Olvidemos por un momento el debate sobre las
oportunidades de la Oposición de ganar las elecciones parlamentarias del 6-D o
si será víctima de un gigantesco fraude perpetrado por el oficialismo. Ése es
un análisis que sólo podremos hacer después y ya nos tomaremos el tiempo
necesario para eso.
En este momento lo que vemos es un panorama
más amplio, estructural, que nos muestra algunos de los síntomas más claros y
patentes del malestar generalizado de toda una sociedad, si nos guiamos por el
más reciente sondeo del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, del profesor
Félix Seijas, fechado el 16 de agosto.
Eso que antes parecía el acelerado deterioro
de un régimen político hoy va más allá: en Venezuela se produjo un quiebre. ¿Y
qué significa eso? Pues que hubo una ruptura de la sociedad (o de una buena
parte de ella) con un orden político establecido.
La inmensa mayoría ya rompió con una forma de
ejercer el poder. Hay que decirle adiós a la famosa polarización del 50-50: en
Venezuela al parecer ya cuajó un cambio radical en las opiniones que, tarde o
temprano, tendrá consecuencias políticas. ¿Y cómo se manifiesta este quiebre?
Veámoslo en cinco de sus manifestaciones:
1. Ya no hay dos mitades: el chavismo
disminuye su tamaño cada vez más. Durante mucho tiempo, un discurso timorato no
asumía algo que venía gestándose como una realidad: los factores que adversan
al gobierno son una mayoría social y política desde comienzos del 2014. Lo
único que ha sucedio es que aumentó considerablemente su dimensión. Es por eso
que lo que hoy podemos denominar el “bloque opositor” constituye el 68,5% del
electorado, relegando a un 23% a aquellos que todavía defienden al chavismo.
Dicho de otro modo: desde que Nicolás Maduro está en el poder el chavismo ha
perdido 32 puntos porcentuales de apoyo popular. Y hoy sigue ejerciendo el
poder, pero es franca minoría.
2. La gente siente que nos dirigimos a un
precipicio (incluso el chavismo). Esta afirmación es resultado de un consenso
sumamente amplio: por donde vamos nos llevan a un barranco. El 87% de la
población considera que la dirección del país es equivocada. Y no podría ser de
otro modo ante tal nivel de crisis social y económica, generada por un modelo
que pretende controlar nuestro modo de vida. Y esta cifra no sería viable si
una parte importante del chavismo no opinara de la misma forma. Es decir: de
los venezolanos que aún se consideran “fieles al proceso”, el 55% también cree
que el rumbo que lleva la Nación es equivocado.
3. La confianza fue pulverizada. Nadie puede
confiar en el conductor de un autobús que se dirige hacia un barranco. En este
momento, al ser interrogados sobre si considera que Nicolás Maduro pueda
resolver los problemas que actualmente confronta el país, el 65% de los
venezolanos afirma que no tiene ninguna confianza (la peor categoría de las
posibles respuestas). Tal magnitud de rechazo sólo es otro reflejo de la amplia
percepción de que Maduro es el responsable de los principales problemas de
Venezuela. Y en política, cuando se pierde la confianza, ya no hay nada que
hacer.
4. La inmensa mayoría afirma que no estamos
en democracia. Algunos encuestadores deberían tomar nota sobre esa convención
de que en el escenario político de Venezuela todo es transaccional y que hablar
de libertad y democracia “no gana votos”. Ese análisis economicista en
ocasiones peca por unidimensional y en algunos casos sólo responde a una agenda
política. Los números demuestran que la gente en Venezuela aprecia la
democracia y le gusta que sus gobernantes se muestren democráticos. A la par
del desmadre económico que sufrimos, “El Quiebre” también se nutre de una
amplia fuente política: la violación de derechos humanos, la existencia de
presos políticos, el ahogo a la libre expresión y la represión. Después de los
sucesos a comienzos de 2014, un 55% consideraba que este gobierno no era
democrático. Para el estudio de agosto la cifra ya alcanza el 68%. Vamos a
decirlo de un modo más pedagógico: 7 de cada 10 venezolanos piensan que esto no
es una democracia.
5. Hay un dramático cambio en las
preferencias electorales. Cuatro síntomas como los presentados anteriormente
deben traducirse en consecuencias lógicas: un amplio rechazo y un severo
castigo en la intención de voto. Cuando se le pregunta a los venezolanos sobre
su intención de voto para las próximas elecciones parlamentarias, apenas un 19%
se pronuncia a favor de los candidatos del chavismo, mientras que por los
candidatos de la oposición lo hace un 58%. Sí, leyó bien: la diferencia es de
39 puntos porcentuales. ¿Puede haber una mayor evidencia sociopolítica de que
sí ha ocurrido un quiebre?
En Venezuela hay un proceso electoral a la
vuelta de la esquina donde este quiebre se podría manifestar de manera clara. Y
si esas elecciones no llegaran a darse como debieran, tendremos otra razón para
que esa fractura se profundice y las consecuencias políticas se materialicen,
más temprano que tarde.
Pero la interrogante final seguirá siendo la misma:
¿quién organiza y conduce todo este malestar?
Edgard Gutiérrez
edgar.gutierrez@ucr.ac.cr.
@gedgard
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