Los
venezolanos llevamos mas de tres lustros inmersos en una cultura de
confrontación, por un lado las cadenas del gobierno, ya sean presidenciales o
de cualquier funcionario que se crea con poder para insultar a quien no piense
como ellos. Cualquier lugar o acto público es bueno para montar un show
político, ya sea, la inauguración de una cancha de bolas criollas o la elección
de una reina en las fiestas de un pueblo. Aplican la teoría del gusano, hablan
un minuto de la cancha de bolas recién estrenada y durante 3 horas y 59 minutos
despotrican de la victima escogida como chivo expiatorio ese día.
El
vecino del frente tampoco pierde oportunidad para arremeter contra quien camina
a su lado, adelante o un poco mas atrás,
pero se cuida mucho de importunar al habitante de la otra acera. Esas
conductas me recuerdan un pasaje del Quijote cuando Sancho Panza, a la sazón,
gobernador de la Ínsula Barataria, increpó fuertemente a una mujer diciéndole:
si hubieras empleado tanto empeño en defender tu honor como el que pones para
defender la bolsa de monedas, nadie hubiera podido mancillarte.
Por
las conversaciones sostenidas con cientos de venezolanos en todo el país,
sostengo que el ciudadano común esta harto de este clima de confrontación
constante, que lo avasalla, lo constriñe y le debilita su salud, por cierto en
el peor momento para ello. Todos queremos vivir en un clima de paz, de
inclusión, de esperanza. Conocemos los problemas, los vivimos y sufrimos a cada
momento, no hace falta que nadie los exalte, solo requerimos soluciones
urgentes para ellos.
Quienes
dirigen o están llamados a dirigir el país deben presentar planes que
involucren una visión compartida por la mayoría de los venezolanos. Una
propuesta que supere el esquema predominante hasta ahora, donde cada sector
privilegia los valores que representa y los intereses que defiende, excluyendo
a los demás. Con esta visión sectorial se vuelve difícil el diálogo
constructivo. Esta división de los venezolanos, ese no querer perdonarnos
mutuamente, hace difícil el reconocimiento de los errores propios y, por lo
tanto: la reconciliación.
Hasta ahora los políticos en nuestro país se han dedicado a enfrentar enemigos imaginarios y han utilizado la política solo como una herramienta de lucha por el poder al servicio de intereses individuales y sectoriales y no han podido, no han sabido, o no han querido lograr una justa redistribución de la riqueza, que nos podría haber llevado a erradicar la desigualdad social y la pobreza, dos de los grandes enemigos que si estamos obligados a enfrentar con firmeza.
Noel
Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente”
Generación Independiente
@alvareznv
@beanavas
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