Mientras el drama de los pobladores en la
frontera occidental de Venezuela, la que colinda con Colombia, se mantiene
desde hace un mes como consecuencia del atentado del que fueron objeto unos
efectivos militares, lo que llevó, como medida salvadora a los males de la república por el oeste, al presidente Maduro
a decretar estados de excepción en
algunos municipios fronterizos.
Transcurridos los días, el gobierno sigue sin
explicar convincentemente quienes fueron los agresores de los militares y mucho
menos señalan las actividades que éstos desarrollaban al momento del altercado.
Quienes en la frontera habitan sostienen sus tesis y difícilmente el gobierno
se atrevería a confirmarla. Les interesa atribuir la culpa de la crisis
venezolana al gobierno colombiano y a sus habitantes; en tiempos electorales
siempre será válido acusar a un tercero, sostienen algunos, y así ha procedido
Maduro y su combo.
La retrechería presidencial lo llevó a
Vietnam y China, a cualquier cosa, pedir nuevos préstamos, adquirir nuevos
compromisos, siempre a pedir jamás a ofrecer salvo petróleo.
Después de tanto zapateo tabasqueño se impone
la realidad y la retrechería sede, todo tiene su final, nada dura para siempre,
y Quito, capital del Ecuador, sirvió de escenario para que los presidentes de
Colombia y Venezuela resolvieran dar un notición a los afectados por las
medidas del gobierno venezolano: “restablecer progresivamente las relaciones
diplomáticas”.
En Quito los presidentes resolvieron
restablecer relaciones, que los embajadores ocuparan su lugar, y que distintas
comisiones comenzaran a atender los problemas permanentes y sistemáticos de la
frontera. En fin, se anunciaron medidas que hace ya bastante tiempo han
adoptados los gobiernos de ambos países. Nada nuevo, por el contrario, tales
medidas suponen que deben ser atendidas rutinariamente por ambos gobiernos y no
deben ser tenidas como actividades excepcionales.
Desde cuando no existen los problemas
fronterizos entre ambas naciones: hay los que van desde diferendos limítrofes
aun no resueltos en su totalidad hasta aquellos que tienen que ver con el
contrabando de un lado a otro, del narcotráfico y la narcoguerrilla, que en algún momento tuvieron
o tienen a Venezuela como zona de aliviadero. Acaso se olvidan los secuestros
perpetrados por la narcoguerrilla comunista en territorio venezolano; los
asesinatos cometidos por éstos en Carababo y la emboscada de la cual fueron
objeto unos militares y empleados de PDVSA en el estado Apure con un saldo de
una ingeniera y unos militares acribillados a tiros.
En Quito, Maduro y Santos se burlaron de sus
nacionales al lograr un acuerdo que ya todo el mundo daba por descontado
–reiniciar las relaciones diplomáticas-. Ambos, con enorme sinceridad les
afirmaron a sus países que luego de años en el ejercicio del poder no se habían
ocupado de los siempre difíciles problemas fronterizos. El show de Quito y sus
insulsos acuerdos no requerían más de una breve y simple llamada telefónica.
Para Maduro, llegar a Quito implicaba
considerar que “todo tiene su final, nada dura para siempre / tenemos que
recordar que no existe eternidad”. Así, exactamente como reza la canción de
Blades, un mes pudo Maduro, al menos eso cree, distraer al país sobre los
gravísimos problemas económicos y sociales. La retrechería no dio para más y el
6D se inicia en principio del final.
Leonardo
Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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