“Todo este conjunto de relaciones entre trabajo, capital, distribución y producción, que es válido en general, se torna más que evidente en Venezuela, porque el proceso económico ha consistido fundamentalmente hasta hoy en la distribución de una riqueza y de un ingreso producido por la riqueza petrolera. Por lo que a este proceso se refiere, los intereses de obreros y empresarios están, para solaz de la cultura de izquierda, obviamente contrapuestos”. Econ. Emeterio Gómez.
Los
distintos sectores de la economía venezolana en los que convergen los
ciudadanos de riesgo financiero y de
trabajo productivo, han puesto en la calle una serie de propuestas dirigidas a
estructurar una agenda en la que figuren posteriormente verdaderos programas
para la producción nacional de largo plazo.
Lo
han hecho de la mano de su máximo organismo gremial: Fedecámaras. Y motivados
por la certeza de que los diversos Consejos de Cámaras, que son precisamente
los que configuran el Directorio de dicha institución, acogerán a partir de
ahora dichas propuestas como su objetivo de trabajo motivacional en todo el
país.
Es,
sin duda alguna, una forma audaz de lanzarse al ruedo de las disquisiciones, de
las divergencias, de las confrontaciones ideológicas y -¿por qué no?- de ese
submundo de la política venezolana. De ese sitio franco para el culto a los
juicios y a los prejuicios, y en el que si existen posiciones claras con
predominio inocultable, es que toda iniciativa privada siempre tendrá que ser
objeto de indagación, porque no siempre está libre de sospechas. También que
las ideas del mercado son y siempre serán buenas y recibirán la mejor de sus
acogidas, si son los Gobiernos los que determinan su presencia, su
desenvolvimiento y hasta su razón de ser.
Ante
esa doble acepción que se tiene en Venezuela de la participación ciudadana en
el ir y venir de la economía y de lo económico, entonces, es que Fedecámaras va
a la calle a bregar atención, comprensión y a promover discusión. Ya que si en
la actual coyuntura histórica no lo hace de esa manera y con miras a dichos
propósitos, difícilmente logrará no sólo que aquellos que se ocupan de la
política comiencen a entender de qué se trata eso que en la Constitución
nacional vigente se describen como Derechos Económicos. Sino que, además, todo
cambio político que pueda producirse a partir de ahora, también debe y tiene
que incluir cuáles son los nexos que regirán desde entonces la relación Estado,
empresa privada y trabajadores.
Para
Fedecámaras, los Consejos de Cámaras y
las propias Fedecámaras regionales no será un trabajo fácil lo que implica la
ambiciosa pretensión de provocar tantos debates como sean necesarios, para que
esa imprescindible revisión a fondo de lo que ha sucedido no sea lo que
continúe prevaleciendo en el Siglo XXI, casi bajo los mismos términos de los
dos siglos anteriores.
Pero
el trabajo hay que hacerlo y lo más pronto posible. Ya que hoy nadie puede
dudar que si existe un área de la economía venezolana que ha pagado y muy cara
la experiencia vivida en los últimos tres lustros, a la par de las Industrias
Petrolera, Petroquímica, del Acero, el Aluminio, la Minería Metálica y No
Metálica en general, es la empresa privada en general.
Lo
que hoy queda de la empresa privada formal en el país, y especialmente de
aquella que fue excluida -o destruida- deliberadamente por no acogerse al
patrón que se impuso desde el propio 2001, es una estructura signada por la
sobrevivencia, y a merced de la rígida voluntad de quienes administran
discrecionalmente sus propias normas. Y con esa realidad que muchos se empeñan
en tratar de minimizarla en su gravedad e inconveniencia, no es posible
reorientar la economía venezolana en el necesario tiempo prudencial, y con una
comprobada capacidad para evitar que lo social se convierta en un obstáculo
para alcanzar niveles eficientes de producción y de productividad.
Si
ante el actual y aparentemente prolongado proceso de irrecuperabilidad del
precio del producto de exportación venezolano por excelencia, como es el
petróleo, se insiste en seguir avivando la expansión del peso del Estado y
manteniendo de rodillas el esfuerzo empresarial privado, no será posible evitar
que futuras generaciones de hijos del país puedan vivir, una y otra vez, en un
ambiente de condiciones en los que el desquicio administrativo sea lo normal, y
no lo excepcional.
Por
supuesto, lo que está planteado y hoy se ha convertido en motivo determinante
para que no se repita la costosa, injustificada y casi irracional experiencia a
que el actual Gobierno ha condenado a treinta millones de ciudadanos, es que,
de una vez por todas, la dirigencia venezolana, indistintamente del lugar que
ocupe actualmente, se tiene que dedicar a trabajar por y para Venezuela.
Y eso
incluye, por supuesto, al liderazgo institucional gremial de la empresa
privada, que no puede dejar de transmitirle a la ciudadanía que sus prédicas de
siempre, que sus propuestas de hoy no son trampas caza bobos, sino expresiones
sinceras alrededor de la necesidad imperiosa de hacer empresa, de incrementar
fuentes dignas y decentes de trabajo, y justo bienestar social para todos los
que producen riqueza con su esfuerzo.
Venezuela
se tiene que negar a seguir en las posiciones del rezago productivo continental
y global; a continuar liderando las peores posiciones cuando se trata de la
vida en libertad; a seguir siendo ejemplo de las pocas naciones del mundo en
las que la inflación determina qué alimento se puede o no consumir en sus
hogares; a seguir siendo otro doloroso ejemplo de un país que no es capaz de
evitar la pérdida de su muchachada entre la migración y las balas. Pero nada de
eso será posible si lo económico continúa siendo un quiste en la voluntad de
quienes conducen al país; un factor de interrupción en la visión salvadora que
practican quienes insisten en sepultar las ideas del mercado, a cambio de la
idílica adoración del poder del Estado en todo y para todo.
Sin
duda alguna, no es fácil lo que Fedecámaras, sus afiliados y sus representados
se han planteado. Inclusive, desde las ya conocidas trincheras anticapitalistas
que históricamente han sobado las instancias del estatismo en sus peores
expresiones, como son los de la corrupción y la promoción inteligente de vivir
de un llamado pueblo al que se le esquilma y usa cruelmente como instrumento
para el arribismo, ya han salido los consabidos cuestionamientos a la idea
empresarial.
No
obstante, la dirigencia empresarial comprometida con la convicción de no dejar
de opinar cuando el país clama por participación, insistirá en hacer escuchar
su voz, con transparencia y sinceridad; el sentimiento verdaderamente
identificado con la Venezuela de progreso a la que tienen derecho los
venezolanos que están aquí; los venezolanos que se fueron; los venezolanos que
vendrán. ¿Logrará ser escuchada y entendida?. Es el reto. Hay que trabajar para
conseguir la gloria. Sería lamentable terminar dando pena.
Egildo
Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
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