Pudiéramos asegurar que la conversación más sustanciosa y casi convertida
en el plato principal del venezolano es la política; por nada
-y si se quiere, como forma de exteriorizar el malestar de alguno de los
que conforman un grupo- pasa
desapercibido este tema con todos sus ingredientes y, por supuesto, también asociado al corazoncito
de quien da inicio al diálogo.
Considerando hoy la situación muy en contra del gobierno, porque los
indicativos de una vida inquietante y azarosa así lo indican; no escapa lugar
alguno donde la voz de la protesta no se haga sentir por desahogo natural o
consecuencia de la rabia impotente.
Razones le sobran al pueblo para estar bravo y no faltan los que, por
actitudes ingenuas o beneficios misioneros, tengan voluntad de defender su causa por más indefendible que
sea.
Quienes tenemos una posición definida no podemos dejarnos tentar con
ilusiones del triunfo embolsillado:
pisemos tierra. Conscientes de que el
gobierno ha obtenido la mayoría de sus victorias de forma irregular -o con trampa como mejor lo entiende el
pueblo- tomemos en consideración que en
esta Venezuela polarizada políticamente,
ellos han tenido una proporción ventajosa, porque sus militantes convencidos u
obligados han sufragado, mientras que del lado de la democracia ha prevalecido
la abstención. No podemos negar que al inicio de esta mal llamada revolución, Hugo Chávez ganó con los
votos de ricos y pobres; pero entre esa
desafortunada fecha y la de hoy los tiempos cambiaron; no hay espacio para
lamentaciones. A la mano tenemos las
elecciones que le dieron la presidencia a Maduro; al PSUV se le escaparon
1.200.000 votantes. Habría que preguntar:
¿contabilizamos un solo voto
de esa estampida?
Tarea inmediata es canalizar a ese venezolano que sí está ganado para
rescatar el orden en el país.
Despectivamente se habla del
“bachaquero” olvidando que “la
culpa no es del ciego sino del que le da el garrote”. Esos son los
tradicionales buhoneros, multiplicados hoy, con un comercio distorsionado por
la política forajida de un gobierno pulpero, que a través de sus centros de
distribución populista explota el hambre del pueblo mediante la escasez de
productos en el comercio regular, lo que al final se traduce en el encarecimiento
y la especulación. Es injusto que al
bachaquero le endosen un apoyo incondicional hacia el gobierno,
cuando ellos además de sudar la gota gorda para obtener la mercancía, también
son las primeras víctimas de la inseguridad personal.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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