Como el estruendo de una mina antipersona,
ensordecen los juegos de pólvora de quienes celebran la firma del acuerdo en
Cuba, sobre justicia y víctimas, luego que Timochenko anunciara, satisfecho, el
parte de victoria de la guerrilla sobre el Estado colombiano.
El acuerdo garantiza a las FARC, entre otras
gabelas:
Que se
modifique la Constitución en su artículo 179 para que sus miembros,
condenados, puedan ser congresistas, y que como tales, decidan los ascensos y
bajas de los militares, que persiguen a sus guerrilleros activos.
Que se retire
el narcotráfico de la lista de delitos comunes y se califique –para
ellos- como conexo al delito político, y
de carambola, evite su extradición.
Que las sentencias que les apliquen por sus
masacres, sean penas de servicios sociales. Nada de cárcel.
Que nadie investigue sus tierras, ni sus
fabulosas riquezas, que según Forbes, las clasifican como el tercer grupo
terrorista más rico del mundo.
Que se les permita hacer dejación –
conservación- de sus armas, (para
tiempos electorales) y seguir el narcotráfico y secuestro, bajo el estandarte
de la impunidad
Que el Congreso confiera facultades
extraordinarias a Santos, por si los colombianos no refrendamos el acuerdo,
entonces él lo apruebe por decreto.
Que se establezca el “Tribunal para la paz”,
para que juzgue, por fin, al senador Uribe, como delincuente, por haberlos
diezmado en su mandato, y junto a él, a soldados que los persiguieron y a los periodistas
y funcionarios que consideren enemigos.
Están de jarana, porque les damos todo, a
cambio de nada, es decir, por una paz, que al día siguiente de firmada, se
manchará otra vez de guerra, porque lo que se negocia en Cuba no es la paz,
sino al Estado. Las FARC no pueden decidir sobre la paz, que nace de la
justicia social. Las FARC, son un grupo desestabilizador, sobredimensionado por
Santos, pero cuando el país se pellizque, ya habrán acelerado su marcha
patriótica hacia el poder, el socialismo y la venganza.
Ni siquiera se les obligará a resarcir a sus
víctimas, que serán indemnizadas por el Estado – por nosotros- porque ellos, según Santos, “ya se gastaron
la platica”.
Celebran, porque según los nuevos
historiadores, sus masacres son epopeyas, y ellos no son victimarios, sino
víctimas, no son acusados sino acusadores. Ahí está Bojayá, con el criterio
kafkiano de la nueva justicia.
Celebran porque se jubilarán millonariamente
en el Congreso, desde donde manejarán
los hilos del Tribunal de la paz y la venganza, estamento macabro, ex post
facto, igual al que instalaron los revolucionaros en Francia para decapitar
reyes y los revolucionarios en Cuba para fusilar inocentes. Los revolucionarios
farianos no tuvieron, como ellos, que ganar la guerra, les bastó gruñir, para
la victoria.
Celebran, porque en este Tribunal de la paz,
será obligatorio confesar y reconocer, por parte de soldados y mandatarios,
(como las brujas en la Inquisición su pacto con el diablo) que cada guerrillero
muerto en combate, y en cumplimiento del deber, fue un asesinato. Si así no lo
hicieren, se expondrán a condenas de hasta veinte años de cárcel. El tribunal
de la paz fue diseñado para el sainete de la purificación guerrillera, y para
la condena de quienes los atacaron.
La fiesta hace más bulla en el Congreso, la
Fiscalía, las altas cortes y los clubes del generalato, donde la complicidad se
recompensó con aumentos estrambóticos a los salarios, ya abultados, y con la
posibilidad de hacer regalos contractuales, como el que hizo el Fiscal
Montealegre a Natalia Marlene Lizarazo Tocarruncho, alias Springer.
Celebra Santos, rebosante de megalomanía,
porque queda ad portas de ser postulado al premio Nobel de la paz, a costa de
fracturar el país a la mitad y de ceder ante las imperiosas exigencias de doce
mil terroristas.
Celebra Castro, fundador y jefe supremo de las FARC, feliz de
exportar su violencia socialista a Colombia, casi completando con nuestro país,
el mapa latinoamericano de la decadencia.
Celebra Maduro, protector de las FARC, y
verdugo de peligrosas ancianas y niños paramilitares, -colombianos- porque el proceso le permite disimular el
fracaso económico de su Socialismo bolivariano, y justificar cualquier fraude
electoral.
Celebran Correa, Evo, Kirchner, Mujica, y
Rouseff, contagiados ya de socialismo, porque Colombia ingresa, como nuevo
enfermo a su hospital. Ortega, de Nicaragua, celebraría con ellos, de no estar
mordiendo, por otro lado, al país.
Celebra Obama, sin saber de qué celebra, como
la mayoría de los gringos y celebra el Papa, a quien Santos estafó, vendiéndole
por original, una paz chiviada, al estilo de Sanandresito, igual que hizo con
otros presidentes y cortes del mundo.
Celebra el Foro de Sao Paulo, fundado en
1991con partidos, movimientos y grupos izquierdistas de Latinoamérica, para
tomarse el poder del continente, porque tras bambalinas, el Foro es el
verdadero artífice del proceso, y porque, de detentar el poder solo en Cuba,
hoy, 25 años después, lo tiene conquistado en Venezuela, Brasil, Uruguay, Bolivia,
Chile, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, El Salvador y Perú. Está cercano a
tomárselo en Argentina, México, República Dominicana, Costa Rica y ahora en
Colombia.
Celebran porque su plan ha sido tan efectivo
y sutil, que quien se alarmaba y advertía que el comunismo venía sobre América
del sur, era tildado de paranoico, y con ese cuentico se apoderaron del
continente.
Al fandango asisten: una justicia astuta, sin
venda, para saber a quién le asesta su espadazo y quien pone más oro en su
balanza; una verdad promiscua; un diccionario falaz, una paz sangrienta; una
democracia autócrata, unos castrenses castrados, y una comisión mentirosa para
la verdad.
Más de la mitad de Colombia no asiste al
arremango, porque sabe que la tal fiesta es, en realidad, el aquelarre de
Santos y las FARC, para propiciar la pesadilla, daliniana, comunista, que
parecía imposible, no hace más de 8 años.
No asistimos porque el socialismo al que nos
llevan, es totalitarismo, restricción de la actividad empresarial particular,
apoderamiento del aparato productivo del país, propiedad privada expuesta,
oposición amordazada, o fusilada y distribución equitativa de la miseria. Esa
es la evidencia de la historia.
Que sigan celebrando los monomaniacos de la
paz fariana. Nosotros, más de la mitad del país, seguiremos, como Santos dice,
ladrando para alertar el peligro, y graznaríamos, como los gansos capitolinos
que salvaron a Roma de los bárbaros, si con ello pudiéramos salvar a Colombia.
Nota al margen
William Villamizar, próximo gobernador de
Norte de Santander, recibió la adhesión del partido verde y manifestó que
sacará adelante el Proyecto Cínera, con el que garantiza agua y energía baratas
y sostenibles para Cúcuta, Recreación y
turismo, empleo e inversión empresarial.
Mario
Javier Pacheco García
mariojavierpacheco@gmail.com
@mariojpachecog
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