Para quien se sienta
agraviado por el resultado de una elección popular, nada hay que pueda
conformarle ante la ilusión no concretada. Es una sensación que no pasa por la
raza, sino por el sentimiento. Detrás de ello está la condición humana y es
natural que ella se manifieste, aunque no necesariamente se imponga. Hace falta
dosis de carácter y visión para entender, que la adversidad, como uno de los
temas de vida, es solo estación de paso. Mucho más, cuando el resultado
presenta serías dudas e interrogantes en su auténtica legitimidad. El porvenir, en cambio, es oportunidad para
todos, y particularmente para aquellos que resultaron favorecidos. Eso
significa, desde nuestra óptica, desafío y compromiso.
La reconciliación es
válida y necesaria en muchos frentes, no solo
en el político. Son incalculables las heridas y la mesa de la concordia
mucho invoca y a todos convoca. Para la reconciliación se requieren humildad
por parte de los declarados ganadores, sensibilidad con el que disiente de sus ideas y, especialmente
con aquel, que sin justificación, ha perdido esperanza sobre lo que la política
y los gobiernos puedan hacer. No se trata de una impostura, sino de entender
que la crisis de las instituciones representativas tiene que ver
lamentablemente, con la generación de gobernantes y políticos de los últimos 14
años. La reconciliación y la concordia tienen agenda. No puede ser un acuerdo
de inmovilidad gatopardiana para que las cosas no cambien. Hay cambios
urgentes, como el de la efectiva desconcentración del poder.
Los Estados y
Municipios han sido golpeados en sus ingresos, debido a la perversa disposición
presupuestaria de calcular el barril de petróleo por debajo de su precio real.
El secuestro por parte del Ejecutivo de la Administración de Justicia. El
indecoroso papel de la Fiscalía General, Contraloría y Defensoría del Pueblo.
Los abusos y ventajismos del CNE. La politización de las Fuerzas Armadas
Nacionales, la impunidad ante los hechos notorios de corrupción y otros graves
dislates administrativos, como son la confiscación de empresas privadas en
pleno proceso de producción, el desabastecimiento y la carestía del costo de la
vida y la inseguridad; son elementos que obligan al gobernante y a los factores
opositores a entablar mínimos acuerdos que mejoren las relaciones entre ambos,
que crean un clima de entendimiento para el progreso y la paz necesaria. El
gobierno es el primer llamado a convocar estos encuentros, en la disposición de
entenderse y acordarse.
Se observa
igualmente poca credibilidad en los
Partidos Políticos y ello es preocupante, porque no hay democracia sólida y
fuerte, con Partidos débiles. Estos instrumentos de la sociedad civil deben
procurar acercarse cada vez al ciudadano, a sus angustias, anhelos y deseos de
ser cada día más. Resulta entonces un imperativo, el diálogo franco y sincero
de las partes. Si ello se frustra por cuestiones baladíes, entonces que nadie
se sorprenda si en la brevedad del tiempo, comencemos a ver conmociones
sociales, tomas de calle, violencia y desacato a la autoridad por parte de una
población que se sentirá frustrada y obstinada de tantos desatinos. Quisiera de
verdad equivocarme en esta apreciación, pero si me apuran un poco, me atrevería
a decir que esa explosión no provendrá en sus inicios de sectores marginales,
sino de la masa juvenil de estudiantes, que irrumpirán en busca de respuestas a
sus aspiraciones de un mejor futuro y
que en esa búsqueda no abandonaran la
calle.
César Augusto Yegres Morales
caym343@hotmail.com
@cyegresm
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