Etimología: La palabra “Dinero” viene del latín denarius,
moneda del Impero Romano.
Para la ciencia económica contemporánea, “Dinero” es todo
aquello comúnmente aceptado como medio de pago de bienes y servicios o
cancelación de deudas y/u obligaciones.
Evolución histórica:
Primero fue el
trueque que consistía en el intercambio de un bien por otro, usual en las
sociedades primitivas, y que a veces reaparece cuando los gobiernos, por sus
errores previos, restringen la disponibilidad de circulante tal como sucedió en
el “corralito” argentino del año 2001 y en el muy reciente de Grecia.
Con el proceso
civilizatorio se utilizaron los metales preciosos como tal (oro y plata). Más
adelante, dichos metales se amonedaron mediante la acuñación.
Los riesgos
implícitos en acarrear metales preciosos, junto con el desarrollo de la
intermediación financiera, hicieron aparecer los papeles (comprobantes)
representativos de metales custodiados por la banca, pertenecientes a terceros
(el público).
Esta es la
simiente del dinero fiduciario, aquél que se emite y circula sin importar que
represente o no valores poseídos por el ente emisor (banco central o de
reservas); fundamentándose en la fe o confianza (fiducia) que los agentes
económicos deben a las instituciones estatales bajo el supuesto de la
existencia de un Estado de Derecho e instituciones que se vinculan a él. Nótese
que las monedas nacionales de casi todos los países del mundo están referidas
al US$, lo que quiere decir, que sus reservas monetarias están constituidas en
dicha divisa como consecuencia de la confianza (fiducia) inspirada por las políticas
monetarias acertadas de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América a
través del tiempo.
Hoy, en vez de
oro, se privilegia al US$ como valor de respaldo, aunque nada prohíbe que se
tenga también oro u otros activos internacionales transables. Pero, de hecho,
este oro es expresado en términos de su valor de mercado en la divisa
americana.
¿Cómo debe ser el
dinero?:
Para que “algo”
sea considerado dinero, primero y principal, debe ser universalmente aceptado;
y además, durable, divisible en monedas fraccionarias, debe contener gran valor
en pequeño volumen y ser difícil de falsificar.
Es el contenido
de gran valor en pequeño volumen el foco del presente escrito. Cada pieza
monetaria debe representar un valor tal que le permita a su portador poseer
cómodamente un cierto poder de compra.
En Venezuela, el
veloz proceso hiperinflacionario del presente, ha hecho que nuestro dinero
pierda poder adquisitivo (se devalúe) casi a diario, lo que trae como
consecuencia que tengamos que desprendernos da más piezas a cambio de una misma
mercancía o servicio. Esta realidad hace que nuestro sistema monetario se haga
cada vez menos deseable puesto que deja de ser reserva de valor. Para mitigar
estos efectos, se hace necesario incrementar el valor facial de nuestros
billetes, imprimiendo piezas que superen los valores actuales; es decir, de 200
BsF en adelante.
Veamos el
siguiente ejemplo: Al día de hoy, una resma de papel tamaño carta se cotiza, en
promedio, a unos 4.500 BsF por lo que una sola hoja de ese material valdría
9,00 BsF. ¡Oh sorpresa! una hoja tamaño carta completamente en blanco tiene más
valor que nuestros billetes de 2 y 5 BsF, estando en un punto cercano a
breakeven en el caso de nuestros billetes de 10 con la ventaja de que las hojas
tamaño carta ya no se devaluarán más mientras que nuestros billetes sí lo harán
con toda certeza.
En el caso de los
billetes de banco, que usan papel especial, colorantes y tecnología de punta
anti falsificaciones, el costo unitario debe ser mucho más elevado que el de un
pliego papel bond en blanco, consideración que nos conduce a pensar que ya se
justifica la emisión de billetes de mayor denominación. Desde el punto de vista
del usuario, éstos representarán menor peso y volumen para ser manejados (mayor
comodidad y seguridad); y para el ente emisor (BCV), significarán un costo
mucho menor y en consecuencia, mayor señoreaje (diferencia entre el valor
facial y el costo de cada pieza). Demorar la aparición de estos nuevos
instrumentos sería injustificable tanto desde el punto de vista de la ciencia
económica, como desde el punto de vista estrictamente práctico.
Ahora bien,
estemos preparados para tener que tolerar la presencia de rostros del panteón
revolucionario en nuestra moneda, cuya “fiducia” se deteriora a paso de vencedores.
“La mejor manera
de destruir el capitalismo es corrompiendo su moneda.”, V. I. Lenin
Rafael O. Marcano A.
romarcanoa@gmail.com
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