Imaginar la sumisión fatídica de la ignorancia en la condición natural
del venezolano, es todo lo contrario a
su elevada razón de ser, fundamento de dignidad, condición y espíritu libre. Un
pueblo como el venezolano que lleva la libertad en el alma, constituye algo más
que el diario vivir en las ausencias de lo esencial para la subsistencia.
Además, tampoco representa la sumisión ante la opresión
Está
el país ante un cuadro pertinaz de estados emocionales que desencadenan
desequilibrios mentales. Ante ese estado de ausencia de la cordura y,
naturalmente, de la serenidad, que es proverbial y por lo demás exigente, en
mucho se mantiene todavía la responsabilidad y el equilibrio es notable la
cordura de los ciudadanos frente a ese estado descompuesto que golpea la vida
de millones de venezolanos. El desenfreno totalitario hace aguas y los días son
agónicos frente a lo que se ve venir.
Entonces está ojos visto la realidad que colma
la impaciencia colectiva día tras día en un país que, como Venezuela, está sometido
al saqueo de sus recursos. Al saqueo durante más de quince largos y penosos
años, de sus ingresos económicos, todo lo cual ha sido producto de la perversión política que deja profundas
grietas en la tranquilidad ciudadana y en la organización institucional de la
República. El siniestro totalitario destruye, empobrece y convierte en miseria
lo que antes representaba emprendimiento y crecimiento sustentable.
Hay
una fuerza que desde hace tiempo dejó atrás la pasividad y asume su rol de
consistencia en la lucha por la preservación de los valores democráticos. Es la
sociedad democrática con el vigor del pensamiento libre y el entusiasmo de una
juventud valiente que hace del porvenir, su determinación de fe republicana.
Esta juventud que estudia y lucha no se entrega. Levanta las siete estrellas en
su tricolor de gloria y abre caminos de cambio para la reconstrucción de la
nación. Hay fe. Hay lucha y hay consistencia en la preservación de la libertad
y la paz.
En tal
sentido el apremio de los días llaman la atención de hombres y mujeres para la
convivencia y el encuentro formidable de una nueva manera de ser y proceder. La
situación venezolana de empobrecimiento generalizado y violencia inaudita, deja
un arcoíris de compromiso histórico de libertad: amarillo, azul y rojo con
siete estrellas en su corazón,
De
esta manera concluyente se extiende un lastimoso cuadro de destrucción que
priva a grandes sectores de la población venezolana de los medios fundamentales
para la subsistencia. Escasean los alimentos, las medicinas y, en grado
superlativo, todo cuanto tiene que ver con la seguridad de la vida. Los centros
asistenciales constituyen el dramático cuadro de la escasez y la impotencia
ante las enfermedades que dejan en la orfandad temprana a madres, padres e
hijos.
Qué Venezuela esté viviendo una situación de
tal naturaleza, tiene que llamar a la conciencia del deber que obliga al
derecho insustituible de la solidaridad humana. De manera expresa y
determinante la solidaridad de la lucha. Los apremios de los días hablan de
libertad, de derechos humanos y de la defensa del patrimonio de la nación. Hay ausencia de una conducta dirigente –no
toda- que deja entrever una suerte de conformidad en la aceptación de los
lineamiento que son práctica común del autoritarismo.
Frente a ello está la consistencia de la lucha
unitaria del cambio sin entreguismos ni componendas. Es el poder inextinguible de la Venezuela
democrática.
Rafael
Bello
bello.rafael@yahoo.es
@unidadylagente
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