La sociedad
democrática venezolana tiene el 6 de diciembre del presente año la
extraordinaria oportunidad de propinarle una derrota a un buen número de
candidatos oficialistas a la Asamblea Nacional, la mayoría ineptos y corruptos que han actuado con servil incondicionalismo a las políticas
centralistas y militaristas del fracasado socialismo del siglo XXI, que ha
continuado y trata de profundizar Nicolás Maduro.
El triunfo de la
oposición en los estados más populosos y
de mayor peso político en el país, tal como sucedió en las pasadas elecciones
para la Asamblea Nacional se extiende hoy a la mayoría del Estados en los que
ganó el chavomadurismo, lo que la convierte en una fuerza capaz de contener los desmanes políticos y
económicos que viene cometiendo el cuestionado
Comandante en Jefe con la anuencia de unos Poderes Públicos controlados
desde Miraflores. Si en la mayoría de las principales ciudades del país el
pueblo elige diputados autónomos, que
apoyen y contribuyan a cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional, el
país puede avanzar hacia un cambio importante en lo político, lo económico,
social y ético.
Las disidencias
en importantes sectores. Humillados por las colas para comprar alimentos y
medicinas, por la escasez y el alto costo de la vida, sobreviviendo con al
desempleo y amenazados por el hampa común y política, que apoyaron al difunto Comandante, no sólo
son evidentes, sino que pueden adquirir una dinámica que los impulse hasta el rompimiento, si tomamos en cuenta la
prepotencia, la soberbia, con que actúan los incondicionales y oportunistas que
rodean transitoria y circunstancialmente al
Jefe del Estado. Si la oposición y la disidencia obtuvieron el 50% o más
en las últimas elecciones, hoy con una oposición unida, con más experiencia
política y una nueva disidencia, hay que votar, para crear un contrapeso
político en la Asamblea Nacional, que
fortalezca la democracia social y enfrente el totalitarismo, defienda la
propiedad privada al lado de la plural;
la seguridad jurídica de bienes y
personas.
En síntesis, votar
es un ejercicio democrático que ha servido en el mundo civilizado para
consolidar sociedades plurales, respetuosas de los derechos humanos y ciudadanos en general, y en algunos
casos, como el nuestro, evitar la prolongación del autoritarismo por las décadas
que llevan los hermanos Castro en Cuba,
y que ya constataron lo inservible del
comunismo, según palabras de Fidel el máximo jefe de esa revolución.
Los demócratas no
tenemos otra alternativa, debemos acumular mayor respaldo de los venezolanos
oprimidos y convencer al sector abstencionista de la clase a que se incorpore a
la única actividad civilizada, que es el voto,
para decidir el futuro del país. La experiencia nacional e internacional
indica que los autoritarismos son derrotables, aunque transitoriamente se
mantengan en el poder mediante la utilización de la fuerza. Su perdurabilidad
depende del espíritu y voluntad de resistencia de los hombres y mujeres que
creen en las virtudes del imperio de la
ley, del Estado de Derecho. Cada
demócrata en su área de influencia, con su palabra sincera y convincente puede
y debe tratar de persuadir a sus amigos
y a familiares acerca de que es posible derrotar el autoritarismo y encontrar
medios legítimos y dignos de vivir en libertad y de mejorar su calidad de vida.
El balance realizado por la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) cuyos integrantes, por razones obvias, son los más
interesados en ganar y preparar las condiciones para continuar la lucha para
derrotar a Maduro y a sus acólitos, debemos reconocerlo como producto de una
investigación técnica y sincera, tanto por la confianza que hemos depositado en
ellos, como por la experiencia y capacidad de la mayoría de los candidatos a
diputados escogidos en elecciones primarias y por consenso. Si no colaboramos
ni votamos le estamos entregando el país a los llamados socialistas del siglo
XXI, combinación del estalinismo y el fascismo.
La victoria debe
ser enfrentada con humidad y espíritu de reconciliación de todos los
venezolanos, no más discriminaciones, no más odios, no más persecuciones por
diferencias políticas, con la gallardía
de Henrique Capriles, que perdió y luego ganó una nueva elección, con el coraje
de Antonio Ledezma, quien a pesar de que los despojaron del Presupuesto de la
Alcaldía Metropolitana, preservó su legitimidad y se erigió en uno de los
principales líderes del país, con la perseverancia de Leopoldo López. María
Corina Machado, todos los presos políticos e exilaidos y los miembros de la MUD, para continuar la
lucha por la derrota, del cuestionado
Nicolás Maduro y sus candidatos
incapaces y oportunistas que intentan preservar o ganar algunas curules para
aumentar sus privilegios y en algunos casos sus riquezas mal habidas.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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