
destructiva, que nos alejó de nuestra condición natural, intentar hacer un
recuento de las desgracias físicas, psíquicas, morales y culturales que hemos
vivido, se hace difícil.
Perdimos como seres humanos y como
ciudadanos, victimas del odio sembrado para dividirnos.
Para entender la inmensa crisis, tendríamos
que remontarnos al inicio, cuando un grupo de militares, traicionando la Patria
que habían jurado defender, intentaron un golpe de Estado, con el fin de
instalarse en el poder para siempre.
Tenían acuerdos ocultos con Fidel Castro,
entregaron los mecanismos de control ciudadano y colocaron un paragua castrista
sobre las Fuerzas Armadas, permitiendo la invasión de espías, disimulados entre
médicos y entrenadores deportivos, para finalizar regalándoles gran parte de
los ingresos petroleros.
Violaron la Constitución y las leyes, con el
objetivo de destruir la democracia y los mecanismos con los cuales los civiles
podían enfrentar el régimen autoritario. La separación de poderes, la imparcialidad
del Poder Judicial y del Consejo Nacional Electoral, rápidamente fueron un
recuerdo de una época, en que se podían cambiar gobiernos malos a través del
voto popular.
Terminaron por aprobar, de manera
anticonstitucional, las reformas rechazadas por el pueblo a través del
referéndum nacional, necesarias para atornillarse en la silla y seguir
golpeando hacia adentro.
Buscando apoyo de otros países y el
vergonzoso silencio internacional, financiaron campañas electorales, regalando
y comprometiendo lo que quedaba de la producción petrolera. Evidentemente
después de tomar la tajada, que enriqueció a enchufados y a los chavistas “de
arriba”.
Al resto había que mantenerlos pobres, para
que no se volvieran “escuálidos”… a pasar hambre pues… fue la orden, que la
revolución solo se mantiene viva con gente “pelando”. Para garantizarlo
destruyeron la producción nacional, expropiaron todo lo que producía,
acapararon los centros de distribución de alimentos, los expendios de comida y
de semillas para cultivos… con el despreciable objetivo de someternos por el
estómago.
Ahora asfixian la Polar, espejo de eficiencia
frente al desastre improductivo de las empresas expropiadas por el régimen.
En la Venezuela bolivariana lo que no escasea
son las balas y granadas que reciben, milicias, colectivos y bandas
organizadas. Las que gozan de impunidad para amedrentar, chantajear,
extorsionar, secuestrar y asesinar.
La corrupción ha sido la mejor característica
de los políticos bolivarianos. Los que se sienten populares porque se ponen
franela roja, los que de manera cínica bailan y cantan por televisión, los que
detrás de un uniforme lanzan eructos, arrastran por los cabellos a damas
indefensas o le caen a golpes con cascos y patadas, a mujeres, jóvenes y
estudiantes… los videos trasmitidos por las redes, dicen más del horror que las
palabras.
Aquellos que afirmaban que “ser rico es
malo”, en pocos años compraron mansiones, se dan lujos, viajan con divisas sin
control, cuando no utilizan aviones del Estado para sus niñeras, poseen los
suyos privados. Tienen casas y caballos en Miami, yates y sobre todo muchos
dólares depositados en cuentas extranjeras, ubicadas en paraísos fiscales.
Chavista que “se redondea” una suma, corre a
instalarse en el Imperio y a abrir su cuenta en Andorra, si comienzan a
molestarlo se convierte en “patriota cooperante del norte” y se asegura un
futuro tranquilo, a expensas de lo “recolectado” dentro del tesoro nacional.
Son expertos en espionaje, extorsión, corrupción, narcotráfico y contrabando,
todos son amigos, familiares o testaferros del proceso revolucionario.
Mientras, gracias al gobierno que nos
disminuye como personas, no conseguimos comida, hacemos colas denigrantes por
un mendrugo y por papel higiénico; no tenemos repuestos, ni medicinas, solo
desesperación… sabemos que todo se pondrá peor. Hasta las próximas elecciones,
donde a cambio de hundir más al país, conseguirán dinero de sus secuaces
internacionales a cambio de hipotecar más nuestro futuro.
Siguen creyendo que somos un pueblo estúpido,
que regalando e inundando el mercado con productos baratos días antes de las
elecciones, conseguirán los votos mínimos para mantener la fachada… que permita
el fraude.
La compleja crisis, va más allá del desastre
económico, la agresividad, las malas costumbres, el cinismo, la mentira, el
atropello, el irrespeto del otro, de su trabajo y libertad, todo ello
televisado y aplaudido por el régimen, son distorsiones a los verdaderos
valores del pueblo venezolano. Actitudes que se hicieron costumbre en la boca
de Chávez, Maduro, Lina Ron, Diosdado, Iris Valera, Izarra, Acosta Carlez, o un
Mario Silva como sus mejores exponentes.
Quienes entre eructos, groserías, burlas e
insultos se ocuparon de denigrar la condición humana de cualquiera que no
estuviera de acuerdo con lo que estaba pasando.
Tenemos un problema de humanidad, de respeto,
de distorsión de principios, de falta de profesionalidad, de esfuerzo, de
trabajo. Que enfrenta un gobierno de mediocres y ladrones con ese venezolano de
siempre, que se levanta temprano a trabajar, que se esfuerza estudiando en
universidades cada vez más estranguladas, que hace colas interminables para
llevar comida a su hogar, que creyó una vez y fue traicionado.
Me interpelaban las angustiosas interrogantes
de una lectora, que frente al peso del poderoso aparato del estado, sentía sus
fuerzas decaer, se sentía cansada mental, emocional y espiritualmente. No es
para menos, la debacle es de tal magnitud que no vemos salida posible, algo de
nuestra humanidad se pierde frente al inescrupuloso poderío del régimen.
El punto focal de la solución, será la
capacidad de reacción, permanecerán los venezolanos como una masa inerme,
desorganizada e indiferente o por el contrario reaccionarán.
¿Estará la sociedad contaminada con la
ignorancia instalada en funciones de gobierno? ¿Será la propaganda oficial más
poderosa que los valores inherentes a nuestra idiosincrasia? ¿La lucha por
obtener los bienes que garanticen la subsistencia, pasará por encima de
cualquier sentido de ciudadanía, de los principios, valores y normas que dan
formas a la civilidad?
Digan lo que digan los escépticos, sí creo
que existe un pueblo que puede ser humilde, necesitado, pero decente; un pueblo
que tiene dignidad y sabe lo que quiere. Cansado de la burla, harto de la
inseguridad y del abuso, Consciente que después de 16 años nos encontramos en
el mismo punto, pero cada vez más hondo.
El venezolano necesita ánimo para mitigar el
desaliento, serenidad producto de la seguridad, recuperar el optimismo, gracias
a la esperanza y sentirse en armonía con el país y con sus semejantes. Allí el
punto central de la enseñanza que debemos concluir de la experiencia vivida, la
gran tarea de quien pretenda dirigir este país hacia la salida de la crisis.
Recuperar nuestra humanidad a través de nuestros
actos individuales y colectivos. Pasa por sanear la economía, exigir legalidad,
respeto mutuo, honor y decencia.
Somos un pueblo mestizo, de orígenes
diversos, con costumbres, comidas y acentos. Con una historia común, un
territorio donde encontramos lagos, ríos, montañas, crespúsculos y amaneceres.
Con horizontes infinitos, playas y naturaleza
exuberante, donde siempre supimos salir adelante con brío y entusiasmo, por eso
tengo fe, en este pueblo producto de una fusión de culturas, que manifiesta maneras
diferentes de ser, pero que cuenta con una sola humanidad.
Nelson
Castellano-Hernández
nelsoncastellano@hotmail.com
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