Porque al igual que el crimen y la traición, el
colaboracionismo siempre termina “castigando” a sus “cómplices”, permanentes o
eventuales. Una elemental lección política que el común de los partidos
demócratas criollos integrantes de la oposición colaboracionista nacional se
niegan a aceptar, aun padeciendo en “carne viva” el alto costo político de
sostener esa práctica non sancta.
Veamos. A partir del fraude electoral socialista de 2004
en ocasión del Referendo Revocatorio Presidencial, el colaboracionismo y la
traición del común de los partidos políticos demócratas criollos se hizo
evidente a través de un discurso político de cohabitación con la dictadura
socialista en gobierno, ya oficializada con la masacre del 11 de abril de 2002.
Dicho discurso de colaboracionista y traidor, siempre apoyando el disfraz
democrático del régimen, viene acompañado de un accionar electoralista
caracterizado por la obsecuencia ante las violaciones constitucionales de
naturaleza comicial, emblemáticas de toda elección bajo gobierno socialista.
Es en ese escenario de claudicación y complicidad donde
no faltaban las acciones jurídicamente formales para que el Tribunal Supremo de
Justicia, -órgano judicial al servicio del socialismo y su dictadura-
interviniera en las disputas internas de los partidos demócratas, en la idea
absurda de un fallo favorable.
Sentencias que ciertamente podían beneficiar
coyunturalmente al demandante, pero que en lo políticamente trascendente solo
servían para allanar el camino a la actual tragedia de esa oposición
colaboracionista nacional, cuando el Poder Judicial del régimen se ha dedicado
a intervenir las directivas de partidos políticos demócratas en vísperas de una
campaña electoral que se vislumbraba contraria al socialismo y su dictadura.
Así entonces la lección luce evidente: más allá de la
moraleja bíblica sobre la perenne negación a buscar como juez al reconocido
enemigo, en tiempos de dictadura la condena discursiva y un accionar
consecuente, frente a todos los órganos públicos dependientes de un régimen
inconstitucional, debe ser parte esencial del credo opositor para quien se
considere tal, lo contrario es exponerse a lo presente en Venezuela: Una
colosal mayoría político-electoral en repudio al régimen gobernante, que sin
embargo tiene en su dirigencia política al gran obstáculo para consolidar el
cambio por vía constitucional.
Es necesario contar con un liderazgo demócrata en
capacidad de llamar las cosas por su nombre, que mediante un discurso valiente
y auténtico haga sentir vergüenza a todo aquel venezolano que en modo alguno
siga siendo capaz de apoyar la continuidad del socialismo y su dictadura, pues
la realidad lo describe como el cómplice de un crimen: nos están matando de
hambre, enfermedad y a manos del hampa.
De continuar con el guion del martirio y la aceptación silente por parte del liderazgo demócrata actual, frente a la criminalidad del socialismo y su dictadura, la desconfianza y la incredulidad ganarán terreno en medio de nuestras filas, diezmando la confianza en nuestra propia fuerza política como mayoría popular para el momento de enfrentar los venideros intentos de fraude y dominación, típicos de esta ideología esclavista. Fuera Nicolás Maduro, y venga la observación electoral de la ONU y la Unión Europea. Ora y labora.
Ronny Padron
caballeropercivall@gmail.com
@caballeroperci
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