La inseguridad de las personas y los bienes
se ha convertido en los últimos años, según diversas encuestas realizadas por
diferentes empresas especializadas, en el problema más grave que confronta el
venezolano frente al hampa desbordada y la
incapacidad y, en algunos casos, descomposición de los cuerpos
policiales, más los crímenes cometidos por mafias paramilitares, en que han
devenido los grupos de defensa de la revolución, creados por el gobierno.
Las medidas de alta policía anunciadas en
varias oportunidades se han estrellado ante una realidad, que les resulta
incontrolable, a tal extremo que el Presidente
ordenó la intervención del Ejército para intentar de frenar los hechos delictivos que afectan a todos los
venezolanos. Y aunque el Jefe del Estado ha debido proceder a destituir, y no
lo hizo, a los responsables por la
incapacidad demostrada para combatir el delito, el hecho de apelar al Ejército
revela que el país ha entrado en una espiral de violencia hamponil,
relativamente incontrolable y caótica. Al hampa común se suma el hampa
uniformada, verdaderas mafias que manejan armas de guerra, frente a las cuales
la policía se encuentra en situación de
inferioridad, con pistolas 9 milímetros.
En los países con gobiernos democráticos en
los que la Fuerza Armada está subordinada al poder civil, el combate al hampa
común es una misión de las policías, bien armadas y entrenadas, las que en caso
de emergencia, por no poder controlar con sus armas a los grandes capos del
crimen, solicitan la cooperación de las Fuerzas Armadas. En Venezuela el
Presidente ha colocado a la cabeza de la
ofensiva contra la delincuencia a varios
Generales del Ejército, Rodríguez
Torres y González López entre los
últimos, Ministros de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, quienes comandan,
según anuncios oficiales, a miles de
hombres de tropa y a todas las policías de la nación.
La política de seguridad ha venido siendo
enfocada equivocadamente por los más altos funcionarios de ese ramo, al atacar
las consecuencias y no corregir las verdaderas causas de la proliferación de
los actos criminales. Mientras existan millones de desempleados y una burocracia
que no oculta su rápido y repudiable enriqueciendo ilegal; mientras no se
combinen planes a corto, mediano y largo plazo para enfrentar la pobreza, se
eduque para el trabajo a millones de
marginales y se creen las fuentes de empleo respectivas, de nada ha servido una nueva policía nacional ni la
intervención de la Fuerza Armada. Por lo contrario, esa policía y algunos
guardias nacionales se han convertido
una fuente más de corrupción, como ha quedado demostrado en la actuación
de algunos de los integrantes de esos
cuerpos policiales y militares en el contrabando, la extorsión y la represión a
ciudadanos inocentes.
La utilización de la FANB ha dado lugar a por
lo menos dos lecturas. Una que aparentemente esa puede ser una solución, si su
actuación se combina con el CICPC y las policías regionales, municipales y con
las comunidades. Y otra que los oficiales y soldados del Ejército no han sido
preparados para cumplir funciones policiales y se teme el aumento de la
violación de los Derechos Humanos de los venezolanos que por una u otra razón
sean detenidos, como ha sucedido con muchos jóvenes apresados por la Guardia
Nacional Bolivariana.
Y si a esta descomposición policial y social
agregamos la proliferación de armas en manos de delincuentes comunes y
políticos, el problema se puede tornar insoluble a corto plazo, si no se
procede al desarme de la población civil, que según informaciones oficiales
manejan varios millones de armas, incluyendo granadas militares, sin control
efectivo de quienes por ley son los únicos que las pueden portar.
Y como
todos los ciudadanos se
sienten amenazados por el hampa, no hay
dudas de que muchas personas apuestan
por el éxito del último plan de seguridad nacional, denominado Operación
por la Liberación del Pueblo (OLP)
después que fracasaron los 20 anteriores, concebidos y dirigidos por 15
Ministros de Interior y Justicia. Todos los ciudadanos de formación democrática
esperan que no sea utilizado por reprimir manifestaciones por las
reivindicaciones sociales, en momentos en que la inflación ha convertido en sal
y agua los precarios sueldos y salarios que vienen devengando los empleados
públicos desde hace 3, 4 y hasta más años, durante los cuales no se han firmado
contratos colectivos con la Administración Pública. También esperan todos los
ciudadanos que este plan no sea utilizados para perseguir la disidencia
política, ni para reprimir sus manifestaciones pacíficas, garantizadas por la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
De lo contrario estaríamos entrando en un
proceso de radicalización de la represión y la violencia políticas, con
consecuencias impredecibles, no deseadas para ninguna nación en la tierra, y en
particular para un país democrático y
civilizado, como aspiramos a consolidar el nuestro.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavilaEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD NACIONAL, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, ACTUALIDAD INTERNACIONAL,
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