La
gran diferencia entre Norteamérica —especialmente la anglosajona— y la América
Latina, es de índole cultural. No es un dato menor, dado que eso se trasluce en
calidad de vida para sus habitantes. No es una “revelación” el afirmar que se
vive mucho mejor en el norte de nuestro continente que en el sur, tal como lo
atestiguan las corrientes migratorias.
Lo
que tal vez sí sorprenda, sea nuestra afirmación de que la causa profunda de
que Latinoamérica parezca incapaz de zafar del subdesarrollo, estriba en la
amalgama entre el racionalismo europeo y el pensamiento mágico indígena. La
fusión de estas dos estructuras de pensamiento, han potenciado el quiebre con la
realidad que caracteriza a nuestros pueblos. El resultado —a la vista está— ha
sido nefasto.
Para
la gente de estas latitudes, la verdad no es la concordancia entre lo que se
afirma y los hechos. No, para nada. La “verdad” es lo que suena “bonito”; lo que
cuaja con sus anhelos o prejuicios; lo que en “abstracto” podría ser el ideal.
Y es por esa razón que son inmunes a las lecciones de la experiencia, y
nuestras naciones giran en un círculo vicioso caracterizado por la
opresión-corrupción-tiranía y miseria.
Una
muestra de ello es lo que ocurre con las empresas públicas estatales. Los
latinoamericanos las “aman”. Ven con complacencia y votan a cualquier político
que exprese que las va a “defender” porque les pertenecen al “todos”. Se
postula que es bueno que estén en manos del “Estado”, porque éste no busca el
lucro ni defiende intereses privados.
Pero…
¿realmente es así? ¿No hemos aprendido nada de lo que está a la vista y la
prensa independiente informa de continuo? ¿Somos incapaces de mirar a la realidad
como ella efectivamente es?
A
nuestro juicio, la mejor caracterización de las empresas públicas estatales la
hizo recientemente Fernando Henrique Cardoso —expresidente de Brasil (1995-199;
1999-2003)— en un evento realizado por el semanario Búsqueda en Montevideo
(Uruguay). El ex mandatario expresó, que en gran medida ellas son utilizadas
para la “financiación de la hegemonía en el poder”. Dentro de ellas, las del
sector relacionado con el petróleo —debido a las grandes sumas que maneja— son
las que mejor se prestan para ese tipo de maniobras. Los ejemplos
paradigmáticos son PDVSA, que permitió la instauración de la dictadura chavista
en Venezuela, la consolidación de la castrista en Cuba, y la “colonización” de
otros países de la región; y Petrobras, en Brasil.
Cardoso
afirmó que el Partido de los Trabajadores (PT) de la mano de Luiz Inácio Lula
da Silva, creó “una organización para obtener plata con la bendición de
sectores políticos, con la complicidad de sectores empresariales y todos juntos
sacaron plata de empresas que son del gobierno, o sea de la gente misma”. En su
opinión, “no se trata de la corrupción tradicional sino que es la financiación
de la hegemonía en el poder, es no aceptar a los demás y negar la rotación en
el poder”. Subrayó que se distorsiona enormemente a “todo el sistema
democrático con esa forma de financiación”.
Cardoso
observó que las empresas públicas son el sustrato donde arraiga el Estado
burocrático, clientelista, e infiltrado por intereses corporativos. Además, son
en gran medida la fuente que permite que la “plata del gobierno” sea “utilizada
de modos indirectos para financiar las campañas electorales”.
En
Uruguay —donde las empresas públicas estatales son el “orgullo” de la
población— frecuentemente son utilizadas para que el partido gobernante obtenga
recursos para ganar voluntades y por ende, votos. Asimismo, como plataforma que
catapulte ambiciones políticas personales.
El
caso reciente más sonado es el que
involucra a Raúl Sendic, actual vicepresidente de la república. Fue la gran
sorpresa de las elecciones internas de junio de 2014, debido a la inesperada
cantidad de papeletas que obtuvo. En esos comicios el voto no es obligatorio
pero son muy relevantes, porque de allí saldrá la fórmula presidencial por
partido político para las presidenciales, que se realizan en octubre de ese
mismo año.
El
aludido jerarca entre 2010-2013 fue presidente de nuestra petrolera estatal
ANCAP, período en el cual, la empresa tuvo enormes pérdidas y realizó
inversiones muy cuestionadas. A causa de ello se habilitó en el Senado una
comisión investigadora sobre la gestión de la empresa entre los años 2000-2015.
A raíz de ello, están saliendo a la luz pública diversos datos. Por ejemplo,
que se pagó $5.000 por publicidad oficial de ANCAP por seis meses durante 2014
en una radio que no estaba emitiendo.
Pero
lo más curioso fue que en el año electoral, en el rubro “comunicación
corporativa”, se multiplicó por cinco el gasto en publicidad: en 2013 fue de
$190.000, mientras que en 2014 trepó a casi un millón de dólares. Pablo
Bernengo —gerente de Relaciones Institucionales y Comunidad de ANCAP— afirmó
que todas las decisiones en materia de publicidad eran tomadas por el
directorio y no por la gerencia técnica. El jerarca no pudo explicar las razones
de ese aumento de gasto tan considerable.
Volviendo
al tema de Brasil, Cardoso señaló que en 1988 se reformó la Constitución de su
país, con el objeto de que quedaran establecidas las condiciones que
permitieran “ofrecer mejores condiciones de vida a su gente”. Entre las medidas
principales, se procuró que “las empresas del Estado fueran públicas” y “que no
estuvieran controladas por los partidos sino por agencias independientes”. Sin
embargo, las buenas intenciones tuvieron corta vida porque en manos del
expresidente Lula (2003- 2007; 2007-2010), las decisiones volvieron a ser
políticas y no de eficiencia empresarial.
Algo
parecido ocurrió con PDVSA en Venezuela y con ANCAP en Uruguay, donde en algún
momento se procuró realizar una administración profesional de ellas,
aislándolas de intereses políticos y/o personales. Pero indefectiblemente se
fracasó en tal intento.
Lo
cual comprobaría que está en la propia naturaleza de la cosas que así sea, y
que la única solución es cortar por lo sano. Es decir, que no haya empresas
públicas de propiedad estatal. Si así se hiciera, no solo disminuiría cualquier
tipo de corrupción, sino que también mejoraría la calidad democrática.
Pero
nuestros pueblos parecen incapaces de aprender de la experiencia y prefieren seguir
aferrados al “pensamiento mágico”.
Este
artículo fue publicado originalmente en Panampost (EE.UU.) el 5 de octubre de
2015.
Hana Fischer
@hana_fischer
http://www.elcato.org/la-turbia-relacion-entre-las-empresas-publicas-y-las-campanas-electorales
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