Mucho se ha escrito sobre si el descubrimiento de América fue un choque o
un encuentro entre dos mundos, pero lo cierto es que representó un hito que
cambiaría el curso de la humanidad y así hay que reconocerlo. Que los
conquistadores eran aguerridos y violentos es cierto, porque para eso fueron
entrenados, no eran colonizadores.
Desde las primeras
civilizaciones, conquistar
y ser conquistados ha sido la historia
de la humanidad, y los victoriosos imponen su cultura, religión y manera de ser
a los derrotados. Así ocurrió antes del
antiguo Egipto, pasando por las clásicas Grecia y Roma, mundo árabe, azteca o inca. Así como nuestros arahuacos conquistaron otras tribus y
fueron a su vez asediados por los caribes, los europeos dominaron, tanto a los
triunfadores como a los derrotados del nuevo continente. Es necesario entender la mentalidad de ese tiempo.
Para el conquistador el nativo era salvaje, rudo, carecía de razón y hasta se
dudaba si era humano o animal salvaje. Culpa fue del tiempo y no de España.
Apartando el indigenismo de moda (devolverles a los indios
haciendas productivas para que las destruyan), los melodramas ideológicos
(cambiar el término “indio” por “aborigen”, vocablo, supuestamente más cargado
de valoraciones cultural), los nacionalismos desbocados (como la destrucción de
la estatua de Colón en Caracas) o los rencores del pasado, lo cierto es que los
hechos y las fechas están escritos y forman parte de la historia. Intentar
darle una interpretación particular según determinada posición ideológica es
injusta para la imparcialidad histórica. Es preferible exponer los acontecimientos
tal y como ocurrieron.
La conquista y colonización de Latinoamérica por los españoles, con todas
sus imperfecciones, trajo como consecuencia el establecimiento de un inmenso
conglomerado de personas que hoy pueblan un mismo continente y hablan un mismo
idioma sin
que exista entre ellos odios de raza ni diferencias de credos. Todo este
conjunto homogéneo forma un cuerpo histórico que es lo que se ha llamado
hispanidad. De la voluntad de sus habitantes depende enrumbarse por nuevos y
definitivos destinos que lleven hacia el progreso y la prosperidad. Que oiga
quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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como siempre Ernesto , pluma de oro
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