La
Iglesia, en su infinita sabiduría en la búsqueda de su permanencia y progreso
dentro de su necesario, lento y seguro proceso de cambio, ha optado por
reconocer sus errores en forma pública por boca de su máximo representante y dirigente, el Sumo Pontífice. Así, el Papa Francisco,
recientemente ha pedido perdón a nombre de la Iglesia por los errores cometidos
durante la conquista de América.
Agreguemos a esto el reconocimiento anterior hecho por San Juan Pablo II
en cuanto a los errores de la Iglesia durante La Inquisición.
Tengamos
en cuenta que el reconocimiento de esos errores es expresado
por
Papas que no tuvieron nada que ver con las acciones en referencia. Veamos lo que pudiera
considerarse un paralelo, guardando las
debidas y
necesarias
distancias.
Nuestro
país tiene y ha extraído inmensas cantidades de petróleo en y del subsuelo y
las ha explotado bajo distintas fórmulas.
Inicialmente,
la explotación se dejó en manos de los intereses extranjeros: los únicos con el
conocimiento, la tecnología y el dinero necesarios para invertir en exploración, producción,
transporte, refinación, distribución y comercialización de los crudos y
productos en una industria incipiente. En esa época la participación del estado
era a través de intermediarios a quienes se les daban los derechos de explotación
y muchos los entregaban a las operadoras.
También
se les dieron derechos a las empresas directamente. Poco sabíamos y podíamos
hacer en esa etapa de la actividad dado el nivel de atraso que nos embargaba
con respecto a esa nueva fuente de energía.
Cuando
salimos del oscurantismo comenzó el proceso de poner al día al país y en
paralelo a la actividad petrolera en cuanto a las reglas de la relación entre
el estado que ahora comenzaba a formularse y los que llevaban a cabo su
extracción: la Ley de Hidrocarburos, entre ellas, y el comienzo de la
calificación a través del estudio de la materia, de personal del gobierno
encargado de la supervisión del manejo de la explotación de un recurso
propiedad del estado. Pero vinieron los vientos llenos de aspiraciones
políticas con tintes distintos de rojo y comenzó el juego inconveniente de los
gobernantes con las petroleras y la búsqueda del uso de las clases
desconocedoras del tema, incluyendo a los intelectuales, como apoyo político a
través de la inculcación del criterio de que el capital extranjero y el
capitalismo explotaban inconvenientemente el recurso “de todos los venezolanos”
que solo ellos defendían.
Con
prestidigitación de parte de los factores políticos y de los económicos
interesados en su progreso personal, pero no en el verdadero desarrollo del
país y de sus recursos humanos, comenzó la labor de tejer la convicción de que era necesario estatizar
el petróleo: incorporar la actividad petrolera al capitalismo del estado,
justificando todo el entramado del tejido bajo la tesis de conceptos
desarrollados bajo un haz de luz que señalaba hacia una supuesta seguridad de estado.
Debemos
recordar que nuestro país fue un ”país para querer” mientras la actividad estuvo bajo la
administración del capital privado, período durante el cual “nos arropábamos
hasta donde nos llegaba la cobija”, pero durante el cual siempre estuvo
presente en la mente de los dirigentes nacionales la tesis de que el petróleo
debía ser operado por el estado, llegándose hasta el extremo de limitar su
desarrollo y acusar a “lo extranjero” de nuestros males para mayor
justificación de la necesidad de estatizar. Comenzó el experimento fallido de
la CVP y todo lo que se hizo alrededor de ella.
Llegó
la estatización que los “Ayatolas” prometían como fórmula necesaria para el
crecimiento del país y para su desarrollo, pero también surgió la dicotomía
entre usar los recursos del petróleo para el desarrollo de la actividad
petrolera o para llenar el permanentemente insuficiente tesoro público: el
ansiado “desiderátum” de los políticos y sus aliados protegidos por ese estado.
Lejos quedaba, verdaderamente, el ejercicio del poder en función del Desarrollo
Humano.
El
resultado del ejercicio petrolero en manos de los políticos ha sido uno de vaivenes
sobre un sube y baja en cuanto a la filosofía sobre el petróleo (Leoni llegó a
decir que no era necesario estatizar la actividad petrolera), pero se mantuvo
la tesis inculcada con “taladro” de que era necesario estatizar el petróleo:
pasarlo al manejo directo de la operación por parte del estado. Y así se hizo,
con el apoyo de las clases dirigentes pero con múltiples observaciones y
cuestionamientos por parte de los que manejaban la actividad misma - los
verdaderos petroleros.
Hoy,
cien años después, haciendo un análisis de lo logrado desde la estatización de
la industria petrolera, con los agregados del socialismo llamado del siglo XXI,
encontramos que, a pesar de todas nuestras “buenas” intenciones y con todas las
argumentaciones para respaldar las acciones tomadas con respecto al petróleo,
se concluye, para desgracia nuestra, que
el curso de acción tomado por nuestros dirigentes ya no puede ser
defendido. No hay sino que ver la tragedia que sufrimos y que ha logrado
promover el éxodo de gente en busca de mejores oportunidades, cuando nunca
antes esa fuera una fórmula venezolana. Hace falta, ya, un “Mea Culpa” por
parte de los factores políticos y de los que han actuado en función política o
como políticos, indicativo de nuestra equivocación, con el juramento claro e
irreversible de que iniciaremos un nuevo camino de la eliminación del
capitalismo de estado en lo petrolero (y en todos los otros casos) y que el
estado se dedicará a lograr el Desarrollo Humano como función primordial para
así convertir a nuestra Venezuela, a largo plazo, en un país de progreso y de
futuro que asegure el desarrollo de la libertad y, consecuentemente, de la democracia.
Es
la única manera. De otra forma seguiremos dando los mismos tumbos que hemos
dado y seguimos dando y cuyas consecuencias hemos sufrido durante todo el tiempo que podamos
recordar. ¿Qué partido, grupo o persona pronunciará el “Mea Culpa”? ¿Quién
tirará la primera piedra?
Odoardo
León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon
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