El cambio súbito ocurrido a partir de 1999
con precios del petróleo hasta de 140 dólares por barril, ofuscó el espacio
capital del venezolano. El gobierno chavista no estableció límites al dispendio
ni se esmeró por entender los beneficios de los sistemas de producción. La
dirigencia política y económica de entonces, también parte de la población,
actuó disipación; como si hubiese sido posible prodigar los inmensos ingresos
en divisas, como ganados en una lotería, mientras se arruinaban las condiciones
de vida en el país.
Con excelente promedio del precio del barril
del petróleo en lo que va de año alrededor de 50 dólares, el régimen persiste
con historietas vacías confiado en la sumisión del pueblo. Es iluso seguir
escudándose tras una profética riqueza que ya “no alcanza”. El extravío
desbocado en la revolución, o socialismo como prefieren definirlo algunos, ha
llegado al punto de generar nuevos glosarios culturales como por ejemplo el
bachaqueo.
¿Qué pasaba antes? A partir 1958 La Oficina
Central de Coordinación y Planificación (CORDIPLAN) elaboraba los planes de la
Nación: (1960-1964); (1963-1966); (1965-1968); (1970-1974); (1976-1980);
(1981-1985); (1984-1988); (1989-1993); (1994-1998), en que se trazaban
estrategias de desarrollo concretas como siderúrgicas, petroquímicas,
hidroeléctricas, vialidad, represas, escuelas, hospitales, parques, entre
otras.
Antes también. Ya en 910 se había
confeccionado un plan nacional de carreteras; en 1947, otro de vialidad
preliminar a cargo de una comisión adscrita al MOP; En 1948 la Corporación
Venezolana de Fomento presenta el primer proyecto de electrificación. Lo mismo
ocurría con la irrigación agrícola, presupuestos, salud, construcción, y todo
lo inherente a los programas estatales. De la larga lista sólo hemos citado
algunos datos referenciales.
En cambio el gobierno socialista, no
comprometido con proyecto alguno, ocupa todo el tiempo articulando excusas para
culpar “al otro”. Los entes socialistas, o parcelas políticas, han languidecido
y hecho inservibles para atender hasta los conflictos menores. Se ha perdido el
equilibrio entre criterio y gestión pública. En atención a esa dinámica que
prevalece en países atrasados, peyorativamente definidos como de tercer mundo,
se ha erigido una estructura de Estado inoperante, nociva, corrupta, y
orgánicamente parasitaria.
Mientras se incrementa la crisis y el pueblo
como su principal víctima haciendo colas, el gobierno persiste en divulgar los
éxitos del Socialismo del siglo XXI. La gente está cansada de tantas evasivas
triviales. Por ejemplo los casos de corrupción o impostura, cuando se cuelan a
la opinión pública, se corresponden con la debilidad humana; nunca a este
“socialismo impoluto y perfecto”. “La revolución es inobjetable como garante de
la honestidad pública.
Mientras la escasez e inflación hace al pobre
más pobre, el gobierno persiste en apuntar su mirada hacia Cuba; dictadura que
lleva casi 60 años martirizando a un pueblo fatigado y arruinado. ¡No importa
dimitir del mundo de desarrollo! Médicos e ingenieros cubanos, entre otros, que
devengan salarios mensuales de 20 dólares, fugados en balsas, ciertamente no
son deportistas bohemios de disciplinas marítimas sino el signo de una sociedad
desesperanzada.
El régimen reniega del progreso porque le
teme. El ascenso educativo y material de la sociedad, y por ende familiar,
conllevan a vigorizar principios íntimos como reflexiones críticas,
independencia política, emancipación doctrinaria y, sobre todo, la libertad.
Prerrogativas todas que coliden con la fábula restrictiva de “socialismo del
siglo XXI”. ¡Claro que antes era mejor!
Las marchas y mítines como avíos de protesta
ciertamente drenan disgustos que la gente expresa con gritos terapéuticos,
caminatas, reproches grupales y familiares, etc. Sin embargo el régimen le teme
más a una elección en la que por voluntad mayoritaria constatable se genera la
alternancia tangible. En cambio las marchas o mítines, por su condición fugaz,
son “factibles de ser intervenidas por el gobierno” como tantas veces ha
ocurrido. En cambio el voto no. De allí la importancia de las elecciones del
6-D.
Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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